Capítulo 38: La decisión.
Nos dirigimos al centro de la ciudad, Kei piensa que será más fácil encontrarla si no la buscamos, cosa que mi cabeza no comprende.
- Entonces, ¿Aila se transforma en las personas que ha matado? – Pregunto – Porque no es algo muy útil, quiero decir si ya está muerto ¿Cómo va a estar vivo? – No tiene lógica – No sé si me explico.
- Te explicas pero bastante mal.
- La habilidad de mi hermana no es tan inútil como piensas, puede influir en los sentimientos de los demás – Airam parece preocupado.
- Ya…pero para eso tiene que matar ella a la persona en la que quiere convertirse ¿no? – Sigo sin verle la gracia, él, por lo menos, puede transformarse en cualquier persona.
- Ellie, ya, respira, déjalo, no tiene que tener lógica – La manera de hablar de Kei me irrita – Son habilidades pero nadie dijo que tuviesen que ser buenas o letales.
- Vale, si, lo que quieras – Ahora que lo pienso puede que el reverendo que vi ayer, al salir del bar, no fuese el reverendo sino Aila – Lo importante es encontrarla y pararla por las buenas o por las malas.
El resto del camino lo hacemos en silencio. En cierto modo siento pena por Airam, debe de ser duro para él, después de todo es su hermana. No me gusta tener que admitirlo, bueno un poco sí, pero si no accede a detener esta ola de asesinatos indiscriminados y sangrientos, tendré que matarla.
Tras unas pocas horas de búsqueda Kei se detiene en seco.
- Ellie, tengo una pregunta – Está serio.
- Pregunta – Respondo mientras vigilo mi retaguardia con el rabillo del ojo.
- ¿Sabes que aspecto tenía la mujer que explotó, cierto? – Mis ojos se abren como platos – Porque si no, y no me gustaría que así fuese, estamos dando vueltas intentando encontrar a alguien cuyo aspecto no conocemos – Mierda, mierda y mierda – Y si interpretara tu cara diría que no, no lo sabes.
- Mierda – ¿Cómo no lo he pensado antes? – No tengo ni idea de cómo era la mujer – Como para recordarlo, explotó en varios pedacitos – En mi defensa diré que después de explotar se quedó irreconocible.
- No importa Ellie, no es culpa tuya – En serio, no me gusta este Airam, prefiero al alegre y loco – Probablemente ya haya matado a otra persona para cambiar su apariencia, tranquila.
- Muy tranquila no me dejas diciéndome eso.
- Lo bueno es que te busca – Kei suena despreocupado – Así que tarde o temprano aparecerá, y en ese momento le daremos una paliza de dimensiones épicas.
- No te pases tampoco – Le corto.
Está claro que dar vueltas a ciegas no nos va a llevar a ninguna parte. Estoy pensando en gritar a los cuatros vientos su nombre y decirle que sé que está aquí, solo para que salga, pero eso eliminaría el factor sorpresa.
Los nervios, el miedo y el remordimiento son un coctel altamente estresante, no paro de mirar a todas partes y ya no me fio ni de mi sombra. Puede estar en cualquier parte y ser cualquiera, sé que Kei y Airam se lo toman con más calma porque tienen habilidades, pero yo tengo que enfrentarme a otro demonio solo con mi instinto y dos cuchillos. Además tengo que sumarle una preocupación extra, y es no dejar que el poder de Taus me controle y acabar como la última vez.
Dejo salir un suspiro, no sé qué hice para merecer esta vida.
- ¿En qué piensas? – Me he quedado atrás y Kei ralentiza el paso para ponerse a mi altura.
- En lo horrible que tuve que ser en mi otra vida, en eso y en cómo hacerle frente a esta situación.
- Conociéndote seguro que fuiste una mercenaria o una asesina a sueldo – Lo dice con tono burlón – o peor, una dictadora a lo Hitler.
- ¿Perdón? - ¿Lo dice en serio?
- Es broma Ellie, no sé cómo fuiste en una vida anterior pero no importa – Ya se estaba rifando una hostia – Lo importante es cómo eres ahora, como afrontas las dificultades y como actúas frente a ella, lo demás… Lo demás no merece ni un segundo de tu tiempo.
- Wow, ósea, wow – Qué filosófico - ¿Quién eres tú y que has hecho con el Kei idiota que conozco?
- Ja, ja muy graciosa resulta que soy una persona muy profunda – Demonio, en todo caso un demonio muy profundo – Y tal vez no sea el verdadero, igual soy Aila.
- Ambos sabemos que no puedes morir.
- Tienes razón, soy invencible y muy poderoso, nadie puede derrotarme – Se le ha subido a la cabeza, es hora de bajarlo de las nubes.
- No, si yo lo decía porque la mala hierba nunca muere – Me dedica una cara de reproche y yo me encojo de hombros – Es lo que dice el refrán.