—Papi, papi, ¿por qué tengo dos papás y no una mamá?—Murmuró su pequeño bebé de seis años a un Sasuke con el ceño fruncido.
Desde los inicios de su relación con Naruto, luego de la Cuarta Guerra Ninja, esta inició su hermosa y tormentosa relación para el ojo público, en especial para los altos mandos. Casi costándole el puesto como Hokage a Naruto, aunque, a decir verdad, al saber Naruto que le exigían terminar su relación con el Uchiha, él renunció a su candidatura, y de hecho ya estaban en preparativos junto a Sasuke para mudarse a las afueras del País del Fuego. Sin muchos miramientos ni arrepentimientos por parte de Naruto, ya sentía que, a sus treinta, había hecho demasiado por la aldea y su gente. Aunque los quisiera, había algo que el Uzumaki quería más, y era precisamente el último Uchiha, para desgracia de las fanáticas enamoradas del Uzumaki y de los altos mandos.
Así que tuvieron que rogarle de rodillas a Naruto que, por favor, no dejara su puesto de candidato ni mucho menos la aldea. A regañadientes, accedieron a aceptar la relación con el Uchiha. Pero incluso así Naruto no estuvo para nada satisfecho, así que los primeros años en el poder se ocupó exclusivamente de crear una ley en donde personas de su mismo sexo podían contraer matrimonio. Lo cual causó conmoción en la población más conservadora de la aldea y aún más cuando se oficiaron los primeros casamientos: Kakashi e Iruka-sensei, luego, sorpresivamente, le siguieron Hinata y Sakura. Sí, escucharon bien. Para el Uchiha fue una sorpresa tan grande que casi se va para atrás. De buena manera, se alegraba de que su amiga haya superado su interés en él, hasta que llegó finalmente su turno de contraer matrimonio. Aunque el Uchiha le había dejado claro al Uzumaki que para él ya estaban casados desde hacía años y que un papel no significaba nada para todo lo que sentía por el rubio, no iba a engañarse: era un paso muy grande, y el usar el apellido Uzumaki, lejos de hacerlo sentir mal, lo enorgullecía bastante de portar su apellido. En el fondo, Sasuke ya entendía por qué las mujeres, al casarse, presumían de eso. Se sentía ridículo por eso, nunca admitiría eso abiertamente.
Nunca hablaron de tener hijos, ya que, al ser dos hombres, es obvio que la biología no estaba de su lado. Aunque su unión marcara el fin de sus clanes, a ninguno de los dos le importaba eso realmente; simplemente con amarse todas las noches estaban satisfechos. No fue hasta que un buen día, en una misión junto a Sakura, entraron a una de las guaridas abandonadas de Orochimaru y se toparon con algo que les erizó la piel: un niño de más o menos dos añitos, metido en un tubo con varios cables de monitoreo. Estaba visto que Orochimaru siguió haciendo de las suyas mucho antes de "colaborar" con la aldea.
Con mucho cuidado, Sakura sacó al niño del tubo donde estaba sumergido en agua, y lo que vio la hizo casi desmayarse.
«Una maraña de cabello azabache, marcas del zorro de las nueve colas en sus mejillas, ¡qué carajos!»... Y entonces lo vio abrir los ojos y llorar.
Preciosamente azules, iguales a los de... ¿Naruto? ¡Naruto! Chilló internamente la pelirosa. Su corazón latía a mil por segundo, no entendía lo que estaba sucediendo, así que, con una sola mano, se quitó hábilmente la mochila y sacó una de sus camisas de repuesto; no era lo adecuado, pero al menos el bebé no estaría desnudo. «¿Ahora cómo se lo diría a Sasuke? Joder», pensó con agobio, así que lo hizo sin pensar.
—Sasuke-kun, necesito que vengas aquí —dijo con voz temblorosa llamando la atención del Uchiha.
Un niño, un jodido niño que no solamente se parecía a él, sino que, para rematar, tenía las mismas marcas que su esposo y el cabello azabache como el suyo. Pensó que se estaba volviendo loco hasta que Sakura le confirmó que dicho bebé contenía tanto el chakra de Naruto como el suyo. «Esto tenía que ser una puta broma», no pudo controlar los temblores de su cuerpo. Sakura tuvo que llevar al bebé en sus brazos al ver el estado emocional y físico de su amigo. Su mente y su corazón estaban hechos un lío y lo único que sabía con certeza es que su esposo caería rendido ante ese niño.
Bajo muchas dudas, se llevaron al bebé consigo, y todos exhalaron con sorpresa al ver al bebé tan parecido a sus padres. Tras unas revisiones de Tsunade, Shizune y Sakura. Sí, todas ellas tuvieron que examinar a dicho bebé para estar seguras de si todo estaba correcto, jamás creyó que un niño necesitara tanta atención médica. El Uchiha se sentía abrumado mientras veía cómo todas las kunoichis estaban en su faena de examinar y entender este suceso.
Cayó de rodillas, abrumado, su mente quedó en blanco. Hasta que la voz de Sakura lo trajo de nuevo a la realidad.
—Sasuke-kun, sé que es muy repentino, pero... ¿ya pensaste en qué hacer con el bebé? —preguntó con preocupación e hizo una pausa al ver que el Uchiha no decía nada. Retomó la conversación: —Si tú y Naruto no van a hacerse cargo del bebé, lo mejor será darlo en adopción, aunque escuché que los altos mandos quieren... —Pero su amiga no pudo proseguir porque, más veloz que la misma luz, llegó su esposo con unas ojeras desastrosas, pero su mirada se veía iluminada.
—¡Sakura-chan! —gritó llamando la atención de todas las enfermeras que pasaban por los pasillos y tuvo que inclinarse para disculparse... —¿Dónde está el niño? Necesito verlo ya mismo —exclamó con emoción, deteniéndose al ver a su esposo claramente perturbado.
A pasos lentos, se acercó a su esposo y acarició su rostro, haciendo estremecer al Uchiha.
—Mi amor, sé que estás asustado, pero... —El Uchiha se removió, recomponiéndose.
—Naruto, por favor, esto es absurdo, somos dos hombres —soltó con nerviosismo, alzando ligeramente la voz—. ¿Qué crees que haremos con un niño? Un niño que necesitará muchos cuidados, amor. Tantas cosas.
—Se la podemos dar —aseguró el rubio con una gran sonrisa.
—¿Y cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que lo haremos bien? ¿Te has puesto a pensar un poco en cómo cambiarán las cosas? —cuestionó mientras su voz temblaba, avisando que se aproximaría el llanto. Cabizbajo, intentó contener las lágrimas que amenazaban con salir.