Papá por sorpresa

Capítulo 5. ¡Es una niña!



 

Ana Paula 

—¿En dónde estuviste? 

—¿No viste mis mensajes? Te estuve escribiendo toda la tarde. 

Diego mira con desconfianza a Santiago, y este le devuelve la mirada. Entiendo que no se hayan caído nada bien, pero no me importa. 

—Tu no estudiaste para ser niñera, hermana. ¿Por qué aceptaste ese tonto trabajo? Hay miles de personas que pueden hacerlo. 

—La paga es buena, además sabes muy bien que me he matado buscando empleo, no está mal empezar por aquí— Santi rueda los ojos. Este hombre tiene un carácter irritante —. Y la paga es buena. 

—Si tu lo dices —susurra. 

Cojo un poco de mis cosas, Renata nos está esperando en la sala. 

Le doy mi bolso a Santiago para que me ayude, espero que nos deje solos y cuando finalmente lo hace puedo hablar a solas con mi hermano. 

—Su casa es enorme, no sabes. ¡Y va a pagarme más de diez mil euros! Podré enviarle algo de dinero a mamá. 

—Solo ten mucho cuidado con él. He leído que es un hombre de pocas pulgas. 

Me despido de mi hermano y sigo a los Bustamante. 

Escuché que Santi tiene un sobrino hijo de su hermano mayor. Los que no han aparecido ni por sorpresa en su casa son los abuelos de Renata. Me parece insulso que quieran tapar el sol con un dedo, es decir, su hijo tiene una hija ¿y? No debería ser motivo para sentirse avergonzados. 

—¿Iremos por el helado?— Renata sonríe. Santi la ve por el espejo, tienen hasta la misma expresión. —¿Eso es un no o un sí? 

—Es un no, si alguien no me hubiera mentido acerca de conocer los helados y la leche, tal vez hubieras ido—ella hace un puchero —Y no me mires así, no me vas a convencer. 

Y si lo termino convenciendo, vamos rumbo a casa mientras comemos helado. Renata ya empieza a tener algo de control sobre su papá, era cuestión de que se adaptara a él, obviamente no lo puede hacer en dos días, pero estos dos se parecen más de lo que imagino. 

—¿Quieres jugar a las muñecas conmigo? — le ofrece. 

—Los hombres no jugamos a las muñecas, solo las niñas. Los hombres jugamos baloncesto. ¿Quieres que te enseñe? 

Renata lo piensa y asiente. 

—Sí quiero. 

Ay no, para que le da cuerda. Santi es peor que un niño, espero que esto no termine en riña. 

—Vamos al jardín —Renata se apresura toda feliz hacia allá, cojo mi limonada y los sigo. Me siento a ver cómo le explica, su posición y cómo pararse. 

Esto se va a poner divertido. ¿En serio cree que le va a poder enseñar a una niña de cuatro años a jugar? 

—¿Estas lista? — le pregunta golpeando el balón en el suelo. 

—¡Sí! 

No quiero perderme esto, Santi le dice que le quite el balón ¡es del tamaño de mi brazo! Esa minion nunca le podrá quitar el balón, pero al menos él está feliz enseñándole y esforzándose en un juego perdido. 

Golpea el balón por tercera vez en el suelo y este golpea a Renata. 

—¡Eso fue falta! —relincha como niño pequeño que no quiere cruzar la línea. 

—¡Le aplastaste la cara con el balón!— me levanto apresurada, reviso a Renata pero solo tiene roja la mejilla. —Eres un bruto. 

—Es lenta. 

—¡Tiene patas cortas! ¿Qué esperabas? Un jugador de la NBA —levanto a la pequeña. 

—¡Veo estrellitas! —se carcajea—Eso fue genial, Santiago. 

—Santiago —refunfuña. 

—¿Quieres que te diga papá? Que tierno —me burlo de él. –Esa etiqueta te costará mucho ganártela. 

—Cállate niñera de quinta. 

Cojo el balón y se lo tiro al pecho. 

—Ven, cariño, vamos a ponerle pestañas a Lunar y Neptuno. Ambos necesitan un cambio de look. 

—¡No toquen a mis mascotas! —me advierte. 

—A Lunar le gusta que la consintamos. 

—Es macho. Renata. 

—¿Cómo sabes que es macho? —cuestiona la niña —Puede ser una niña como yo. 

—Tu no eres una niña, tú eres un dolor en el trasero. 

—¿Te duele el trasero?— su pregunta es tan inocente que quisiera poder explicarle lo que su querido papá desconocido acaba de darle a entender. 

—Por eso no te quiere, Santi. —me hace una mueca boba—Tu tienes la culpa. No la respetas. 

—Ella tampoco me respeta a mi, soy su papá y me dice señor Santiago. 

—Eso te pasa por dejar abandonado a tus hijos. 

—Ni siquiera sabía que tenía una hija. 

 Escuchamos que alguien se acerca al jardín, una señora de alcurnia asoma la cabeza. Santiago se pone tenso inmediatamente. 

—Pensé que nunca vendrías, mamá—es la abuelita de Renata. La señora tiene abundantes canas y se ve maravillosa, quiero llegar a la edad de ella viéndome así de fantabulosa. 

—Hola, cariño. Buenos días, chicas. ¿Cómo están eh? —clava sus ojos en la niña, se esconde detrás de mis piernas, le asusta conocer gente nueva, era de suponer porque ha estado todos estos años viendo a los mismos. 

—Buenos días, Renata. Ella es tu abuela, ¿no quieres hablarle? 

—Te he traído un obsequio —clava sus ojos en ella, la señora saca una cajita de Barbies ¡edición limitada! 

—Amo las barbies —grito feliz. 

—Son para ella, no para ti niñera de cuarta—Santi me jala del brazo a propósito para acercarme a él. 

Intento no tener demasiada fricción con él porque el hombre es guapo y no quiero acumular sentimientos por él. Solo es el papá de la niña. Me niego a guardar esperanzas e ilusiones falsas. 

—Niñera de cuarta tú abuela. 

—Díselo a mi madre —susurra en mi oído. 

Me suelto de él porque me ha puesto nerviosa y no podré continuar mi labor sintiéndome así. 

Renata acepta las barbies de su abuela,  al menos no tuvo que endulzar el oído primero cómo le ha tocado  a su querido hijo. 

—¿Tú eres la niñera? 

—Sí; mucho gusto. Me llamo Ana Paula Beltrán. 

—Mucho gusto, querida. Soy Valeria Escalante, mamá de este muchacho guapo —al menos ella es un amor —Tenemos que quedar un día de estos para que lleven a Renata a la casa. Debe conocer a su primo Luca. 



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En el texto hay: romance, humor y diversion, hija inesperada

Editado: 26.09.2022

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