𝟔
𝐏𝐑𝐎𝐅𝐄𝐒𝐎𝐑
ᴜɴ ɴᴜᴇᴠᴏ ᴄʟᴀᴠᴏ
Ese día no recibí respuesta, pero eso no evitó que sintiera culpa luego de decir esas palabras. Cuando quise ver si su rostro reflejaba el impacto de mis palabras, solo sentí un ráfaga de viento delante mío que me hizo cerrar los ojos. Al abrirlos, él ya no estaba. Estuve unos minutos esperando en el mismo lugar, pero nada pareció cambiar, así que solo decidí salir del bosque.
Mientras seguí el camino de vuelta no pude evitar recordar el momento. Mis propias palabras se repitieron en mi cabeza con el único propósito de hacerme sentir mal y el recuerdo de su rostro, algo arrugado por las palabras que dijo, junto a su postura algo encorvada hacia mí, acompañaron ese sentimiento.
La culpa no me dejó incluso cuando volví a la escuela.
«Dijiste que no querías nada que ver con él. Unas palabras hirientes no matan a nadie. Si tienes suerte, él ya no te hablará más», había dicho la voz ese día.
Su palabras solo me hicieron sentir más culpable.
Los días siguientes me preparé mentalmente para verlo en las clases, pero no apareció desde ese día. Aún veía a los demás de su grupo, así que supuse que volvería a verlo por ahí con el tiempo, pero el fin de semana el chat grupal del grado se volvió loco con los rumores de que los Vaughan ya no estarían más en la escuela.
«Ganamos», había dicho la voz ese día.
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La tercera materia del día era trigonometría. Abrí mi casillero, pintado de un rojo ocre al igual que el de los demás, y metí mi brazo para sacar lo que supuse era el libro de trigonometría. Al sacarlo noté que no era ese, así que lo devolví a su sitio. Saqué otro libro, pero ese tampoco era. Ya que no quería sacar un libro y volver a meterlo, me acerqué más al casillero. Alcé un poco cada libro para identificar el de trigonometría, pero no parecía estar en la pila. Revisé una vez más, pero nada.
Pensé que estaba en mi mochila. Me la saqué de inmediato de la espalda y la abrí, pero no vi rastro del libro.
¿Lo dejé en la casa?
Ya que no estaba en el casillero ni en la mochila, acepté que estuviera en la casa aunque no recordase en qué momento la saqué.
«Tal vez fue cuando no dejabas de ver tu teléfono», escuché de la voz.
«Sí, claro. Tal vez», respondí sin mucha gana.
Era cierto que el fin de semana estaba distraída. Las teorías y rumores sobre los Vaughan no dejaron de crecer en esos dos días. Muchos dijeron que habían escuchado algo de alguien conocido o que habían visto algo extraño. Por suerte nadie dijo mi nombre en esas teorías ya que me preocupaba que de repente alguien me metiera en el asunto y me convirtiera en el centro de atención.
«¿Qué harás? ¿Le pedirás a alguien que comparta el libro contigo?», preguntó la voz.
Lo pensé, pero en verdad no deseaba hablar con nadie más. Había otras opciones antes de esa.
«Si hoy no es un día de mala suerte, el profesor tendrá una copia de lo que haremos hoy», respondí. «Y me lo podrá prestar si le digo que no tengo el material».
Cerré mi casillero.
De repente el ruido que la gente hacía con sus conversaciones, se redujo y ahora parecía escucharse múltiples susurros. Miré hacia un lado, topándome a un grupo de chicas a solo unos casilleros de distancia, que parecían mirar hacia la entrada de la escuela. Sus miradas eran de alguien que había sido cautivado. Miré a un grupo de chicos que estaba en la otra fila de casilleros, ellos no parecían cautivados, en cambio tenían miradas que analizan a alguien y se dirigían también a la entrada de la escuela.
Coloqué mi mochila en la espalda y finalmente miré la entrada. Muchos también parecían mirar allí, así que no tardé en darme cuenta por qué lo hacían.
Dos personas parecían caminar con tranquilidad por el pasillo. Uno me fue fácil reconocer ya que era el director. Un hombre en sus cincuenta con una apariencia común. Todos lo conocían, así que no lo miraban a él sino al hombre que iba conversando con él.
Nada en su vestimenta sobresalía; una camisa celeste, un pantalón chino y un cinturón era lo que llevaba. Una combinación bastante común, incluso para la escuela. Pero eso no era lo que llamaba la atención. Su postura recta, su caminar elegante, su altura y su rostro que parecía emanar el sentimiento de inocencia y maldad juntas era lo que llamaba.
«Los incentivos de la escuela son en verdad algo únicos», escuché de la voz.
Ya que muchos veían en su dirección no me importó ser parte también de ellos. Vi como sonrió mientras seguía hablando y sentí un sobresalto en mi pecho. Sabía que pasarían a mi lado, pero no me molesté en apartar la mirada
Con la sonrisa aún intacta en su rostro, de repente la mirada que tenía en el director se alzó y chocó con la mía por un segundo para luego apartarla con naturalidad. Mi corazón se saltó un latido en ese segundo.
Y solo lo seguí con la mirada hasta que desapareció por una esquina.
El ruido que eran susurros volvió a como era antes, haciendo que la presencia del que acababa de pesar se sintiera como una ilusión.
«Supongo que eso es suficiente para olvidarnos de Michael Vaughan», escuché decir a la voz.
«Por favor, no lo menciones. En verdad quiero olvidarme del tema», respondí e hice un gesto de molestia.
«¿Y si los rumores son falsos?», preguntó la voz.
«Lo seguiré ignorando», respondí.
Las primeras dos materias fueron tranquilas. No había pista de Michael ni de sus hermanos, haciendo que los rumores se inclinaran a ser algo cierto. Esperaba que lo fueran ya que no tenerlos a la vista hacía que la escuela se sintiera solo como una escuela y no un escenario donde pasaban cosas.