Papá desastre

Capitulo 18

Christopher estaba disfrutando de un momento tranquilo en la alfombra, jugando con los gemelos, quienes se reían y balbuceaban mientras su papá les hacía cosquillas y les mostraba sus juguetes favoritos. Todo parecía ir de maravilla hasta que, de repente, un olor desagradable comenzó a invadir el aire. El CEO frunció el ceño, sospechando lo que podría estar pasando.

—¿Qué es ese olor? —murmuró para sí mismo, acercando a Emma hacia él.

El aroma se intensificó, confirmando sus peores temores. La pequeña rubia lo miraba con esos grandes ojos inocentes, sin tener idea del caos que estaba a punto de desatar.

—¡Savanna! —vociferó, levantando a su hija con los brazos extendidos—. ¡La niña necesita un cambio de pañal urgente!

Desde el dormitorio, la joven madre, que estaba ocupada preparándose para su cita, le respondió con un tono despreocupado:

—La pañalera y los wipes están en la mesita de cambiar.

El CEO miró hacia la mesita de cambiar que estaba al otro lado de la habitación, sintiendo cómo el pánico empezaba a apoderarse de él.

—¡Nunca he cambiado un pañal! —exclamó, esperando que ella viniera al rescate.

Pero la rubia, con una sonrisa en los labios y la paciencia de quien ya ha lidiado con esto muchas veces, le respondió:

—Pon YouTube, es tiempo de que aprendas.

Christopher tragó saliva, mirando a Emma, que lo observaba sin entender por qué su papá estaba tan nervioso.

—Bueno, pequeña... parece que vamos a aprender algo nuevo hoy —dijo, más para darse ánimos a sí mismo que otra cosa.

Colocó a la "pequeña cagona," como la había apodado mentalmente, en la mesita de cambiar. Con manos temblorosas, buscó su teléfono y abrió YouTube, escribiendo "cómo cambiar un pañal" en la barra de búsqueda. Al encontrar un video con una simpática enfermera explicando el proceso, respiró hondo y se dispuso a empezar.

El primer problema surgió cuando trató de desabrochar el pañal. Sus dedos, más acostumbrados a firmar contratos multimillonarios que a lidiar con adhesivos de pañales, se enredaron con las tiras.

—¿Cómo se supone que se abren estas cosas? —murmuró, mirando a la bebé, que seguía sonriéndole ajena al desastre inminente.

Finalmente, logró abrir el pañal y de inmediato se arrepintió. El olor, que antes había sido una molestia, ahora era casi insoportable.

—¡Dios mío, hija mía! —exclamó, tratando de contener el impulso de retroceder—. ¿Qué comiste?

La pequeña sinvergüenza solo le sonrió y balbuceó, como si estuviera divirtiéndose a costa de su padre.

Siguiendo el video, intentó levantar las piernas de la niña para limpiar lo que había dejado atrás, pero en el proceso, dejó caer la toallita al suelo.

—¡Genial! —resopló, agachándose para recogerla mientras mantenía a Emma en la mesita con una mano—. Esto es más difícil de lo que parece.

Intentó limpiar a la pequeña mientras veía de reojo el video, que ya estaba en la parte donde la enfermera explicaba cómo poner el pañal limpio. Sin embargo, la rubita de ojos azules, harta de estar quieta, comenzó a moverse, pateando sus piernitas y logrando que su papá casi pierda el equilibrio.

—¡Emma, por favor, colabora un poco! —rogó, mientras intentaba colocar el pañal nuevo.

Pero, por supuesto, no iba a ser tan fácil. Mientras trataba de cerrar el pañal, notó que lo había puesto al revés.

—¡Esto no puede estar pasando! —gimió, girando el pañal de un lado al otro, mientras la bebé seguía retorciéndose y soltando risitas.

Ethan, desde la alfombra como un observador, no entendía por qué su hermana y su papá se estaban divirtiendo tanto sin él.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, logró colocar el pañal correctamente y abrocharlo, aunque no sin que el sudor le perlase la frente.

—¡Lo logré! —exclamó, alzando los brazos en señal de victoria.

Emma, por su parte, solo le sonrió chocando sus manitas como si estuviera aplaudiendo, como si estuviera celebrando el caos que acababa de causar.

Christopher suspiró, levantando a la niña y mirándola a los ojos.

—Prométeme que serás un poco más amable con papá la próxima vez, ¿sí? —le dio varios besos en los regordetes cachetes.

En ese momento, Savanna apareció en la puerta, ya completamente lista para su cita, con una sonrisa de satisfacción.

—¿Qué tal te fue? —preguntó, claramente divertida al ver la expresión agotada del empresario.

—Sobreviví —respondió él, dejando escapar una risa—. Pero definitivamente necesito practicar más.

—Lo hiciste bien, papá desastre —lo felicitó—. Estoy orgullosa de ti.

Christopher, a pesar del desastre, no pudo evitar sentirse un poco más confiado.

—Gracias... pero la próxima vez, creo que voy a invertir en pañales con instrucciones más claras.

Ella soltó una carcajada y, con una sonrisa, le dijo:

—Solo sigue viendo esos videos, y pronto serás todo un experto.

(...)

Christopher observaba en silencio mientras Savanna dejaba los biberones y la cena lista sobre la encimera para los pequeños.

—Laura está por venir —dijo, rompiendo el silencio mientras organizaba los utensilios en la mesa.

Sintió cómo la preocupación y los celos comenzaban a formarse en su pecho.

—¿Con quién se quedarán los niños? —preguntó, tratando de mantener su tono neutral.

—Con Laura —respondió ella, sin levantar la vista.

Su exesposa saldría con alguien más.

No podía evitarlo; la idea de que alguien más estuviera cuidando a sus hijos mientras ella se iba con otro hombre le resultaba insoportable. El empresario apretó los labios, buscando las palabras adecuadas antes de hacer la pregunta que realmente le preocupaba.

—¿Con quién saldrás? —Su voz intentó sonar casual, pero el nerviosismo era palpable.

Ella se detuvo un momento, luego se volvió hacia él, mirándolo directamente a los ojos.

—Con Max —respondió sin titubear, su expresión tranquila, casi como si esperara la pregunta.




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