Papá desastre

Capitulo 12

Christopher llegó a su oficina ese día con una elegancia que hacía honor a su reputación. Su traje hecho a medida, de un gris oscuro que complementaba perfectamente con su camisa blanca y corbata azul marino, resaltaba su porte imponente y sofisticado. A pesar de su impecable apariencia, los círculos oscuros bajo sus ojos delataban las noches de insomnio que había estado sufriendo, con la mente atormentada por las dudas y el desconcierto que le causaba todo lo relacionado con Savanna y los gemelos.

Al entrar en el vestíbulo de la empresa, lo esperaba Karina Hense, la socialité con la que había salido una vez, conocida por su elegancia y por ser un personaje habitual en las páginas de revistas de sociedad. Era evidente que Karina estaba interesada en él, y no perdía oportunidad para dejarlo claro. Hoy no era la excepción. Vestida con un abrigo de lana beige que delineaba su figura, su expresión era seductora y calculada, claramente buscando captar la atención del empresario.

—Christopher, qué gusto verte —saludó ella con una sonrisa que irradiaba una mezcla de calidez y deseo.

Él le devolvió el saludo, aunque con un aire de incomodidad apenas perceptible para quien no lo conociera bien. No la esperaba allí, y veía aquella visita como algo un tanto intromisorio.

—Karina, buenos días. ¿Qué te trae por aquí tan temprano? —preguntó, intentando mantener la conversación lo más casual posible.

—Pensé en pasar a saludarte y, si tienes un momento, podríamos tomar un café —respondió ella, con un tono suave que dejaba entrever su interés en pasar más tiempo en su cercanía.

Asintió, sintiéndose un tanto atrapado por la situación. Aunque lo último que deseaba en ese momento era una conversación social, no quiso parecer descortés.

—Claro, podemos subir a mi oficina —dijo, invitándola a seguirlo hacia los ascensores.

Mientras subían, él notó la forma en que Karina lo observaba de reojo, claramente evaluando cada uno de sus gestos y respuestas. Al llegar a su piso, pidió a su secretaria que les sirviera café a ambos.

—Gracias, Linda —agradeció a su secretaria con una sonrisa cansada.

Linda, quien llevaba años trabajando para Christopher, no pudo evitar notar su fatiga. Sabía que algo lo estaba preocupando profundamente, aunque nunca se atrevería a preguntarle directamente. Karina no se molestó en saludar a la secretaria, algo que Christopher no pasó por alto. No era muy compatible con la gente maleducada y arrogante.

Ya en su oficina, la joven se quitó el abrigo con un movimiento calculado, revelando un elegante vestido ceñido que dejaba poco a la imaginación. Se sentó en uno de los sillones frente al escritorio del empresario, cruzando las piernas de forma sugerente. Él tomó asiento detrás de su escritorio, tratando de evitar que su mirada se quedara demasiado tiempo en la imagen que ella ofrecía.

La conversación comenzó con temas triviales, desde los últimos eventos de la alta sociedad hasta los proyectos empresariales en los que ambos estaban involucrados. Sin embargo, ella no tardó en dirigir la conversación hacia un tema más personal.

—Christopher —pronunció en un tono más bajo y personal, inclinándose un poco hacia adelante—, has estado muy ocupado últimamente. Me pregunto cuándo podríamos salir otra vez, como la última vez.

Él apartó la mirada, sintiéndose cada vez más incómodo. Aunque había salido con ella una vez, aquella cena no significó nada. Ni siquiera la había besado o sugerido nada. Su vida ahora mismo era un caos y su prioridad: Savanna y los gemelos.

—Karina, agradezco que te hayas tomado el tiempo de venir hoy, pero tengo que ser honesto contigo —comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Ahora mismo, no estoy en el lugar adecuado para salir o mantener una relación con nadie. Mi cabeza está en otro sitio, y no sería justo para ti.

Ella lo observó con sorpresa, sin poder disimular su desconcierto.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, tratando de sonar comprensiva, aunque en su interior ya comenzaba a trazar un plan para evitar que él se alejara—. La última vez que nos vimos parecías más... animado.

Christopher suspiró, sintiendo el peso de todo lo que había descubierto recientemente.

—Descubrí que tengo dos pequeños gemelos con mi exesposa, Savanna —confesó, con una mezcla de tristeza y resignación en su voz—. Una niña y un niño.

La sorpresa en el rostro de ella era evidente, pero se recuperó rápidamente. A pesar del shock, no tenía la intención de dejar que esta revelación interfiriera con sus planes de conquistar al empresario.

—¡Vaya, eso es inesperado! —respondió, tratando de mantener la calma—. Pero... ¿estás seguro de que esos niños son tuyos?

Antes de que pudiera continuar, Christopher levantó la mano, interrumpiéndola.

—Te pido que no vayas por ahí —dijo con firmeza—. No voy a permitir que nadie, bajo ninguna circunstancia, falte al respeto a la madre de mis hijos.

Karina, aunque incómoda, intentó sonreír y disculparse.

—Lo siento, no quise ofenderte. Es solo que... en situaciones así, a veces es difícil estar seguro de todo.

A pesar de sus palabras conciliadoras, intentó seguir insinuando que Savanna podría no ser la mejor opción para estar cerca de él y de sus hijos. Pero Christopher, notando la dirección que tomaba la conversación, decidió confrontarla.

—¿De dónde sacaste esos detalles sobre mi vida privada? —preguntó con voz calmada, pero con una mirada penetrante que la puso en alerta—. No he compartido nada de esto con nadie, mucho menos sobre mi matrimonio con Savanna.

—Yo... bueno... —sorprendida por la repentina dureza en su tono, se tensó. No esperaba que fuera tan directo, y mucho menos que la cuestionara de esa manera.

—Bueno, ya sabes cómo son las cosas en nuestro círculo —intentó excusarse, nerviosa—. A veces, la gente habla, y las cosas llegan a oídos de otros...

—Es curioso —la interrumpió él—, porque jamás he hablado de estos asuntos personales con nadie. Y me molesta profundamente que alguien se tome la libertad de entrometerse en mi vida sin mi consentimiento.




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