Se quedó sin energía y rendida, se dejó caer al suelo. Ahora sí, todo se había acabado. Los grilletes azotaron contra el piso y produjeron un sonido metálico.
Una nueva risa se unió a su humillación. Se trataba de otra persona conocida. No necesitó levantar la vista para reconocer a Abdul Marshall.
―Tranquilo Goro, mejor que lleven a la pequeña a su cuarto. Debe estar en buenas condiciones para recibir al bebe ―comentó minutos después Abdul.
―Si claro ―dijo el jefe―, pero antes. Mira esto Giselle, tu papá creó un robot sin las tres leyes para protegerte. Ridículo, ¿Acaso te encariñaste con él?
Giselle levantó la cara y lo miró con odio. Después, miró Luxor que seguía sin incorporarse a la situación.
―Luxor, ayúdame ―suplicó esperanzada, el androide no se movió y él único que respondió ante los ruegos de Giselle fue el jefe con más burla.
―Oh niña, es solo un robot. No debes confiar en ellos, no saben de lealtad. Una simple reprogramación de un buen hacker puede hacerle cambiar sus prioridades ―el jefe señaló a Abdul, quien sonrió hipócrita, orgulloso de dicho "hacker"―, y para vengarte de ése traidor... ―le hizo una seña a uno de los guardias― mátenlo, ya no lo necesito.
Giselle se movió bruscamente negando con la cabeza, quiso zafarse de sus grilletes pero no pudo. No le importaba lo que aquél hombre dijera, no quería que Luxor muriera a pesar de haberla traicionado.
Uno de los guardias se colocó frente a Luxor y apuntó su arma contra la cabeza del androide, quién no se movió ni hizo nada para defenderse.
Se escuchó un disparo. De pronto el hombre frente a Luxor quedó desintegrado en el viento tras un olor a quemado y su arma calló al piso.
El jefe de la organización lanzó un bramido y arremetió contra Giselle. La golpeó con furia, ella sobre el suelo cubría su rostro con las manos juntas por los grilletes.
No tenía idea de cómo había logrado hacer uso de sus habilidades para salvar a Luxor pero por más que lo intentaba no podía repetirlo. El dolor la inundó durante aquella pequeña eternidad.
De repente, el hombre que la atacaba fue desprendido por los aires, calló sobre una mesa que no cedió ante la fuerza del impacto y se deslizó hasta el piso en un baño de sangre, muerto.
Giselle se incorporó, los demás guardias sostenían a Luxor mientras él luchaba por zafarse tras haber matado a aquel hombre. Una ola de confusión la inundó y no pudo evitar que dos guardias la volvieran a agarrar por estar esposada de pies y manos.
Un momento después, Abdul la tomó del brazo y dos los hombres se unieron a los que peleaban contra el androide.
―Tu, vienes conmigo ―murmuró enojado. Ella se resistió lo mejor que pudo pero él la arrastraba con violencia.
Después jalonearla por los pasillos, llegaron a un cuanto aislado construido de duro cristal azul y la arrojó adentro.
―Aquí te quedarás encerrada hasta que des a luz ―sentenció el científico con voz triunfante.
Giselle había dado paso a la furia y se arrojó contra Abdul. Él se estrelló contra la pared produciendo un sonido hueco y deslizándose hasta quedar en la superficie.
Giselle aprovechó esta ventaja para subirse sobre él y golpearlo consecutivamente con lo tenía al alcance; los grilletes.
Sin embargo, la dicha no le duró mucho, ella era solo una jovencita de quince años esposada y no bastaba para mantener sometido a un hombre adulto. Pronto los papeles se invirtieron y la osada Giselle quedó plasmada en el suelo mientras recibía la peor golpiza de su vida.
El dolor le resultó insoportable tras cada brutal golpe que recibía, más sin embargo también de cierta forma le era gratificante, no podía negar que se sentía muerta en vida con la pérdida de su padre y el dolor físico de alguna manera la distraída del emocional. Aun así, luchaba por defenderse con las pocas fuerzas que le quedaban.
Éste es el momento en que me salvas, pensó en Luxor.
Sin embargo, él no llegó. No, hasta una hora después. Cuando Abdul se había marchado, dejándola en un baño de sangre.
―No... ―exclamó el androide al momento de forzar la entrada y entrar. Se acercó con delicadeza y la tomó entre sus brazos. Sin esfuerzo liberó sus manos de los grilletes― lo lamento tanto.
―Luxor ―murmuró Giselle, su garganta estaba seca y le dolía cada músculo de su cuerpo. Pero estaba viva, Abdul la necesitaba y matarla era un regalo que no estaba dispuesto a otorgarle―. ¿Tú me trajiste con ellos?
El robot bajó la cabeza y asintió, avergonzado de si mismo.
―Fui reprogramado automáticamente cuando entré a la oficina de Abdul, para fingir que estaba de su lado mientras ellos se preparaban. En la terraza, vi como la maltrataron y no hice nada hasta que le implantaron el feto y nos dejaron marchar. Yo no estoy de su lado, señorita. Soy un traidor.
Su voz tenía una punzada triste que Giselle notó al instante. Movió con cuidado la cabeza en su dirección y trató de mirarlo con la vista tornada rojiza por la sangre acumulada en sus ojos, una vez que lo logró; asintió con la cabeza. Ella ya había llegado a una conclusión.
―¿Por qué estás aquí entonces? ¿Por qué te preocupas por mí y me defendiste del jefe de los Ziros?―preguntó con serenidad. El androide se encogió de hombros como cualquier humano y ella continuó―. Mi papá era un ser extraordinario, es por eso. Él puso algo en ti que por más que la tecnología intentara arrebatarte, no pudieran... ―Giselle tosió y escupió sangre.
―Necesito curarla ―la interrumpió.
―¿Lo ves? Te preocupas por mí y eso solo significa algo, me quieres. Mi papá logro darte sentimientos. Era la única manera de garantizar que siempre me protegerías, incluso cuando te ordenaran lo contrario. Nunca te cambió las tres leyes, solo te dio sentimientos, como cualquier humano. Y un humano puede matar para proteger a quien ama.
Luxor retrocedió un poco y vaciló con una leve sonrisa. Por un momento los dos permanecieron en silencio.