Papá es el jefe

Capítulo: 3

(...)

Cuando mi nueva secretaria me derramó el café encima me llené de ira. Fui al vestidor que tenía en la empresa por si ocurrían cosas como estas, y me quité la camisa enojado y tomé una nueva, era negra también. Mi vida últimamente era oscura y turbia, carente de felicidad, llena de culpa y de un extraño sentimiento de que este no era el lugar al que pertenecía, aunque amaba mi trabajo, me sentía frustrado. Sentí unos pasos tras de mí y me volteé con rapidez.

—Valeria ¿qué haces aquí? Pensé que te habías marchado—reclamé. Ella me miró con duda.

—Tengo miedo de estar sola en la casa.

—No estás sola. Trabajan doce empleados allí diariamente—dije ya algo irritado, pues la mayor parte del tiempo me sentía asfixiado por ella. Lo que solía ser un matrimonio perfecto para el resto de la sociedad era una tortura para mí.

—Tengo miedo a morir sin verte una última vez. No me estoy sintiendo bien hoy—pronunció abrazándose de mí. Entonces sentí lástima de ella y también la abracé.

—No vas a morir, estás mejorando —mentí.

—Cris te olvidas de que he ido a ver muchos médicos por mi propia cuenta, cada día me queda menos tiempo—tragué en seco sin saber que decir—es por eso que debemos apresurarnos a tener un bebé.

—Vuelves con eso—pasé mi mano por mi frente —tener un hijo no es tan sencillo. Ni siquiera hemos hallado un vientre de alquiler, ni me he atendido en ninguna clínica de fertilidad.

—No es necesario. Ya conociste hoy a quien será la madre de nuestro hijo, va a ser un niño, lo soñé—exclamó. A veces creía que Valeria estaba enloqueciendo.

—Valeria dije que lo pensaría. Aún es muy pronto.

—Eso lo dices porque no eres tú quien se está muriendo—me dijo y me mantuve en silencio.

—Hoy no he conocido a nadie...

—Tu nueva secretaria—me interrumpió y abrí mis ojos como platos.

—No tiene buenos genes. Eso sin contar que parece demasiado... Inocente como para darle un hijo a un desconocido—afirmé.

—Solo tiene 19 años, está soltera, no tiene experiencia laboral y su hermana se está muriendo porque necesita un trasplante de corazón—pronunciò.

—¿Cómo sabes todo eso?

—Fui yo quien mandó a contratarla—respondió—en la hoja de trabajo entre las interrogantes había una que mandé a poner en específico ¿por qué te interesa el trabajo? Ella puso que para salvar a su hermana que tiene cáncer.

—Esto es una locura. —la interrumpí.

—Solo tienes que hacer un buen trato, un hijo a cambio de pagar el trasplante de corazón de su hermana. Solo piénsalo es un buen negocio. Además, la elegí a ella porque es poco bonita y sé que nunca te fijarías en alguien así. Solo van a tener sexo una vez y luego cada quien por su lado.

—Valeria eso es una locura—afirmé—no puedo simplemente ir y hacerle un hijo a cualquiera. Es que ni siquiera me imagino siendo padre. Mi padre ni siquiera fue bueno conmigo—murmuré e hice silencio. Aún le guardaba rencor a mi padre por obligarme a casarme con ella. Me volteé para salir de allí cuando sentí un estruendo, había caído desmayada, corrí hacia ella y empecé a tocar su rostro, y al poco tiempo abrió los ojos y sonrió acariciando mi rostro. Estaba obsesionada conmigo y con la idea de darme un hijo. Podría creer que estaba fingiendo, pero no. Últimamente se desmayaba muy seguido y sufría de fuertes dolores de cabeza. El médico decía que era un milagro que en su condición anduviera de pie. Creo que su obsesión conmigo la motivaba. Ella se abrazó de mí y no dijo nada, su corazón latió a mil y lo sabí. Ellaa también tenía miedo, por muy fuerte que parecía también se estaba muriendo de miedo, solo que no lo daba a demostrar. Besé su frente y recordé todas las veces que me había encontrado siéndole infiel y no me había importado. Todos los días que la encontré llorando en su habitación por mi culpa, las veces que imploraba que me quedara a su lado y yo solo le decía: deberíamos divorciarnos y me marchaba. Todas las veces que la encontré llorando en el baño. Como el día más doloroso de su vida, mientras perdía a nuestro hijo yo estaba en un motel follándome a otra mujer. Ambos éramos culpables del sufrimiento del otro: yo por no amarla y ella por amarme demasiado. Me hubiera gustado haberla querido siquiera la mitad de lo que ella me amaba. Pero mi corazón nunca la vio con amor, si le llegué a tener cariño, incluso me acostumbré un poco a verla cada día esperando por mí fuera cuando fuera que volviera a casa. Todo eso me hacía sentir culpable. Tan culpable que decidí cumplir su última voluntad por muy descabellado que pareciera todo eso.

—Iré a casa—dijo cuando se sintió mejor.

—Llamaré a mi chofer. Él te llevará—le dije y así hice. Luego volví a mi oficina, ya se me había hecho un poco tarde para la reunión que tenía.

Cuando abrí la puerta de mi oficina allí estaba aquella chica de ojos grandes y ropa desarreglada que también estaba abriendo para irse. Dirigió su mirada a mí llena de miedo y el señor Tomson que era con quien me reuniría, estaba allí a su lado, con el rostro rojo.

—Señor Tomson—pronuncié a modo de saludo.

—Su secretaria me ha pegado una bofetada, cuando contrate a gente profesional me avisa para hacer negocios—exclamó enojado, dejándome sorprendido y eso me enojó. El negocio que pensaba hacer con él traería ganancias millonarias a la empresa y ella lo había arruinado. Tomé su brazo y le obligué a entrar a mi despacho:

—Me tocó el trasero y me ofreció dinero para estar con él, por eso lo abofeteé—dijo antes de que llegara a preguntar algo.

—Primer día de trabajo y ya has causado demasiados problemas: me tiraste el café encima, golpeaste a quien sería mi nuevo socio...

—Por acosador —me interrumpió, cosa que odiaba. Pero aun así la comprendí. El señor Tomson tenía fama de propasarse con las jóvenes.

—Y me hiciste perder un negocio millonario —terminé diciendo y para ese momento estaba demasiado enojado—dame solo una buena razón para no despedirte—añadí. Ella se quedó allí parada, temblando de miedo, una lágrima se escapó de su ojo derecho y se dignó a responder.




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