Papá es el jefe

Capítulo: 8

Cristian:

Detuve el auto frente al hotel. Ella intentó torpemente desabrochar su cinturón de seguridad sin lograrlo. Entonces me acerqué a ella y lo solté, quedando tan cerca que sentí su olor atrayente y la escuché tragando en seco, estaba muy nerviosa era de notar, normalmente las mujeres con las que estaba lo veían como algo normal lo que íbamos a hacer, su actitud me sorprendía bastante y no puedo negar que su timidez incluso me excitaba. Miré sus labios y la besé. Por alguna razón me resultaba imposible alejar mis labios de los suyos, su sabor era demasiado perfecto y la coordinación perfecta de nuestros labios me desesperaba, haciendo que deseara cada vez más hacerla mía.

—Tienes unos ojos muy bonitos—murmuré con voz ronca. Aparté el cabello que estaba en su cuello y empecé a depositar pequeños besos húmedos en este. Luego regresé nuevamente a sus labios y sus manos empezaron a acariciar sus muslos mientras levantaba su vestido, terminé quitándoselo completamente y desabrochando su sostén. Me tomé algo de tiempo para mirar su desnudez y sonreí complacido. Su cuerpo era perfecto, delicado y lleno de curvas de un tamaño que me fascinaban.

—No imaginé que eras tan perfecta, muero de ganas por estar dentro de ti—dije observándola al apartarme unos pocos centímetros de ella y besándola de nuevo, llevé su mano a mi pantalón abultado quería que supiera como me hacía sentir y que moría de ganas de tenerla mientras con mis labios empezaba a explorar su cuerpo, ella tragó en seco sin decir ni hacer nada me detuve dándome cuenta de que algo pasaba.

—Creo que olvidé decir algo—dijo bajando la mirada, tomé su rostro delicado en mi mano haciendo que me mirara cuestionándola con la mirada—nunca he estado con nadie—confesó y enarqué ambas cejas muy sorprendido, para ese momento había olvidado completamente que solo iba a estar con ella con el objetivo de tener un hijo. Escuchar sus palabras me desordenó completamente y llegué a desearla un millón de veces más de lo que ya lo hacía.

—Si quieres podemos detenernos—pronuncié acariciando su rostro con mi mano aunque en mi interior rogaba que quisiera darme su primera vez—o puedo darte tu primera vez, prometo que lo vas a disfrutar también—afirmé mientras mis manos subían por sus muslos pero me detuve esperando su respuesta. Ella no dijo nada, solo se acercó y comenzó a besarme como prueba de que quería que continuara. Noté que ella estaba sintiendo lo mismo que yo. Una y otra y otra vez repetimos el acto sin protegernos, pues detrás de todo esto se escondía mi objetivo de embarazarla. Desperté y la observé mientras dormía, ya casi estaba amaneciendo y debía estar agotada de haberlo hecho durante toda la noche. Acaricié su rostro con ternura y me fui de allí. Entré a mi auto y me quedé pensando en ella, en cada detalle de su cuerpo, en cada uno de sus gestos. ¿Qué demonios estaba pasando conmigo? Ni siquiera yo mismo me reconocía. Estaba confundiendo todo, haciéndola sentir especial y eso solo iba a lastimarla. Solo estuvimos juntos con un objetivo y era tener un hijo. No podía permitirme equivocarme. Valeria se estaba muriendo y aunque esta mujer me atraía bastante, como hace mucho tiempo nadie lo hacía, no podía darme el lujo de sentir nada por ella.

Fui a mi oficina, vi que no llegaba y miré mi reloj agitado una y otra vez como si me importara verla entrar por esa puerta. Cuando la vi entrar sentí algo de alivio y también sentí enojo porque me hacía sentir cosas que no deseaba sentir.

—Ocho minutos tarde—le reclamé.

—Cristian—pronunció tratando de justificarse

—Señor Santander—la corregí—espero que por el incidente de anoche no confundas tu lugar en esta empresa ....

Luego Valeria entró, le pidió un café y vi que su actitud no fue la mejor, lo imaginaba que se iba a poner celosa con ella y probablemente intentaría hacerle la vida imposible como había hecho con las demás secretarias que trabajaban para mí. Pero esta vez era distinta, porque esa chica tímida e indefensa me hacía sentir cosas que no había sentido nunca antes por nadie. Me fui a una reunión y terminé bastante tarde pues estábamos debatiendo un proyecto importante, con muchos gastos y muchos profesionales, pero que si salía bien nos traería ganancias millonarias. Salí de allí y fui a mi oficina, por suerte Valeria ya no estaba allí al igual que nadie de la empresa, o eso yo creía. Entré al elevador y cuando la puerta se iba a cerrar alguien entró corriendo:

—Isabella—exclamé algo confundido y ella me observó —¿Qué haces aquí a esta hora? —dije apretando el botón para ir al primer piso.

—Su esposa me mandó a hacer algunas tareas. Imagino que no debió gustarle la idea de que usted embarace a otra mujer...

—Lo siento. Ella lo sabía y estaba de acuerdo, ¿qué te mandó a hacer? —cuestioné.

—¿Lo siente? Ya me doy cuenta de como es capaz de manipular las cosas para hacer siempre su voluntad—afirmó enojada acomodando sus gafas y el elevador se detuvo abruptamente y la luz se apagó.

—¿Qué está pasando? —cuestionó agitada.

—Debe haber algún fallo técnico—dije tocando repetidamente el botón del elevador, ella se pegó a la pared de atrás algo asustada. Tomé mi teléfono y le marqué a los de mantenimiento.

—Hay problemas con el elevador y habemos dos personas dentro—le dije.

—Jefe, debe ser un corto circuito provocado por el incendio...

—¿Qué incendio? —cuestioné agitado.

—Hay un pequeño incendio en el control de mando de la empresa, en la base de mantenimiento de la electricidad y de las cámaras de seguridad. Ya los bomberos fueron avisados y estamos tratando de apagarlo, nosotros en lo que ellos llegan —respondió el jefe de mantenimiento.

—¿Qué demonios? ¿Cómo va a haber un incendio? ¡Eso es imposible! —reclamé

—¿Un incendio? —preguntó Isabella asustada la cual estaba sentada en el piso del elevador. Ocultando su rostro en sus rodillas y sus brazos.




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