Papá no me dejes

Capitulo 3

Con el manuscrito entre mis manos, decidí emprender un viaje simbólico hacia el muelle donde papá y yo solíamos pescar. Aquel lugar, testigo de risas compartidas y lecciones de vida, se convertiría en el escenario de mi propia introspección.

 

Mientras caminaba por el muelle, el susurro del viento traía consigo ecos de conversaciones pasadas. El reflejo del sol poniente en el agua parecía una metáfora de la fugacidad de la vida, un recordatorio de que cada momento, por efímero que sea, deja una marca imborrable.

 

Sentado en el extremo del muelle, dejé que las olas suaves me llevaran a un remolino de pensamientos. Cerré los ojos y pude imaginar la figura de papá a mi lado, su voz aconsejándome incluso en la tranquilidad del recuerdo. Era como si el muelle se convirtiera en un puente entre el pasado y el presente, entre la pérdida y la continuidad.

 

Abrí el manuscrito y, con el sonido de las olas de fondo, continué escribiendo. Las palabras fluían como el río de la memoria, describiendo no solo las experiencias compartidas, sino también la manera en que esas experiencias habían forjado mi identidad. Era un tributo a la conexión eterna entre padres e hijos, un testimonio de cómo la guía paterna se transforma en un faro interior que ilumina el camino a seguir.

 

Mientras narraba, reflexioné sobre las lecciones que aprendí a medida que enfrentaba los desafíos de la vida sin su presencia física. Cada obstáculo se volvía una oportunidad para recordar sus palabras de aliento, y cada logro era una celebración compartida en el silencio del corazón.

 

El atardecer pintaba el cielo con tonalidades cálidas, y sentí que papá estaba presente en cada pincelada de color. En ese momento de conexión con la naturaleza y los recuerdos, comprendí que la vida seguía su curso, pero el amor perduraba más allá de las fronteras temporales.

 

La última página del manuscrito marcaba el final de una etapa, pero no el cierre de la historia. Guardé las palabras entre las páginas, sabiendo que este relato no era solo mío, sino de todos aquellos que han sentido la mezcla única de amor y pérdida.

 

Mientras regresaba a casa, me invadió un sentimiento de paz. La historia seguía viva en mi corazón, en cada palabra escrita y en los lugares que resonaban con la esencia de papá. El legado que dejó atrás era un faro que seguiría iluminando los días por venir.

 

La noche cayó sobre el muelle, y las estrellas comenzaron a brillar en el cielo. En la oscuridad, encontré consuelo sabiendo que, aunque la narrativa de la vida a veces parece inacabada, cada capítulo escrito con amor y aprendizaje contribuye a una historia que trasciende el tiempo.




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