Paradoja de una Elección

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𝟏𝟏

𝐌𝐀𝐍𝐔𝐄𝐋

ᴇxᴛʀᴀ ᴏʀᴅɪɴᴀʀɪᴏ ᴏ ᴇxᴛʀᴀ ᴏʀᴅɪɴᴀʀɪᴏ

 

Deslicé mi dedo por la pantalla de mi teléfono. Con una mano ligeramente tapando mi boca, di una sonrisa y luego cerré los ojos para aguantar la risa. Si estuviera en mi casa me hubiera reído, pero aquí, en el comedor del edificio, había mucha gente a la que no quería interrumpir mientras comía.

—¿Qué estás mirando, eh? —preguntó Manuel, alegre, mientras se acomodaba en su asiento frente a mí.

—¿Puedo preguntarte algo? —dije con picardía.

El pareció sospechar sobre qué trataba la pregunta, alzó una ceja y luego se cruzó de brazos. Se reclinó en su silla y me analizó por un momento.

—Lanza —contestó.

—¿Tú también gruñes en el sexo? —pregunté, aguantándome la risa.

Él frunció su ceño en una expresión graciosa.

—Hey, ¿qué estás viendo de verdad? —preguntó exaltado.

Noté que la gente detrás de él se volteó un poco luego de que se exaltara y no pude evitar sentirme mal.

—Calma, calma —dije mientras hacía un ademán con las manos de que bajara un poco el tono—. Te lo mostraré.

Extendí mi teléfono hacia él, lo tomó con cuidado y le dije que leyera lo que decía en este. Hubo un momento de silencio en nuestra mesa mientras lo veía leer. Di un bocado a mi almuerzo mientras esperaba una reacción de él y al final la tuve cuando abrió sus ojos más de lo normal. Me lanzó una mirada que parecía cuestionarme. Volvió a leer de mi teléfono y luego lo devolvió.

—En serio, Bezny, ¿qué lees, ah? —preguntó con una mirada juzgona, pero que a mí solo me causó gracia.

—Solo lo leo para reírme —contesté con una amplia sonrisa.

A pesar de que no podía llamarme fanática de tales historias debido al contenido, no negaba que estas me causaban gracia cuando leía algo que parecía antinatural. En este caso, el personaje masculino gruñó mientras tenía sexo.

—Pero no contestaste —dije en reclamo.

Él tomó un sorbo de su botella de agua, como si se preparara.

—A ver, yo no puedo hablar por todos, pero yo solo he gemido en esas situaciones y de vez en cuando un pequeño quejido sale, pero gruñir, ¿cómo haces eso? —Una vez más frunció su ceño y siguió lanzando preguntas al aire. Contesté algunas de sus preguntas con suposiciones y seguimos hablando de cómo podría funcionar un gruñido natural mientras nos reíamos en nuestra hora de descanso.

 

֍

 

Sentí como si mi cuerpo estuviera en automático, en espera de algo que lo sacara de ese trance. Ni siquiera la mano sujetándome la muñeca me generaba algo que me incitara a pensar o hacer, ya que solo lo miraba como si necesitara fijar mi mirada en un punto, casi rogando reaccionar.

—¿Por qué no se va? —escuché de parte del chico que me sostenía y alcé la mirada, él estaba observando algo por la pequeña ventana de la puerta—. Diablos —masculló y dio un suspiro.

Luego de unos segundos se volteó hacia mí y me resultó inevitable notar sus lentes de sol que parecían muy grandes para él, al igual que la sudadera que llevaba.

—¿Estás bien?

Su simple pregunta de repente se sintió gigante en mi cabeza y noté un grito silencioso en el fondo de esta misma, pero de mi boca ya sabía que palabra saldría y no tardé en escucharlo en el silencio del salón.

—Sí —dije débilmente.

El chico dio un ligero movimiento de su cabeza que me hizo entender que mi respuesta le resultó confusa.

—No, no estás bien —replicó y se sacó los lentes oscuros.

Las luces del salón no estaban encendidas y el sol que pasaba por las ventanas era lo único que me dejaba ver su rostro con ligeros cambios que no di mucha importancia ya que ver su cara fue suficiente para sacarme del trance. De repente sentí mis piernas perder fuerza, pero no quise caer. Me solté de su agarre en mi muñeca con facilidad y con mis manos tomé sus hombros, apoyando la fuerza que me quedaba en ellos. Él se vio sorprendido.

—Manuel… —solté con un suspiro y aún sosteniéndome de sus hombros, dejé caer mi cabeza, encontrándome con la vista en el suelo y en nuestros zapatos frente a frente.

Se me pasó por la cabeza dar una pequeña risa, pero la mirada borrosa se me adelantó para luego sentir un nudo en la garganta mientras empezaba a dejar caer lágrimas. Y aunque quise controlar los sollozos, al final salieron como si me necesitara de ellos para respirar.

Sin mucha espera sentí como Manuel acortaba la distancia entre nosotros con lentitud. Mis brazos que estaban extendidos apoyándose en sus hombros se redujeron hasta reposar en mi pecho en busca de un acurruco que no tardé en sentir. Los brazos de Manuel se pusieron alrededor mío mientras me daba ligeras palmadas en la espalda, buscando calmarme. Su acto me hizo sentir segura y las lágrimas se intensificaron en ese momento que sentí la confianza de alguien. Lloré sintiéndome vulnerable, pero con cada palmada suya los sollozos disminuyeron hasta ya no existir. Las lágrimas también se volvieron menos frecuentes y sentí mis ojos cansados cuando ya no salía ni una lágrima de mis ojos.

—¿Te sientes mejor? —preguntó él en un susurro. Asentí sobre su hombro y me separé de él, limpiando mi rostro de la poca humedad que quedaba—. ¿Puedes esperar un momento aquí? No voy a tardar —Se puso los lentes oscuros de nuevo y asentí para luego ver que salía del salón.

Me giré y me senté en el primer asiento cerca de la puerta en el salón. Contemplé el salón vacío siendo iluminado solo por la luz de afuera que cada vez disminuía con el pasar del tiempo. Vi el escritorio para profesores y no pude evitar relacionar lo que pasé hace un momento. Revivir la situación en mi memoria hizo que mis piernas temblaran.

No se supone que esto deba ser así.

«Eres una imbécil», escuché de la voz y me sentí mejor al no sentirme sola a pesar de sus palabras. «Sabías muy bien que podía pasar algo y aún así decidiste preocuparte por otra gente. Esto no habría pasado si hubieras seguido lo que dije».



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En el texto hay: romance cliche, chic lit, badboys timetravel

Editado: 24.07.2024

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