Paradoja de una Elección

7

𝟕
𝐏𝐑𝐎𝐅𝐄𝐒𝐎𝐑

ᴇꜱ ʙᴜᴇɴᴏ, ᴘᴇʀᴏ ᴘᴇᴏʀ

 

Verlo sin una sonrisa en el rostro me hizo comprender que esa felicidad que transmitía con su sonrisa era lo que lo hacía parecer inocente. Sin ella, su boca solo parecía una línea recta nada destacable que hacía que te concentraras en sus ojos oscuros en busca de algo. Si su rostro fuera una pintura colgada en un museo, probablemente me hubiera quedado viéndolo para tratar de descubrir su pensar en una expresión que no generaba alguna línea sobre su piel, pero debido a la situación mi mente solo podía pensar en que ante sus ojos yo parecía alguien que se había metido a escondidas a un sitio prohibido, cuando no era así.

—¿No puedes escuchar a esa distancia? —preguntó él. Su expresión cambió a la de alguien sorprendido por un atrevimiento.

Tal vez el mío, aunque no intentaba serlo. Su confianza me hizo pensar que era alguien con alguna autoridad superior a mí. Cuando lo vi junto al director solo pude pensar en la palabra “visitante”, pero viendo como defendía la integridad de la sala, solo podía pensar en aquello.

Él empezó a caminar hacía mí, con una mano en el bolsillo delantero de su pantalón y otra libre, siguiendo el movimiento de su caminar.

«Hay que huir», escuché de la voz. Incluso sonó como si le divirtiera decirlo.

«Eso es un pensamiento demente», respondí. «Incluso si fuera un visitante, eso sería muy irrespetuoso».

Solo fueron segundos cuando él llegó a estar lo suficiente cerca para no invadir el espacio personal.

—Te pregunté si te habían dado permiso para entrar aquí, ¿ahora vas a contestar? —preguntó, cruzándose de brazos.

—Pedí permiso a la coordinación —dije, pronunciando cada palabra para que no hubiera error en lo que dijera.

—¿Para qué? —preguntó él rápidamente.

—Quería sacar una fotocopia de este libro —respondí y mostré el libro que tenía en mis manos.

Su mirada se fijó en el libro, echó una mirada a mi rostro, luego miró la fotocopiadora a solo unos pasos de distancia y al final dio una respiración honda. Dejó de tener los brazos cruzados para ponerlas a cada lado sobre sus caderas.

—Está bien —dijo—. La próxima vez tienes que esperar a que alguien más esté en la sala, ¿bien? —Al final de sus palabras dio una ligera sonrisa que lo hacía ver más accesible.

—Sí, perdón —respondí.

—Bien. Dame el libro y dime qué páginas piensas hacerle una copia —dijo, extendiendo su mano abierta hacia mí.

—Ah, no. No se preocupe, yo puedo hacerlo —dije. Agité mi mano delante de él en negativa.

—Dámelo —insistió él, en un tono tranquilo, pero dominante.

Tan solo esa imagen de él fue capaz de traerme recuerdos que me negué en revivir en ese momento, pero que no fue necesario para sentir que ceder era la mejor opción. Fue solo un segundo, pero no pude evitar pensar que si este mundo tuviera fin, esperaba que fuera antes de que cumpliera dieciocho.

Extendí mi mano con el libro y él lo recibió. Le dije las páginas que quería tener en copia, él asintió y con el libro abierto en su mano se fue a la máquina. Lo seguí por detrás, al igual que un niño sigue a una madre. Lo vi tocar la pequeña pantalla de la máquina con sus grandes dedos y preguntó:

—¿De qué grado eres? —No desvió la mirada de lo que hacía.

—Es mi último año —contesté. Sus movimientos se detuvieron.

—Ya veo. Supongo que te fueron con la noticia, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa divertida y volteó a verme. Tenía la misma sonrisa que tenía cuando hablaba con el director.

«Así que él es el profesor nuevo. Pues Camila tenía razón en no apartar los ojos de él», escuché a la voz.

«Si en verdad es el profesor, pues será una distracción», contesté.

«Solo dices eso porque es un profesor, pero si fuera alguien de una de tus revistas, tal vez no pensarías igual», respondió la voz.

«Calla», dije.

Me quedé un momento viéndolo y escupió una pequeña risa. Tocó un solo botón de la máquina que pareció haberla apagado.

—Aunque hubieras traído la copia de lo que haríamos hoy, yo lo hubiera tomado como que no tienes el material —dijo con una ligera sonrisa que no parecía nada empática.

Así que en verdad es el profesor nuevo.

Así que en verdad tengo mala suerte.

—Disculpe, pero no creo que sea malo que use copias —reclamé, aunque mi voz no sonará como un reclamo.

—¿Cómo te llamas? —preguntó algo más serio y una vez más se cruzó de brazos, pero sosteniendo con una mano el libro.

—Bezny Hali —contesté.

—Hali, es una regla en mi clase no olvidar el material no importa qué. Veo que ya te dijeron qué pasa, así que asumirás las consecuencias —dijo con tono grave y se dio media vuelta, caminando hacia la puerta de la sala. Agarró la manija y abrió la puerta sin que él saliera, sin embargo se paró al lado de está y con el libro en una mano me hizo un gesto de que me fuera.

Ante su atenta mirada, caminé hacia la puerta sintiéndome incómoda con la situación. Había conocido muchos profesores, todos con una personalidad distinta, pero el físico y la personalidad de este parecían rozar una línea diferente. Tal vez me lo esté imaginando y solo sea una coincidencia.

Antes de salir de la sala, me paré, lo miré y miré el libro en su mano.

—¿Podría devolverme el libro, por favor? —pregunté sin sonar brusca.

—Esto me lo quedo yo —contestó él, mostrando el libro.

—Pero, el libro no es mío —dije—, y tengo que devolverlo.

—Al final del día te lo doy. Imagínalo como un castigo —dijo, dándome una mirada desde arriba como si eso fuera un insulto suficiente.

Resistí las ganas de fruncir el ceño delante de él y poner una cara de confusión, pero mi cara se mantuvo como la de alguien que acepta lo que le dicen y solo contesta:



#7865 en Novela romántica
#1759 en Chick lit
#3872 en Otros
#386 en Aventura

En el texto hay: romance cliche, chic lit, badboys timetravel

Editado: 24.07.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.