Cristian:
Sentí que tocaron la puerta de mi despacho varias veces con mucha fuerza. Me levanté y abrí mirando totalmente sorprendido de arriba a abajo a la chica de antes. Después de que incluso la despedí al no aceptar mi oferta esta mañana me sorprendió que hubiera regresado. Al verla inmediatamente me pregunté si es que había cambiado de idea y se había pensado mejor mi propuesta.
—¿Qué haces aquí ? —pregunté. Su rostro estaba sudado y se veía bastante agitada. Su cabello negro estaba bastante despeinado y sus grandes ojos asustados se dejaban ver tras esos enormes espejuelos. Su rostro era delicado y aunque no tenía ni gota de maquillaje no se veía completamente mal, sino únicamente desarreglada. Su cuerpo... No se podía ver, la ropa ancha y barata que llevaba no se ajustaba en ningún punto y no mostraba ninguna de sus curvas si es que tenía alguna.
—He cambiado de opinión —exclamó sujetándose del marco de la puerta—. Haré lo que sea necesario para salvar la vida de mi hermana.
—Perfecto—exclamé extendiéndole la mano y ella la tomó —Esta noche tenemos una cita entonces, mi abogado también irá y en su presencia te diré cuáles son los términos y condiciones de nuestro acuerdo. Dame tu número de teléfono —pronuncié añadiéndola a mis contactos—Y ya que has aceptado, puedes mantener tu trabajo en mi empresa.
—Está bien, lo haré…—titubeó.
—Pero hoy no. Hoy ve a tu casa y descansa. Después de esta noche cambiará tu vida para siempre. —le dije y asintió marchándose de allí. El miedo se podía ver en sus ojos, pero ella no era la única que estaba preocupada por todo esto, después de esta noche mi vida también cambiaría por completo: sería padre habría un pequeño fruto de mí que debría cuidar mientras viviera y de algún modo la idea empezaba a atraerme. Cuando la chica se fue cancelé todos mis planes para esa tarde pues estaba bastante estresado. Había estado con miles de mujeres pero ninguna de ellas se asemejaba a esta chica y no lo decía solo por su físico: sus ojos, su forma, su voz e incluso sus gestos dejaban al descubierto su carencia de malicia, su inocencia, ya algo rara para mí. Detuve mi auto en la mansión donde viví alguna vez con mis padres y en la que ahora vivía mi hermano Carlos que era cinco años mayor que yo y mi madre, la cual en ese momento se encontraba de viaje como era dr costumbre. Toqué el timbre y una empleada abrió.
—Bienvenido—saludó la empleada.
—Gracias—pronuncié entrando. Aunque no vivía allí, mi padre había dejado esa propiedad también a mi nombre.
—Su hermano está en la piscina—comentó la empleada y caminé hacia allí. Como era de esperar allí estaba mi hermano, con una botella en la mano y dos jóvenes casi desnudas masajeándolo.
—Carlos —pronuncié.Él levantó un dedo y ambas chicas se alejaron. Se levantó y fue hacia donde yo estaba abrazándome.
—Que bueno que estás aquí hermanito—pronunció.
—Voy a tener un hijo—le dije.
—¿Estás loco? No que Valeria se está muriendo y puede nacer un niño con problemas—reprochó.
—Pagaremos un vientre de alquiler.
—No me jodas Cris. Valeria se está muriendo. Vas a heredar todo su dinero porque no tiene a nadie más. No tienes que arruinarte la vida con un mocoso. Si tienes ganas de echarle tu semen a alguien ahí están Sintia e Ingrid, no hay riesgo con ella—exclamó señalando a las chicas que lo acompañaban. —Pasa un rato con Ingrid y relájate—dijo haciéndole una seña a una de las chicas, era alta, figura bien esculpida y un rostro precioso. —mira que belleza—exclamó y ella se acercó a mí, pero la detuve poniendo una mano al frente. Mi hermano hizo una seña para que se alejara y ella obedeció.
—Sabes que no me gustan ese tipo de mujeres—pronuncié y él tomó un trago de su botella. La verdad si había estado con muchas mujeres, pero no prostitutas, no me creía en la necesidad de pagar por estar con ninguna mujer.
—No seas tonto. No tengas hijos. Solo te traerán problemas innecesarios. Quién los criará cuando se muera Valeria.
—Ya debo irme—exclamé mirando mi reloj. Ya había tomado una decisión y no solía retractarme con facilidad.
—No eres el culpable de lo que está pasando con Valeria. Si se está muriendo, pero no es tu culpa. Ella solo es la carga que te impuso nuestro padre. Igual ya a estas alturas no la dejes, pronto morirá y con el dinero que recibas se duplicará nuestro patrimonio.
—No estoy con Valeria por el dinero y tampoco quiero que muera. No deberías hablar así —exclamé levantándome y saliendo de allí. Carlos le hizo una seña a las chicas que se acercaron y empezaron a besarlo por todos lados y a acariciarlo.
—Tu hermano no es como tú—dijo Ingrid.
—Es un tonto—murmuró él apretando el rostro de la chica y pasando la lengua por sus labios—y los tontos se quedan sin nada—agregó pegándole en la nalga y ella sonrió mientras él continuó bebiendo.
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Salí de la casa de mi hermano y volvía la empresa. Me daba coraje regresar a la casa porque sabía que Valeria me iba a hacer miles de preguntas. Tomé mi teléfono y llamé a mi mayordomo, era un hombre mayor, pero siempre había sido como un padre para mí. Fue el primer empleado que contraté cuando me fui de la casa de mis padres y siempre me había dado muy buenos consejos. Creo que era la única persona en la que confiaba.
—Cristian—pronunció respondiendo mi llamada.
—Quiero que vayas a una tienda y compres un vestido caro y bonito...
—¿Para la señora? —cuestionó.
—No, lo vas a llevar a la dirección que te enviaré—dije mirando en mi laptop el perfil de mi nueva secretaria donde aparecían sus datos personales—. Espera que se vista y llévala a un maquillista, haz que parezca una chica de dinero.
—Como usted diga. ¿Qué talla de vestido? Y para que tipo de ocasión.
—La misma talla que Valeria, es para una cita en un restaurante—dije colgando la llamada. Ella iba a ser después de todo, la madre de mi hijo. Debía comportarme como un caballero.