Para protegerte.

Capítulo 1.

Las tres leyes robóticas:

1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.

2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando están en oposición con la primera ley.

3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda leyes.

Manual de Robótica.

1 edición, año 2058.

Esa mañana al no encontrar rastro alguno de su padre, sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor y le aplastaba el corazón.

Él hombre que tanto había cuidado de ella, había desaparecido sin dejarla más que a ella como evidencia de su existencia. Se tambaleó a un costado de la cama de su padre sin poder siquiera sollozar.

Sacando fuerza de la remota esperanza de su interior, reprimió la ola de dolor que se le venía encima para ponerse de pie, no más lagrimas, debía buscar una explicación.

Salió trastabillando de la habitación de su papá, dónde ya no existían sus pertenencias personales. Ahogó el nudo en su garganta y llegó con dificultad al laboratorio individual de su padre.

Quedó estupefacta al no visualizar nada de lo que recordaba haber visto la noche anterior, todo el equipo de robótica y tecnología de su padre había desaparecido. Solo quedaban los estantes vacíos y las mesas metálicas.

Su mente quedó en blanco. Avael, el ordenador encargado de la seguridad de la casa, había sido sorprendentemente desactivado, un hecho nunca antes llevado a cabo. Fue diseñado por su propio padre; Benjamín Farrugia, el más reconocido científico de la Corporación Sovifen.

Su leve esperanza fue alimentada cuando recordó aquél lugar secreto que su papá le había regalado y donde solía jugar de niña. Desde hacía dos años que no acudía a él, puesto que al crecer sus intereses cambiaron.

Ingresó a la alberca subterránea y sin vacilar se arrojó a lo más profundo del agua. Colocó su mano en el sitio indicado en el piso de la piscina, activando un conducto transparente que la rodeó completamente.

El agua contenida adentro pronto fue filtrada, al escurrirse por un ducto subterráneo que se abría paso entre el suelo. Un escondite solo para ella, regalo de Benjamín.

El espacio era ideal para que una persona entrara caminando, así lo hizo y revivió recuerdos al estar dentro de su escondite favorito.

Suspiró aliviada al percatarse de que todo estaba como antes de su adolescencia, repleto de juguetes y juegos electrónicos. El lugar no había sido saqueado.

Un robot viejo que estaba en la entrada, le dio la bienvenida como si el tiempo nunca hubiera transcurrido, como si no hubiesen pasado dos años desde la última vez que ella acudió a ese lugar.

Pero Giselle no estaba ahí para revivir viejos recuerdos ni celebrar reencuentros, no fue obstante hasta que entró al último compartimiento de ese lugar cuando comprendió lo que andaba buscando.

El pequeño cuarto había sido modificado completamente, unas luces azuladas relucían en las paredes y el centro, un contenedor en forma de media esfera emitía rayos a un ser que yacía arrodillado y con la cabeza agachada.

Incrédula ante aquella enorme muestra de inteligencia artificial, se acercó al androide sin poder creer la complejidad de su apariencia. Lucía evidentemente más humano que los modelos anteriores, nunca había visto un robot igual, contaba con partes de su cuerpo bastante humanas y con evidente atractivo físico. Aun así, no dejaba de ser un robot.

Pese a esto, lo que más llamó su atención fue una nota arrugada en la mano envuelta de piel sintética del androide, Giselle tomó la nota y releyó más de cinco veces las mismas palabras. Aquéllas palabras que con exactitud igualaban en la caligrafía única de su padre.

"Llámalo Luxor y por favor cariño, confía en él"

Durante varios segundos, Giselle sintió que el mundo se había congelado. El silencio proveniente de una mansión subterránea en total soledad la inquietó, fue entonces cuando salió de su aturdimiento y enfocó su vista en aquél androide.

―Luxor ―Le llamó, vacilante.

La máquina emitió una luz tenue en los ojos, permaneciendo encendido.

―A sus órdenes, señorita.

Ella impresionada e incrédula, se acercó a él y tocó su pecho, el cual era bastante cálido.

―¿No deberías llamarme ama, maestra, dueña o algo así?

―No señorita, mi software está diseñado especialmente para tratarla a usted de esta manera.

―¿Quién te creó? Y ¿para qué? ―preguntó para confirmar la nota.

―Benjamín Farrugia, señorita. Fui creado para protegerla.

―¿Protegerme de qué? 

Se escuchó un fuerte estruendo, seguido de horribles explosiones que sacudieron el techo haciéndolo vibrar, las cosas alrededor cedieron y cayeron al suelo. Giselle entre gritos retrocedió dando traspiés y también terminó en el piso mirando con terror todo su alrededor.

―El edificio está siendo atacado ―exclamó aquél androide cargando a la joven entre los brazos.

Abrió una compuerta secreta hasta entonces desconocida para Giselle y la cerraron al entrar.

Luxor corrió tan rápido como el extinto chita, escabulléndose entre el viejo túnel en el que se encontraban. Las distintas rutas y posibilidades de escape que se les presentaron por el camino, confundieron a la chica. Sin embargo el androide parecía saber perfectamente el camino correcto.

Unas horas después llegaron a una pared sin salida y Luxor bajó a la agitada Giselle al suelo.

―Tu... corres... muy rápido... ―divagó respirando con gran esfuerzo y mareada. Echó un vistazo a su alrededor― ¿dónde estamos?

―Bajo la corporación Sovifen. Era la única salida viable, señorita.

―Genial, tal vez aquí sepan algo de mí papá ―exclamó entusiasmada.

―No, señorita. Sigue corriendo peligro, le recomiendo buscar un lugar donde esconderse.



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En el texto hay: amistad, proteccion, robots y humanos

Editado: 07.07.2020

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