Capitulo 25

Savanna estaba disfrutando de una cena tranquila en un acogedor restaurante italiano con Max. Las luces suaves y la música de fondo creaban un ambiente perfecto para relajarse después de una semana agitada. La comida era deliciosa, y ambos saboreaban cada bocado de sus platos. La conversación fluía con facilidad, hablando de cosas cotidianas, compartiendo anécdotas y risas.

Max sonrió mientras la observaba comer con gusto un trozo de lasaña.

—Laura se quedó con los niños esta noche, ¿verdad? —preguntó con interés, llevando una copa de vino a sus labios.

Ella negó con la cabeza, dejando los cubiertos a un lado por un momento.

—No, en realidad, Christopher se quedó con ellos este fin de semana. Estaba muy emocionado de pasar tiempo con los pequeños —respondió, con una sonrisa tranquila en su rostro.

El radiólogo, que había estado en medio de cortar un trozo de carne, se detuvo por un segundo, observando su expresión.

—No creo que sea prudente que Christopher se quede con los niños —sostuvo, volviendo a su tarea de cortar la carne—. No lo conocen bien aún.

La madre de los gemelos frunció el ceño ante ese comentario, deteniéndose también en su comida. Levantó la vista y lo miró directamente a los ojos.

—Christopher es su padre, Max —le recordó, con un tono de voz que sugería que esperaba que eso fuera suficiente para acabar con la conversación.

Pero él no se rindió tan fácilmente.

—Aun así, no me parece correcto —insistió—. Quiero decir, ¿qué tal si no sabe cómo manejarlos? Los niños necesitan estabilidad, rutina, y él ha estado fuera de sus vidas durante mucho tiempo. Además, ¿quién sabe cómo podría reaccionar en alguna situación inesperada...?

Savanna dejó caer su tenedor al plato, un poco más fuerte de lo que había planeado. Se quedó mirándolo, sintiendo cómo una sensación incómoda comenzaba a formarse en su interior.

—Max, son sus hijos —respondió con firmeza—. ¿Te parece bien que los niños compartan tiempo contigo, alguien a quien conocen hace poco, pero no con su propio padre?

Él pareció sorprendido por su tono y por la pregunta, pero rápidamente intentó defender su postura.

—Pero tú misma has dicho que no confías en el padre de tus hijos —refutó, su tono ahora más serio—. ¿No te preocupa que pueda hacer algo que los perjudique?

La joven madre sintió una punzada de incomodidad al darse cuenta de que había compartido demasiado con él sobre sus dudas y temores. De repente, se dio cuenta de lo poco que realmente lo conocía, y de cómo, a pesar de su cercanía reciente, seguía siendo un extraño en muchos aspectos.

—Desconfío de él como pareja, tal vez —admitió, tratando de mantener la calma—. Pero jamás como padre. Christopher es un excelente papá para los pequeños, y nunca haría nada que los pusiera en peligro.

Max la miró en silencio por un momento, su expresión era difícil de descifrar. Finalmente, asintió lentamente, aunque era evidente que no estaba convencido.

—Solo me preocupo por ti, por ustedes —aseguró, suavizando un poco su tono—. Quiero asegurarme de que están bien cuidados.

Ella apreció la preocupación, pero no pudo evitar sentir que había algo más en juego, algo que no podía identificar del todo. Sentía que la confianza y el respeto eran fundamentales en cualquier relación, y no podía ignorar la forma en que Max parecía querer controlar aspectos de su vida que eran exclusivamente suyos.

—Y te lo agradezco —dijo, tratando de aliviar la tensión—. Pero en lo que respecta a mis hijos, necesito que confíes en mi juicio. Christopher puede haber cometido errores, pero como padre, siempre ha sido increíblemente responsable y amoroso.

Max asintió nuevamente, pero el ambiente entre ellos se había enfriado un poco. Savanna trató de volver a concentrarse en su comida, pero la conversación anterior seguía resonando en su mente. No podía dejar de pensar en cómo su pareja había reaccionado con ese nivel de control y en lo que eso significaba para su relación.

Mientras el resto de la cena continuaba, ella se encontraba menos animada, más introspectiva. No podía evitar preguntarse si estaba viendo señales de alerta que había pasado por alto, o si simplemente estaba siendo demasiado sensible.

En un momento de la noche, el celular de Max sonó, y él se disculpó cortésmente para tomar la llamada.

—Lo siento, es algo importante. Vuelvo en un minuto —dijo, levantándose de la mesa y saliendo del comedor.

Savanna se quedó sola, tomando de su copa de champán mientras esperaba su regreso. Los minutos pasaban, y la preocupación empezó a crecer en su interior. Se preguntaba si algo había sucedido o si la llamada era tan urgente como para mantenerlo alejado tanto tiempo.

Finalmente, decidió que era mejor ir a buscarlo. Se levantó de la mesa y salió del restaurante, siguiendo el pasillo que conducía a los jardines. La noche era fresca, y la suave brisa movía las hojas de los árboles, creando una atmósfera serena. Pero la tranquilidad del lugar no contrastaba con el nudo de ansiedad que comenzaba a formarse en su pecho.

Mientras caminaba por el pasillo, divisó a Max a unos pasos de ella, de espaldas, hablando por teléfono. Estaba a punto de llamarlo cuando, de repente, escuchó algo que hizo que sus pies se quedaran congelados en el suelo.

—Me pagaste para enamorarla, para alejarla de Christopher, y lo hice —decía Max, en un tono frío, tan diferente al hombre que ella creía conocer—. Ya saben la verdad, pero siguen separados.

El mundo se le derrumbó en un instante. Sintió que el alma se le caía al suelo, y el dolor que la invadió fue tan intenso que apenas podía respirar. La confianza que había depositado en Max, el cariño que empezaba a sentir por él, todo se evaporaba con esas palabras.

Intentó contener las lágrimas, pero era imposible. Sus piernas temblaron, y tuvo que apoyarse en la pared para no caer al suelo.

—No me amenaces, yo cumplí con nuestra parte, Henry, así que déjame en paz —continuó, sin darse cuenta de que ella lo escuchaba—. Quiero a Savanna y haré todo lo posible por alejar a Christopher también de los niños, porque sé que ella sigue enamorada de él.