Parábolas de 3akat

Parábola de los resignados

Yo entiendo a muchas de las personas que vienen a parar a este reino. No puedo terminar de juzgarlos o criticarlos, porque sé que afuera las cosas no van para nada bien por muy lejos. Y no estoy hablando particularmente de Terra Nova, bueno, vamos a hablar específicamente de alguien que vino de ahí, pero no es la única persona que ha venido hasta acá con una historia similar, o más bien, no son sólo de Terra Nova los que vienen a 3akat a tener un final digno.

He de destacar que sí, son más los humanos que vienen aquí a morir, no obstante, no se trata de una totalidad, nunca lo fue. Tal vez no se note de buenas a primeras, puesto los fantasmas de otras razas comúnmente está ocultos en otro sitio. No están a simple vista de quienes vienen de visita en vida a nuestro reino, a parte, este no es un lugar donde el turismo es deseado por nosotros ni anhelado por los turistas.

¿Qué es lo qué pasa realmente dentro de Terra Nova qué hace a los humanos venir desesperadamente a nuestro reino a acabar las cosas? Sí, aquí es horrible y deprimente, pero para los fantasmas es un paraíso, y nuestro rey asegura, y es verdad, que cuando mueras y despiertes como un ser ectoplásmico, la existencia será mucho mejor.

Lo que les voy a contar son los porques de alguien común para venir aquí a terminarlo todo, mas hay algo detrás de esta historia. Un pequeño valor agregado que les hará entender no sólo más a nuestro reino, sino lo que es vivir aquí todavía vivo.

Quien me contó esto dice que cuando seguía con vida tenía 21 años de edad. Vivía en la zona europea de Terra Nova, en el sur de la misma, con su familia, la cual estaba compuesta por sus dos hermanos menores y tres mayores, sus padres, y su abuelo paterno. Para hacer la anécdota más simple vamos a llamar a quien me contó esto «Judy».

Las cosas en la familia no iban nada bien. Judy me contó que todos los días se levantaba muy temprano, ayudaba a su abuelo a bañarse, mismo que parecía estar muy «feliz» siempre que ella le asistía. La madre le obligaba a limpiar la habitación de sus hermanos y hermanas, pues ellas estudiaban y el mayor estaba ya trabajando en un taller automotriz cercano. La paga no era muy buena, pero el aprendizaje del oficio era lo importante para todos.

Luego de eso, Judy acompañaba a su padre al mercado de la zona americana, donde ambos vendían ropa usada y otras cosas a buen precio. La chica se esforzaba mucho en siempre mostrar un buen rostro, pero la gente del reino tampoco está de buena actitud todo el tiempo. La mayoría se ve disgustada o cansada. Es difícil mantener un agradable semblante siempre.

De regreso a casa, ya en la noche, el padre sólo llega a descansar, mientras que la madre de Judy le pide asistirla en la cocina y preparar la cena de todos.

Por si eso fuera poco, si su hermano mayor no llega a casa a la hora correspondiente, es Judy quien sale a buscarlo a altas horas de la noche, y es ahí donde las cosas comenzaron a ir de mal en peor hasta un punto de quiebre.

Nuevamente salió de casa aquel día luego de tener una jornada bastante agotadora. Cansada, desalineada y con sueño, la joven caminaba por los largos pasillos del reino a media penumbra, cuya luz mercurial apenas ilumina la acera por donde uno transita.

Todos saben que el reino, la metrópolis en sí, es peligrosa a todas horas. Puedes encontrarte con una gran variedad de personas indeseables, o entes peligrosos, mas esto no le importaba a Judy. Era consiente de los peligros, pero cuando no te pasa nada, te sientes confiado y haces estupideces.

Ella comenta que siempre pasaba por una calle que tenía más luz y le parecía menos peligrosa, una donde las prostitutas se reúnen. Al ver tanta gente acumulada le hacia sentir un poco más segura. Así que pasó por ahí, escuchando piropos de mujeres emperifolladas, transexuales, hombres musculosos y chicos delgados vestidos de manera tierna. Todos buscaban lo mismo: un cliente, y aunque ya conocían a la joven, continuaban trabando de ganarse su atención.

La chica los ignoró y siguió su camino, hasta llegar al taller donde su hermano trabajaba, el cual estaba obviamente cerrado, pues eran cerca de las once de la noche ya.

Judy tocó el portón y el dueño abrió, seguido de su mujer que estaba también preocupada por quien podría llegar en la noche gritando el nombre del hermano de la chica.

— ¿Judy? ¿Qué haces aquí? —Preguntó el hombre al ver que se trataba de la hermana menor de su trabajador.

—Estoy buscando a mi hermano. Todavía no llega a casa —explicó la chica, algo que extrañó al hombre.

—No está aquí, pequeña. Ni siquiera vino a trabajar hoy —reveló el señor, algo que hizo a Judy llevarse su mano al rostro y apretar el ceño en modo de molestia—. ¡Lo siento! ¿No quieres quedarte aquí hoy? Es tarde.

—No, gracias señor. Mejor me regreso a casa antes de que sea más tarde.

—Judy, espera —dijo la esposa del hombre, para luego continuar—. Creo que tu hermano está en la zona neón, en un antro llamado Dark Velvet —Judy conocía ese lugar, porque le han ofrecido trabajo numerosas veces y sabe que necesita pagar para entrar, por lo que sólo se enfadó más.

— ¡Entiendo! Buenas noches.

—Judy, insisto. Quédate con nosotros. Yo hablaré con tus padres —las palabras del amable hombre parecían ser de sincera preocupación, pero al ver los ojos de aquel sujeto, Judy desconfió, no porque sea malo, sino porque le recordaba a mucha gente, así que declinó la oferta.

La chica ideó un plan y fue hasta el antro antes mencionado, en donde se encontró con los guardias de la entrada y dijo que deseaba entrar para el puesto que le ofrecieron. Los hombres de traje hablaron con el personal de recursos humanos del sitio y ellos les dieron luz verde par que la chica accediera, inclusive con lo mal vestida y la mala apariencia que tenía encima.

Judy pensaba ir directo al lugar donde estaban los clientes, pero fue detenida por la entrevistadora, una vampiresa de nombre Diane, mejor conocida como Black Wine.




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