La joven madre llegó al hospital temprano, empujando con cuidado el cochecito de los gemelos mientras entraba en la sala de espera. La cita con el médico especialista de Ethan la tenía nerviosa, pero trataba de mantener la calma. Sabía que era importante que el pequeño recibiera la mejor atención posible. Emma estaba tranquila, jugando con un pequeño peluche, mientras que Ethan, aunque con una ligera fiebre, permanecía adormilado.
Mientras intentaba distraerse, lo vio llegar. Su exmarido entró en la sala con una presencia imponente, flanqueado por dos guardaespaldas que llamaron la atención de todos los presentes. Christopher, con su traje perfectamente ajustado y su expresión decidida, no pasó desapercibido. Las mujeres en la sala de espera no pudieron evitar mirarlo, algunas incluso lanzando miradas cargadas de admiración y deseo. Sin poder evitarlo, sintió un pinchazo de celos al ver cómo las miradas se posaban en él, recordándole lo atractivo y carismático que era.
Él la vio de inmediato, su expresión cambiando de una ligera molestia a una preocupación evidente. Caminó hacia ella con pasos decididos, sus ojos fijos en los gemelos antes de dirigir su atención hacia ella.
—¿Por qué no esperaste el auto que te asigné? ¿Y los guardias? —preguntó con un tono que mostraba su frustración.
La mujer, tratando de mantener la compostura, le respondió con firmeza:
—Sabes que no necesito nada de eso —afirmó—. Puedo manejarme sola. No necesito un séquito para llevar a mis hijos al médico.
Él frunció el ceño, claramente no satisfecho con su respuesta.
—No es por ti solamente. Es por la protección de nuestros hijos. No puedo soportar la idea de que algo les pase, y quiero asegurarme de que estén seguros en todo momento.
La tensión entre ellos era palpable, una mezcla de preocupación genuina y la inevitable fricción que surgía cuando estaban juntos. Christopher se inclinó hacia el cochecito, sus rasgos duros suavizándose al ver a los pequeños.
—Hola, pequeñitos de mi alma —dijo con una voz llena de ternura, inclinándose para besar a Emma primero.
La niña, al reconocer a su padre, soltó un chillido de alegría, agitando sus bracitos mientras su papi la tomaba en sus brazos. La llenó de besos, haciendo que la pequeña riera, encantada por la atención de su papá. Luego, con la misma ternura, se inclinó hacia Ethan, pero cuando lo alzó, el pequeño se quejó, su fiebre evidente en su comportamiento.
Savanna, preocupada, intervino de inmediato, tomando a Ethan de los brazos de su padre.
—Tiene fiebre, no creo que debas alzarlo demasiado —dijo.
El CEO asintió, dejando que ella tomara el control, pues reconocía que ella tenía más conocimiento y experiencia en el bienestar de los gemelos.
Justo en ese momento, una enfermera salió y los llamó para que entraran a la consulta. El Dr. Samiria, un pediatra especialista conocido por su amabilidad y destreza con los niños, los recibió con una sonrisa cálida.
—Buenos días, ¿cómo están hoy? —saludó, dirigiéndose a la familia.
—Estamos aquí por Ethan —respondió ella con amabilidad—. Tiene fiebre desde anoche, y está más irritable de lo normal.
El doctor asintió y comenzó a examinar al bebé, empezando por escuchar su corazón y pulmones. Pero cuando le tocó la pancita, el pequeño estalló en llanto, desconsolado. Ella intentó calmarlo, meciéndolo suavemente, pero el llanto del niño solo parecía intensificarse.
—Shhh, cariño, ya pasó —intentó consolarlo, pero nada parecía funcionar.
Christopher, viendo a su hijo tan molesto, se acercó.
—Déjame intentarlo —pidió, con una voz suave pero decidida.
Ella lo miró con desconfianza, dudando de que él pudiera calmar al bebé en ese estado.
—No sé si podrás calmarlo. Está muy incómodo —dijo, pero algo en la mirada de su exesposo la convenció de darle una oportunidad.
Él lo tomó en sus brazos con una seguridad que la sorprendió. Se sentó en una silla cercana, acomodando al pequeño en su regazo. Con una mano firme pero suave, comenzó a hacerle un masaje en la barriga, aplicando una leve presión en los puntos correctos. A los pocos segundos, Ethan soltó un pequeño gas, y su llanto comenzó a disminuir.
—Ahí está, campeón —murmuró el empresario con una sonrisa tierna, mientras continuaba el masaje, hasta que el pequeño finalmente se calmó, mirando a su papá con una pequeña sonrisa, la primera que había mostrado en todo el día.
Savanna, quien observaba toda la escena con asombro, no pudo evitar preguntar:
—¿De dónde aprendiste eso?
Christopher levantó la mirada hacia ella, aún arrullando a Ethan en sus brazos.
—Desde que me enteré de que era padre, he comprado un montón de libros y visto videos para aprender a cuidar bebés. Quiero estar preparado para cualquier cosa.
Ella se quedó sin palabras, impresionada por su dedicación. Verlo tan comprometido y amoroso con sus hijos la conmovió profundamente. Había una ternura en él que nunca antes había visto, una faceta de su exmarido que, en medio de todas las dificultades, no había esperado descubrir.
El doctor Samiria, observando la escena, sonrió.
—Parece que usted tiene un toque especial con él, señor Brown. Es bueno ver a un padre tan involucrado.
El CEO asintió, sus ojos aún fijos en su hijo, quien ahora se acurrucaba en su pecho.
—Haré lo que sea necesario por ellos —respondió, con una seriedad que dejó claro cuánto significaban sus hijos para él.
Savanna sintió que algo dentro de ella se suavizaba. Aunque había tanto dolor entre ellos, no podía negar el vínculo que el joven padre estaba construyendo con los gemelos. Y en ese momento, mientras lo observaba sosteniendo a su hijo con tanta ternura, supo que, a pesar de todo, había algo hermoso y profundo que aún los unía.
Después de examinar cuidadosamente a Ethan y revisar los estudios y analíticas que habían hecho previamente, el Dr. Samiria se sentó frente a ambos, con una expresión tranquila pero seria.