“La espada hacía zigzag en los rostros de los hombres despiadados. Cada tanto caía uno del dolor por los latigazos que les daba Amara, la pirata, con la hoja de su espada. Cuando hubo unos cincuenta hombres desmayados en la cubierta del barco, Amara los tiró por la borda y fue al timón para partir hacia aguas dulces. De repente, un temor estremeció a la muchacha, sentía que se quedaba sin respiración y el corazón le palpitaba fuertemente. Amara abrió los ojos y se hallaba durmiendo en el banco de una plaza tapada con hojas de periódico. Cada tanto tenía ataques de pánico debido a su dura realidad: ella vivía en las calles de una ciudad con grandes rascacielos. Cuando el miedo pasó, cerró los ojos y volvió a su barco.”
A todos aquellos que sufren ataques de pánico y a quienes viven una cruel realidad, quiero decirles que la cura está en su interior, en creer que se puede salir adelante, en Dios.