La madre de Christopher, Evelyn, estaba sentada en un sillón de terciopelo, sirviendo té en delicadas tazas de porcelana mientras su esposo, Henry, hojeaba el periódico en un sillón opuesto.
—Este fin de semana Christian nos tiene una sorpresa —comentó Evelyn, añadiendo una rodaja de limón a su té—. Espero que la cena familiar sea una oportunidad para que nuestra familia reconecte. Ha pasado mucho tiempo desde que todos estuvimos juntos.
Henry asintió, doblando cuidadosamente el periódico y dejándolo a un lado.
— Espero que no siga con la cantaleta de la mujercita aquella — menciona con fastidio —. No permito mujeres de color en mi familia.
— Con Christian no será tan fácil que como con Christopher, nos va a costar separarlos — aseguró su mujer.
El silencio se extendió entre ellos por un momento, cargado con la preocupación y el amor de unos padres por sus hijos. De repente, un discreto golpe en la puerta los sacó de sus pensamientos.
—Adelante —dijo Henry con voz firme.
La puerta se abrió y entró uno de los investigadores privados que Henry había contratado. El hombre, de mediana edad y con una expresión seria, llevaba un dossier en la mano.
—Buenas tardes, señor y señora Brown —saludó respetuosamente.
—Buenas tardes —respondió Evelyn, con una sonrisa amable—. ¿Has encontrado algo? —fue directo al asunto el señor Brown.
El investigador asintió y se acercó a la mesa, depositando el dossier sobre ella.
—Sí, señor Brown. Tengo toda la información que solicitó sobre Savanna Miller.
Evelyn levantó una ceja, intrigada, mientras su esposo tomaba la carpeta y comenzaba a revisar los documentos.
—Henry, ¿por qué decidiste investigar a Savanna? —le preguntó a su marido, extrañada.
Henry dejó el dossier sobre la mesa y miró a su esposa a los ojos.
—La vi hace unas semanas en un centro comercial... llevaba dos bebés en brazos.
La mujer se quedó boquiabierta, su taza de té temblando ligeramente en su mano.
—¿Por qué rayos no me dijiste nada? ¡Esos bebés podrían ser de Christopher, nuestros nietos!
—Por eso mismo la mandé a investigar —respondió él con calma, aunque sus ojos reflejaban la misma sorpresa y preocupación que los de su esposa.
El investigador intervino, consciente de la importancia de la información que tenía.
—Efectivamente, señora Brown. Savanna tiene dos pequeños gemelos. He confirmado que ambos nacieron hace ocho meses.
El impacto de las palabras del investigador dejó a la pareja anonadada. La madre de Christopher dejó su taza sobre la mesa, sus manos temblando visiblemente.
—¿Está seguro? —preguntó, su voz un susurro cargado de incredulidad.
—Completamente seguro, señora. Aquí están las pruebas —dijo el investigador, señalando el dossier con fotografías y documentos que lo respaldaban.
Henry tomó un respiro profundo, tratando de procesar la información. Sus ojos se encontraron con los de su esposa, ambos compartiendo la misma mezcla de sorpresa y preocupación.
—Si esos niños son de Christopher, él tiene derecho a saberlo —dijo el señor Brown, con un tono decidido.
Evelyn asintió lentamente, todavía aturdida por la revelación.
—Esto cambia todo. Necesitamos hablar con nuestro hijo lo antes posible.
El investigador, comprendiendo que su trabajo había terminado, se retiró discretamente de la sala, dejando a la pareja en un silencio tenso. El padre de Christopher se levantó y comenzó a pasearse por la habitación, su mente trabajando a toda velocidad.
—No podemos simplemente soltarle esta noticia de golpe —murmuró, más para sí mismo que para su esposa—. Tenemos que asegurarnos de que esté preparado para lo que va a escuchar.
— Bueno, esto es algo sorpresivo para todos —dijo ella, levantándose también y acercándose a su esposo—. Si esos niños son sus hijos, tenemos que hacer lo que sea necesario para que estén con nosotros. No podemos permitir que crezcan con esa mujer después de lo que le hizo a nuestro hijo.
El soberbio empresario asintió, deteniéndose frente a la ventana y mirando hacia el jardín bien cuidado. Su mente repasaba una y otra vez las imágenes de su ex nuera con los bebés y el posible impacto que esta revelación tendría en la vida de su hijo.
—Sí, tienes razón. Pero debemos ser cuidadosos. Esto podría afectar profundamente a Christopher. Es muy obvio que, por más mujeres que le hemos tratado de meter por los ojos, él sigue queriendo a esa muchacha — hace una pausa angustiado —. Ha sido fiel a ella, a su recuerdo.
Evelyn puso una mano en el brazo de su esposo, buscando consuelo en su firmeza.
—Amor, nuestro hijo es fuerte. Y nosotros estaremos aquí para apoyarlo en todo momento. Pero esos niños necesitan estar con su padre, no con una mujer que lo traicionó.
Evelyn no tenía idea del juego sucio que su marido había desarrollado años atrás para separar a la pareja.
—Llamaré a Christopher para que venga a casa esta noche. Necesitamos hablar con él sin demora —decidió, volviendo a su escritorio para tomar el teléfono.
(...)
Savanna sentía una punzada de dolor cada vez que pensaba en la posibilidad de perder su trabajo, ya que estaba segura de que el desconfiado de su exmarido no había olvidado aquel supuesto robo perpetrado por ella. Una calumnia que, tristemente, había acabado con todo, dejándola sin la posibilidad de defenderse.
Esa tarde, después de haber recogido a los gemelos, llevarlos a casa y bañarlos, su amiga Laura había llegado para ayudarla con la cena, dándole la oportunidad de ir rápidamente al supermercado.
—¡Ay! —se quejó al notar cómo se le caía una bolsa al llegar al parqueo de su edificio.
—No deberías estar cargando algo tan pesado —ella se quedó paralizada, sin atreverse a respirar.
Conocía aquella voz. La oía todas las noches en sueños. Apretó las bolsas y movió únicamente los ojos hacia donde estaba él.