Capítulo 27: Víctor
Aparte de reírme de ella no me vendría mal ponerme un poco de hielo en la cara, no quiero que me salga un morado por el puñetazo de antes. Voy corriendo, literalmente, y bajo las escaleras de tres en tres. Es hablar de Liz y notar cómo algo dentro de mí se enciende, mientras todo lo demás se desvanece. Debería de ir al psicólogo, pero no sé si sigue habiendo.
Me hago el recorrido en tiempo récord y antes de darme cuenta llego a la cafetería, me resulta extraño cómo no me pierdo cuando se trata de comida o ira, es un caso digno de estudio. Antes de cruzar la puerta que da a la cocina, la del fondo a la izquierda, dedico unos segundos a analizarme. Voy sudada, despeinada, con la cara un poco hinchada y huelo a humanidad, en resumen, hecha un asco para variar. No importa, no puedo esperar a ver a Liz con gorro de rejilla y guantes de limpieza. Entro toda orgullosa, con aires de grandeza. Dentro me doy de bruces con un sinfín de fogones, y armarios, y encimeras, y esas cosas de cocina, junto con gente que sigue trabajando allí, no sé qué hora será, pero no debe quedar mucho para la cena. Mi objetivo es el fregadero, ahí es donde debe estar Liz.
- Disculpe – Le digo a una señora que va vestida de cocinera – Estoy buscando a Liz, ¿sabe dónde puedo encontrarla?
- Claro encanto – Uy, me ha dicho encanto – La encontrarás al final a la derecha, junto al fregadero.
- Muchas gracias – Si resulta que puedo ser encantadora y todo...
Sigo las indicaciones de la mujer y llego a la ciudad de las pilas de platos sucios. No me había parado a pensar que no tienen lavavajillas, por eso de que hay ascensor y tal, y que tienen que limpiar a mano, menudo marrón. Hay varias personas con guantes, delantales y gorros de limpieza, no son de rejilla, pero siguen siendo ridículos. Distingo a Liz en el último fregadero y su montón de platos es el más alto de todos, eso por zorra. Me acerco, sin que se percate de mi presencia, y cuando estoy justo detrás decido empezar el juego.
- Vaya estás monísima con ese look – Lo digo con sorna – Los guantes de limpieza te favorecen muchísimo – Liz se gira y al verme se cruza de brazos.
- Y a ti las manchas de sudor – Vaya, gracias – ¿Qué perfume llevas? Espera, no me lo digas… Eau d’ toilettes – Qué graciosa, no sé mucho francés, pero sí que toilettes es váter.
- No, es “vete a fregar” de Carolina Herrera – Qué cara de frustración tiene, me encanta – Tengo entendido que vas a pasar mucho tiempo aquí – Soy un poco retorcida, pero me encanta.
- No estés tan contenta, esto no va a quedar así – Uy qué miedo.
- ¿Qué vas a hacer? ¿Lanzarme un estropajo? – Llego al límite y empiezo a reírme – O peor aún, la bayeta – Esto me resulta altamente divertido.
- A lo mejor te reviento un plato sucio en la cabeza y con suerte te mueres – Haría falta más de un plato – Total un poco de mugre más no se va a notar – ¡Oye! Sudor, bueno, pero mugre, jamás – Tengo curiosidad ¿Tú sabes lo que es una ducha? Porque parece que no – No le pegues o terminarás igual.
- Si, sé lo que es, pero bueno, supongo que tú estás más familiarizada con el tema de los grifos y tal – Ellie no, ya empiezas con los insultos absurdos – Por eso de que te pasas el día con uno.
- Qué mona, si no sabe ni insultar decentemente – Me da asco la sonrisa que pone – Se me olvidaba que eres una niña p-e-q-u-e-ñ-a – El tic ya empieza – Oye, ¿no es hora de que te vayas ya a dormir? Son las diez – Respira profundamente y relájate.
- Tienes razón debería irme porque si no, no vas a terminar esa pila en tu vida – Digo mirando a la columna de vajilla que se alza sobre la encimera – Y por cierto, te has dejado una mancha – Señalo el plato que estaba lavando antes de que yo la interrumpiera. Siempre he querido decir esa frase.
- Puta – Y ahí está mi Liz.
- Hasta otra, y recuerda enjabonar, frotar y aclarar – Esto ha sido maravilloso – Hasta tú puedes recordarlo – Me voy de allí más feliz que una perdiz.
Decido que antes de cenar debería asearme, por el bien común. Tras una agradable ducha, que alargo más de lo normal, regreso a la cafetería, ya limpia, para cenar. Irradio felicidad por los cuatro costados, al final el día no ha sido horripilante. Cuando llego ya están todos sentados en la mesa, incluido Kai, que se ve que le ha cogido gustillo a comer con nosotros.
- Hola – Digo sonriente, todavía tengo la imagen de Liz limpiando en mi cabeza – ¿No hace una noche maravillosa? – No puedo ocultar mi alegría.
- Vaya, estás muy contenta – Fred tan perspicaz como de costumbre – ¿A qué se debe?
- A que he visto algo maravilloso que recordaré por siempre – Amber pone cara de susto al verme tan contenta y Kai no para de reírse – Ha sido lo más bonito he visto nunca, casi lloro de lo bello que era – Exagero un poco, pero verla de manera tan lamentable ha sido brutal.
- Ellie estás muy rara – Dice Amber que, por sorprendente que suene, ha dejado de comer – No me gusta.
- ¿No te gusta que esté contenta? – Pregunta Kai, el cual está sentado frente a mí.
- Es siniestro, me da escalofríos – ¿Me lo está diciendo ella a mí? ¿En serio?
- Ellie, ¿ha vuelto ya Kei? – Fred intenta cambiar de tema, pero sigo flipando con Amber.
- No, no ha vuelto – Ahora que lo dice está tardando mucho en volver, espero que no haya pasado nada, por Hero, no por él. Él no me importa ni lo más mínimo.
- Vaya – Pobre, posiblemente sea al único que le cae bien.