En una tarde de abril, el pronóstico del tiempo decía que se esperaba un cielo parcialmente despejado con temperatura máxima de 101°F. De un tiempo acá, el clima era cada vez más irregular. Por un momento hacía frío y en el siguiente hacía calor. Para un día tan cálido como ese, lo perfecto era estar a la intemperie en una salida de campo o un pícnic. La familia Wang había decidido por la segunda opción: un picnic bajo la refrescante sombra de los árboles del bosque nacional.
Sobre la típica manta blanca y roja a cuadros, estaba un niño y dos hombres sentados mientras colocaban en orden la enorme cantidad de comida que el menor, de los adultos, había preparado durante toda la madrugada.
El niño, de aproximadamente seis años, jugaba con una pequeña motito de color roja haciendo sonidos de motor con sus labios y moviéndola sobre el césped simulando una carrera exitosa. Su padre, un adulto de cabellos castaños, le miraba orgulloso por la nueva afición que mostraba tener. "Tal como su padre,'' pensó mientras sonreía.
Su otro padre, casi igual de mayor, pero con los cabellos azabaches, miraba a ambas personas frente a él, soportando una risita al ver cuán infantil era su esposo. Se llevaban un año de diferencia, siendo el azabache el menor, pero parecía que el único adulto en esa familia era él. Aún se pregunta: ¿Cómo había acabado enamorado de ese niñato?
-¡Da la última vuelta! ¡Nadie puede alcanzarlo, y la gente grita! "¡Woooow!"- declara emocionado el menor parándose al instante y tirándose a los brazos del castaño.
-¿Viste, papá? ¿Viste? ¡Gané! ¡Gané! Nadie es más rápido que yo. - afirma abrazando a su papá y mirándolo con brillos en los ojos, esperando un elogio por parte de su mayor. Naturalmente, el mayor no le decepciona y le elogia por su increíble hazaña a tan corta edad. Sin embargo, para el infante un halago no es suficiente, y se gira hacia su otro padre.
-¿Y tú, papi? ¿Viste? Gané- declara nuevamente porque necesita dejar en claro que el único ganador ha sido él. El azabache le sonríe con cariño, y dando un golpecito sobre la naricilla del menor con su dedo índice, declara:
-Por supuesto, mi pequeño Yuan es todo un campeón. - El menor infla su pecho en orgullo, feliz de que sus padres comprueben su valía.
Eufórico y con determinación proclama: - Cuando sea grande, seré un famoso corredor de motos y todas las chicas y chicos babearán por mí. - da una sonrisa egocéntrica, muy parecida a la que solía hacer su papá Wang.
Su papi, Zhan, finge sorpresa y desconcierto colocando su mano sobre su pecho de manera dramática. -Tan pequeño y ¿ya eres todo un casanova? - cuestiona fingiendo molestia. El menor se encoge algo avergonzado por lo dicho. Sin embargo, su papá Wang necesitaba defenderlo.
-Por supuesto que lo es. Salió a mí. - Asevera con orgullo, y su hijo al verlo asiente. Ambos se sientan erguidos con el pecho inflado y un gesto solemne acompañando a la declaración. Zhan, por su parte, arquea una ceja con su mirada que asegura incredulidad y burla.
-¿Ah, sí? Supongo que le enseñarás tus infalibles técnicas de coqueteo también, ¿Cachorro? - el nombrado desvía su mirada con cierta vergüenza. Sus pómulos se han teñido de rojo claro, y se abstiene de comentar. El azabache suelta un bufido burlón, y el menor se interesa por esas infalibles técnicas de su papá.
- ¿Cuáles técnicas, papá? - pregunta con voz lechosa y emocionada.
-Ajá. Cuéntale cuál fue tu técnica para conocernos, Yibo- sugiere el menor con sorna. El castaño no se deja amilanar y mira a su hijo. No hay nada más importante para un padre que su hijo piense bien de él, que la imagen de héroe e invencible no desaparezca, y que siempre lo tome de ejemplo. No podía contar el fiasco de primera impresión que había dado ni cómo había, milagrosamente, conquistado a Xiao Zhan quien ahora se llama Wang Zhan.
Al no ver hablar al castaño, su hijo se impacientó. Él quería saber cómo conquistar a su futura pareja. Si bien es pequeño, al ver cuánto amor se tenían sus padres, él ya soñaba con encontrar una pareja que lo ame tanto como su papá ama a su papi.
-Papá, ¿Cómo conociste a papi? - inquiere el menor esperando, esta vez, obtener una respuesta, la cual no llega porque Yibo dirige su mirada hacia el claro cielo soleado y se pierde en los recuerdos por unos instantes. ¿Qué debía de decirle? Saliendo del pasado, mira a su hijo y lleva su mano hacia su nuca rascándose con vergüenza y nerviosismo.
-Digamos, Yuan, que tu papi cayó a mis pies por mi increíble técnica de acercamiento. Es tan genial que no la comprenderías si te la explico ahora. Estás muy chiquito.
El menor de los adultos suelta una carcajada - ¡Já! solo dices sandeces. - El azabache acuna el rostro de su hijo. - Escucha, hijo. Cuando alguien te guste, procura, primero, presentarte y hablar como un caballero. La primera impresión siempre cuenta y no ser un tonto te ayudará a conquistar más rápido a la persona que te guste. ¿Entendiste? - El menor le mira confundido por un par de segundos y luego asiente.
Nadie sabe si realmente ha entendido lo que su papi ha querido decirle, pero el niño repite con solemnidad: Ser un caballero y no un tonto como papá Wang.
El castaño hace un puchero por la manera en que su esposo e hijo hablaron de él, pero no podía refutar dichas palabras. La verdad que Xiao Zhan, siendo un ángel caído del cielo, fuera su esposo y el padre de su hijo es, en una sola palabra, un milagro.
Wang Yibo mira a su esposo una vez más, y el tiempo comenzó a irse en reversa, mandándolo de nuevo al pasado, más en específico, cuando conoció al pelinegro.
Era una tarde de verano cuando Wang Yibo divisó en las gradas de la cancha a un pelinegro sumamente atractivo. Wang Yibo estaba en esa cancha del centro practicando con su patineta. Él era un gran skater, motociclista, y bailarín a sus cortos 22 años. Su vida estaba prácticamente resuelta porque, además del talento innato que tenía para los deportes y demás, provenía de una familia de productores del mejor licor del país.
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Editado: 14.02.2023