Papá por sorpresa

Capítulo 2. Cambio de opinión

 

Santiago.


 

—Pellízcame.

—Fue la mejor decisión que pudiste tomar.

—Fue la peor de todas —canturreó—Y tu me empujaste a esto, tendrás que hacerlo conmigo

—Yo no embarace a esa tipa.

—¿Qué demonios estoy haciendo aquí? No quiero llevarla conmigo, es mejor que nos vayamos antes que venga la licenciada.

Estoy por abrir la puerta de la oficina cuando alguien más lo hace por mi, desde fuera. La licenciada aparece, su sonrisa es el tormento que habrá en toda mi vida desde que apareció con su "noticia bonita" estoy realmente asqueado.

—Siéntese por favor, me alegra que aceptara hacerse cargo de la niña. La verdad aquí no tenemos más espacio, estamos llenos —hubiera empezado por ahí—. Que usted se lleve a su hija habla muy bien de usted.

—Si, claro, y de ustedes también. Apuesto a que no dejarán pasar la oportunidad de hacerse publicidad con esto y también de generar buenos ingresos. Solo le ordeno no usar mi nombre para ello, de hacerlo tendrán una demanda.

—Que malagradecido, señor Bustamante. Hemos cuidado de la niña por cuatro años, en fin. Debe firmar estos documentos donde dice que se hace cargo de ella, de su alimentación, seguridad, educación, etc. Cada mes un trabajador social estará yendo a visitarlo, con la más mínima parte que llame su atención me lo harán saber. Aunque creo que eso es lo querrá, tuvimos que prácticamente rogarle para que se haga cargo de ella.

—Voy a firmar antes que me arrepienta.

Pongo mi forma en las hojas, una tras otra, esto es rápido cuando ven que eres una persona responsable, aunque la parte que no saben es el desastre que soy a mis casi treinta años.

—Muy bien, señor Bustamante. Es oficialmente el papá de la niña.

—¿Y no me la pueden cambiar por un niño? Las niñas no me gustan.

La licenciada ignora mi comentario como si lo hubiera dicho en broma. No lo era. Hablaba muy en serio.

—¿Podemos conocerla ya? —Mohamed está más emocionado que yo, de ser así, puedo dejar que él la adopte.

—Enseguida la traerán.

La Licenciada nos deja a solas. Ya no puedo escapar por mas que quiera, me puse la soga al cuello yo solito. ¿Por qué nadie me dijo sobre la prueba de ADN? Acaso estoy pintado o qué demonios.

Una trabajadora del lugar ingresa, primero ella y espera a que la minion dé la cara. La tengo contra esa niña, llego a arruinarme la vida. Una pequeña pelinegra entra con pasos lentos, hasta para caminar es lenta. Sus ojos son oscuros y sus rasgos no me recuerdan a nadie. Definitivamente no es mi hija.

—Señor Santiago, ella es Renata. Su hija.

—Me la imaginaba más bonita —la niña frunce las cejas y aprieta su oso de peluche color rosado chillon.

—¡Que preciosa! Eres más hermosa en persona —Mohamed se encariña rápido y es el primero en cargarla como si fuera una bebé —No le hagas caso a tu papá, está de mal humor como siempre.

La minion no habla. ¿Le habrá comido la lengua el ratón?

—Es hora de irnos, tengo que ir a la empresa.

No le presto mayor atención a la niña y me dirijo al auto. No sé qué estoy haciendo con mi vida, ahora soy papá, cada día es peor que el otro y para colmo la niña me parece una completa desconocida.

Mohamed la sube al auto y le pone el cinturón de seguridad, se sube al asiento delantero pero la mocosita busca algo en su bolsita.

—¡Debo ir por mi mantita! —habla por primera vez con su voz poco tolerable.

—Olvídala.

Acelero para largarnos de ahí antes que resulten con que milagrosamente tengo otro hijo.

—Santiago, está llorando —Mohamed me codea para hacerme saber lo evidente, puedo escuchar su llanto desde aquí y no me conmueve ni un poquito.

—Dile que no moquee el sillón, lo acaban de lavar.

—Estas siendo un imbecil con la niña. ¿Ella que culpa tiene? Solo tiene cuatro años.

—¿Y qué culpa tengo yo que esa chiquilla venga a arruinar mi vida? —por ir discutiendo con mi acompañante una chiquilla me echa su bicicleta encima.

Le hace un rayón asqueroso a mi camioneta.

Estoy más salado que la misma sal.

Esto es el colmo.

—¡Fíjate, ciega!

—¡Ciega tu abuela, pedazo de ojete!

Hija de...

La cabeza me va a explotar.

—¿Qué significa ojete? —hace su primera pregunta del día, me suena que tendrá una lista interminable. Su vocecita es casi imposible de escuchar, pareciera que va con dos ogros.

—Que te lo diga tu papá, él sabe mucho de esas cosas, verdad.

—No lo sé y no hagas más preguntas.

Llegamos a la casa, Mohamed se encarga de ella mientras dos de mis empleadas están encantadas con Renata. Me encierro en el despacho sin entender como he llegado hasta aquí, hay demasiado en juego para que me tenga que hacer cargo de ella. Me deje convencer por mi amigo, no creo que su maravilloso plan funcione del todo bien, nos iremos en picada.

—Santi ¿qué habitación le darás? Creo que lo justo sería darle la que está enfrente de la tuya. Es una niña apenas y necesitará que la estes vigilando.

—¿Yo?

—Tu eres su papá,  a mi no me mires. Yo tengo una salida con un par de chicas —Joder —Encárgate de ella, ya es tiempo.

—¿Piensas dejarme solo con la niña?

—No te comportes como si fuéramos pareja —que puto asco—. A mi no me van los hombres.

—Sabes a que me refiero, idiota.

—Es tu hija, no mía. Ella tiene conexión contigo, sal y llévala a su habitación, habla con ella, pregúntale que le gusta o algo —bufa—Es tu rol ahora.

Me abandona justo cuando el barco se hunde.

Pedazo de ojete. Salgo de la oficina, ella está en el sillón sentadita como una buena niña viendo a su alrededor, la casa le llama la atención.

—Es una casa muy grande —susurra. Me doy cuenta que ya no tiene a su oso de peluche sino a mi gato. ¡Lunar!

—Oye, mocosa metiche. Suelta a mi gato. —digo rabioso.

Jadea y vuelve a poner su carita de enojada. Ni crea que con eso va a derretir mi corazón, es duro como una piedra.



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En el texto hay: romance, humor y diversion, hija inesperada

Editado: 26.09.2022

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