Para protegerte.

Capítulo 3

Se trataba de una bella casa hecha a la antigua, elaborada de ladrillos y tejado de teja. Sus dimensiones rondaban los doce metros de ancho y quizás, más de veinte de largo. Esto, sin contar sus dos pisos y el sótano.

Giselle cerró los ojos y sonrió al recordar los viejos tiempos en los que todos eran una familia, eran una familia muy unida y los más importante; se amaban. Cuando su mamá murió, Giselle deseó seguirla a la muerte para estar juntas. No lo hizo por una simple razón, su papá la necesitaba tanto...

Con el tiempo y con un grande dolor en el pecho, los dos aprendieron a vivir sin la dulce Evelyn, recordando todos los días su reconfortante cariño y amor. Esperando el momento en el que todos estuvieran juntos de nuevo.

Giselle reprimió las lágrimas que le rogaban salir y le quemaban en los ojos. Entraron a la casa con la vieja llave manual que acostumbraban colocar bajo el tapete, manías de su mamá que decidieron guardar.

Necesitó de gran auto control para mantenerse de pie y no echarse a llorar.

Adentro olía a viejo e historia. Ella inhaló el bien recibido aroma hasta que el pecho le dolió, el lugar había estado guardado desde que lo dejaron y eso le dio satisfacción.

Inspeccionaron la sala cubierta de polvo, los muebles estaban en su sitio y la mesa donde solían colocar el café los domingos por la mañana, seguía en el centro del salón. Giselle pudo ver como su mamá se sentaba con la tasa entre sus manos y sonreía. Se le escapó una lagrima que mojó la alfombra del suelo.

Luxor a petición de Giselle, entró al comedor y se cercioro de que todo estaba en un perfecto orden. Ella no resistía una nueva ola de recuerdos.

Sus pasos por el lugar dejaron huellas indefinidas debido al polvo, cuando ingresaron a los salones superiores, Giselle tenía la mente nublada, sin embargo, notó como Luxor se inquietaba.

―¿Qué pasa? ―preguntó nerviosa.

―Alguien está aquí ―dijo poniéndose enfrente de ella―, en esa habitación.

El androide señaló una puerta a unos metros, la chica reconoció de inmediato la habitación matrimonial donde solían dormir sus padres. Giselle bajó la mirada, sintiéndose triste pero al mismo tiempo asustada, ¿De nuevo intentarán secuestrarme? Pensó.

Luxor se acercó a la puerta despacio y con cautela, el lugar permaneció en un inquietante silencio que le puso los pelos de punta a la chica. Deseó murmurarle a su compañero que tuviera cuidado, sin embargo no quiso pecar de imprudente al advertir al intruso de su presencia y prefirió quedarse callada.

La respiración se le volvió lenta y temerosa, no era capaz de parpadear siquiera. Sus manos comenzaron a sudar, Luxor se preparó para atacar y rodeó el picaporte con la mano en total silencio.

El mismo sigilo que fue roto de forma violenta por un alarido de dolor por parte de Giselle. Como en cámara lenta, Luxor se giró para saber qué había pasado. La joven estaba en estado fetal sobre el suelo, aullando de sufrimiento. El androide no supo cómo reaccionar puesto que no identificó de inmediato el origen del dolor.

Una serie de explosiones irrumpieron la casa, Luxor corrió hacía Giselle y la cargó entre sus brazos. La pared más próxima estalló en mil pedazos tras sus espaldas.

La chica se retorcía sobre si misma pero Luxor lo ignoró mientras corría para salir de ese lugar con ella cargada. Abrió la puerta sin vacilar, ya no había tiempo de discreción.

Una vez adentro de la nueva recamara, el androide golpeó la pared hasta producir un orificio lo suficientemente grande para salir por él. Pero en el último segundo, antes de que la última explosión derrumbara la casa, Luxor pudo ver una marca de ausencia de polvo en la mesa de la alcoba. Tomó aquél pequeño artefacto y brincó.

Giselle no sintió la caída del segundo piso, el dolor le nublaba los sentidos. Esto duró un segundo más y de la nada, quedó aplacado. Abrió los ojos llorosos y se percató de que Luxor corría con ella cargada.

Alzó la vista por encima del hombro del androide y vio como la casa había sido invadida de nuevo por los mismos seres. La misma ola de humo y la misma aeronave. Contuvo el nudo de su garganta, con las mismas preguntas rondando su cabeza una y otra vez, ¿Cómo me encontraron?, ¿por qué no me dejan tranquila?, ¿por qué me atacan?

Unos segundos después, la casa quedó tan lejana como un punto en el horizonte. Ya no podía distinguirla y cerró los ojos, dándose la comodidad de dejarse salvar por Luxor.

Aquélla zona, estaba casi desierta, carecía de casas y personas. Su papá había comprado los privilegios del terreno para guardar los recuerdos de su mamá en ése valioso lugar, ése valioso lugar que sin consideración acaba de ser destruido.

El androide se detuvo cuando los consideró lejos de la amenaza, estaban en un valle con un poco de monte y escasos árboles.

Giselle bajó y se estiró, no se molestó en quejarse y preguntarse que tenía la vida en su contra. En cambio, se recargó en un árbol y suspiró.

―¿Se siente bien, señorita? ¿Por qué sentía tanto dolor? ―preguntó Luxor con un gesto que la joven interpretó como preocupación.

―No sé, sentí un dolor horrible en mi estómago. No sé por qué, era como un retortijón en mis entrañas ―explicó con calma―, pero de la nada se fue, tan rápido como llegó.

―¿Puedo revisarla? ―preguntó el androide, ella asintió.

Escaneó su interior y no encontró anomalía alguna, Giselle desertó esa preocupación. Tenía cosas más importantes.

―¿Tienes una idea de porque nos siguen? ―interrogó ella.

―No, señorita. ―respondió de forma inmediata, movió la cabeza a un costado y miró al vacío― encontré algo que tal vez le gustaría ver.

Despertó la curiosidad de Giselle y preguntó sobre aquél dato. Luxor extendió su mano y le mostró una pequeña capsula de metal.

Se trataba de un vídeo pre-grabado, Giselle experimentó de todo antes de pedirle a Luxor que lo pusiera en marcha.



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En el texto hay: amistad, proteccion, robots y humanos

Editado: 07.07.2020

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