Papá desastre

Epílogo 

Años después

El sol brillaba con fuerza aquella mañana, iluminando el cielo despejado y el sendero que llevaba hacia la pequeña y encantadora escuela. Savanna y Christopher caminaban de la mano, mientras los pequeños Emma y Ethan, de cinco años, saltaban emocionados delante de ellos, con sus pequeños uniformes impecables y mochilas casi tan grandes como ellos. Era su primer día de escuela, y la emoción en el aire era palpable. Los niños reían, señalando cada cosa que encontraban interesante, mientras sus padres los observaban con sonrisas llenas de orgullo.

Emma llevaba el cabello recogido en dos coletas que rebotaban mientras corría, su uniforme azul oscuro resaltaba sus grandes ojos azules y su risa melodiosa llenaba el aire. Ethan, siempre protector de su hermana, caminaba al lado de ella, con una sonrisa igual de amplia, pero un poco más controlada, como si ya desde pequeño intentara demostrar su madurez. Los dos eran inseparables y estaban deseando explorar el nuevo mundo que se les presentaba: la escuela.

—¿Listos para el primer día de clases? —preguntó el orgulloso padre, inclinándose hacia ellos con una sonrisa cómplice.

—¡Sí! —gritaron ambos al unísono, sus voces llenas de entusiasmo.

Savanna no pudo evitar reírse con emoción. Era difícil creer que el tiempo hubiera pasado tan rápido. Hace apenas unos años, había estado alimentándolos en su corralito mientras intentaba compaginar su trabajo y ser madre. Y ahora, aquí estaban, sus pequeños tan grandes y listos para empezar una nueva etapa.

Él rodeó la cintura de su esposa con su brazo mientras caminaban, acercándola más a él. Sabía lo que ese momento significaba para ella. Después de todo, él también lo sentía. Era un nuevo capítulo en sus vidas como familia, uno que llenaba de ilusión, pero también de nostalgia.

—No puedo creer que ya estén empezando la escuela —susurró ella, con una sonrisa dulce en sus labios mientras miraba a los niños.

—Lo sé —respondió Christopher, besando su sien con ternura—. Crecen tan rápido que a veces me pregunto dónde se fue todo el tiempo.

Los niños corrieron hacia la entrada de la escuela, deteniéndose solo un momento para esperar a sus padres. Los dos miraban la gran puerta con asombro y emoción, como si estuvieran a punto de entrar en un mundo completamente nuevo y emocionante.

—¿Estás lista para esto? —le preguntó a su mujer.

Ella lo miró y se mordió el labio, sintiendo contrariedad y nostalgia. Aunque sabía que este era un paso importante, no podía evitar sentir que estaba soltando un poquito más a sus bebés. Era el inicio de una independencia que crecería con los años.

—Nunca se está del todo lista, ¿verdad? —respondió con una risa suave—. Pero estoy emocionada por ellos. Van a aprender tanto, y estoy segura de que lo van a disfrutar.

—Definitivamente lo harán —convino el CEO—. Han heredado lo mejor de ti. Son inteligentes, creativos, y tienen esa chispa que los hace únicos.

La rubia sonrió ante sus palabras. Había algo en la manera en que él siempre la hacía sentir especial, como si ella fuera el centro de su universo, incluso en medio de la agitación de la vida diaria. Y, de alguna manera, sabía que para él, lo era.

Ambos se agacharon para estar a la altura de los niños.

—Ahora escuchen, pequeños —dijo Christopher, con esa voz suave pero firme que siempre captaba la atención de Emma y Ethan—. Hoy es un día muy importante. Van a aprender cosas nuevas, van a hacer amigos, y lo más importante, van a divertirse mucho. ¿De acuerdo?

—¡Sí, papi! —respondieron ambos de nuevo.

Savanna acarició suavemente el cabello de Emma, sus dedos recorriendo las coletas de su hija con un toque maternal, luego acarició la mejilla de su pequeño Ethan.

—Y si en algún momento se sienten un poquito asustados o extrañan estar en casa, recuerden que siempre pueden contar con el otro —les dijo con una sonrisa cálida—. Ustedes son un equipo, ¿verdad?

Ethan asintió con seriedad, como si comprendiera el peso de esas palabras, y tomó la mano de su hermana con firmeza.

—Siempre juntos —dijo él, mirando a Emma, quien le devolvió una sonrisa.

Los esposos se miraron entre sí, conmovidos por el vínculo tan fuerte que tenían sus hijos. Verlos caminar juntos hacia la entrada, agarrados de la mano, fue un momento que ambos atesorarían para siempre. Y aunque era solo el primer día de muchos, sabían que estaban criando a dos pequeños llenos de amor, inteligencia y bondad.

Cuando los niños desaparecieron detrás de la puerta, Savanna suspiró, recostando su cabeza en el hombro de Christopher.

—Y ahí van —dijo en voz baja—. Nuestra pequeña aventura escolar comienza.

El empresario tocó el vientre de siete meses de su esposa con dulzura. En otoño llegarían otros dos pequeños para ampliar la familia. Ellie y Erza, un niño y una niña nuevamente.

—No puedo esperar a conocerlos —dijo él, su voz llena de emoción contenida—. Y tampoco puedo esperar a ver lo maravillosa madre que vas a ser para ellos.

Ella dejó escapar una suave risa, recordando todas las travesuras de los pequeños, pero sabiendo que, a pesar del caos, no había nada que amara más que ser madre.

—Y tú eres el mejor padre que podrían tener —le respondió, mirándolo con todo el amor que sentía—. Sé que esta vez también seremos un gran equipo.

Su marido tomó sus mejillas y la besó con dulzura. La vida les había dado otra oportunidad, no solo como pareja, sino también como padres, y estaban listos para enfrentarlo todo juntos, con la certeza de que el amor que compartían era más fuerte que cualquier desafío.

—Estamos listos para esta nueva aventura —murmuró él, besando nuevamente sus labios—. No puedo imaginarme la vida de otra manera que no sea a tu lado, criando a nuestra familia.

—Te amo, Christopher Becker —susurró ella, envolviéndose en sus brazos y disfrutando de ese momento en el que todo parecía perfecto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.