PARADOJA
En aquel 31 de diciembre de 1.920 la pandemia de gripe española que había asolado el mundo, estaba casi extinguida, no obstante el miedo atenazaba a todos los habitantes del planeta. Era curiosa la actitud de los seres humanos: La pandemia había comenzado en 1.918 y a pesar de haber causado millones de muertos en su primer año, parecía que nadie le daba la importancia que tenía hasta que no hubo una sola familia que no tuviese que lamentar algún muerto. En la Navidad de 1.920 ya solo había algún caso aislado, desde los medios de comunicación se mandaban mensajes de optimismo, pero todo el mundo evitaba los contactos con otras personas en la medida de lo posible, y nadie caminaba por la calle con la boca descubierta.
Carlos llegó con diez minutos de adelanto a su cita con Emilia y buscó una mesa en la cafetería de la puerta del Sol que habían establecido como punto de encuentro. Llevaban más de dos años sin verse y no podrían darse dos besos, ni un abrazo.
--Hola Carlos
Escuchó a su espalda cuando se disponía a dar el primer sorbo al café que le acababan de traer.
--Hola Emilia --dijo Carlos al volverse y ver a su amiga. Si no fuese porque la estaba esperando, quizá no la habría reconocido, ya que llevaba la cara cubierta con su bufanda. Instintivamente se levantó e hizo un gesto de aproximarse, pero ella retrocedió un paso para evitarlo.
--Perdona, me ha dado tanta alegría verte que me he olvidado de las precauciones --se disculpó Carlos sintiendo una punzada de vergüenza.
--Ya, no te preocupes, lo entiendo --contestó ella con tristeza mientras rodeaba la mesa para sentarse frente a él --Ojalá fuese verdad que ya hubiese terminado esta pesadilla, pero se ha llevado la vida de mi madre y de mi hermano, y eso, es algo difícil de superar.
--Sí, me enteré de tu perdida, lo lamento mucho.
--Yo también me he enterado de que murió tu padre y tú primo.
--Sí, y mi mejor amigo --añadió Carlos con voz compungida.
--Ah, eso no lo sabía --dijo Emilia.
--Sí, mi amigo Roberto. Murió en primavera.
--Vaya, pues lo siento mucho. ¿Quién no ha perdido a alguien con esta maldita pandemia? --preguntó de forma retórica Emilia.
--Afortunadamente, según dicen, ya está prácticamente erradicada.
--Eso dicen, pero ¿Quién nos va a quitar el miedo? Nada volverá a ser igual.
--Supongo que con el tiempo --dijo Carlos intentando imprimir a sus palabras un optimismo que no sentía. --¿Sabes? Ayer terminé de leer una novela de un escritor inglés que se llama H.G. Wells.
--No le conozco --dijo Emilia.
--Yo le auguro un gran futuro. En esta novela que te digo, habían inventado una máquina del tiempo con la que podían viajar al futuro, y ¿Sabes que pensé?
--¿Qué? --preguntó Emilia expectante.
--Pues que si existiera esa máquina y la tuviésemos aquí ahora mismo, nos trasladaríamos cien años en el futuro, iríamos tú y yo al 31 de diciembre del año 2.020 para podernos dar un fuerte abrazo.
José Luis Guerrero Carnicero
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