— ¿Y? ¿Qué tenemos fiscal?
— Hasta ahora, dos cuerpos. Descuartizados y ocultos en la heladera y el frezzer.
— ¡Qué hijo de puta! ¿Qué pensaba hacer? ¿Ir tirándolos o comiéndoselos de a poquito?
— Encima la habitación de ellos quedó como él la dejó. Ni se molestó en limpiar. Hace como dos semanas ocurrió el hecho según la policía forense.
— Ah, es un psicópata. ¿Cómo carajo existe gente así? Lo más humano sería ejecutarlo ahora mismo.
— Y es que no escuchó la mejor parte, juez. Haciendo una revisión completa de la casa, encontraron material ilegal: pornografía infantil. Secuestramos cámaras de fotos, firmadoras, una PC, dos notebook y tres memorias.
— ¿Propiedad del pibe?
— No, de los padres. lo que se estipula es que el chico cansado del constante abuso por parte de sus padres finalmente explotó.
— ¡Ah pero con razón! Este pibe hizo un acto de justicia entonces. ¡Mira que hijos de puta estos! Y bueno, terminaron como tenían que terminar.
— ¿Lo está justificando?
— Y no, pelotudo, ¿para qué carajo soy juez? Es un decir. A lo que voy es que no le pintó la locura porque sí, sino que tenían una justificación. Anda a saber si hasta el día de hoy seguían haciendo este tipo de cosas estos pervertidos de mierda.
—…
— ¿Dónde está el sospechoso y/o culpable?
— En custodia. Ya con toda la mierda que tenemos en su contra lo vamos a guardar hasta el fin del mundo.
— ¿Confesó?
— No, apenas habla, y lo poco que dice lo dice tartamudeando. Pero no hace falta, ya cagó fuego.
— Che, ¿no vendrá uno de esos psicólogos a decir que es inimputable y lo mandara a un sanatorio a este hijo de puta no? Mira que nos hace una masacre ahí también.
— Imposible, va derechito al penal. Igual ahí también puede hacer un desastre.
— Si, pero a los presos la opinión publica les chupa un huevo. Si por las masas fuesen a los presos los prendemos fuego todos juntos que aplauden la decisión.
Me quedé sentado en los escalones observando a mi alrededor. Los demás muertos vivos me miraban cada tanto y tenían diferentes reacciones, la mayoría solo eran serios y observaban con indiferencia. Los de Laferrere seguían con sus burlas, pero un grupo de jóvenes que jugaban a la pelota y al caer la noche se quedaron tomando cerveza me miraban de manera amistosa.
En un momento se acercaron.
— ¿Qué pasa morocho? ¡Rescatate! ¡Eh! – gritó el más pequeño.
— ¿Qué onda guacho? Bien ahí que te le paraste de mano al Morcilla ese. Nos tiene los huevos llenos.
Me limité a mirarnos y mostrar una mueca que simulaba ser sornisa.
— Callado es el loco – dijo el más moreno.
— Le cuesta hablar pelotudo, no escuchaste.
— Esta bien que sea callado, así no se mete en quilombos. Vos tendrías que aprender de él Pedrito.
— Yo me la banco con cualquiera Cesar, por eso.
— Che loco, nosotros te hacemos el aguante si viene el Morcilla a molestar.
— Nn…no necesit…to ayuda.
— Ta bien loco, no pasa nada. Pero si en algún momento necesitás una mano aca estamos eh.
— El tipo es corte un lobo solitario jaja
— Yo soy Cesar, él es Pedrito y este es el Negro. Por allá hay un par más después te los presento. ¿Vos cómo te llamás?
—…
— No tiene nombre, hay que bautizarlo loco. Dale mandale.
— Dejate de joder Pedrito. Déjalo solo. Después nos vemos loco.
— Para loco de en serio, vamo' a ponerle un apodo. A ver… mira, tiene pinta de gato. Viste que se quedan quietos y mueven la cabeza un toque o la cola. Pero este cola no tiene Jaja.
— Es verdad Cesar, míralo bien. Tiene pinta de felino.
— A ver, tírame corte raza asi felinas.
— ¿Qué se yo? Gato.
— Naaa ese re de gato jaja
— No sé, Jaguar.
— No, muy zapatilla de tela. Otro
Editado: 07.02.2020