Paradoja de una Elección

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𝟏𝟒

𝐍𝐈Ñ𝐄𝐑𝐎

ᴄᴜᴀɴᴅᴏ ʜᴀʙʟᴀɴ ᴅᴇ ᴀᴍᴏʀ, ᴛᴏᴅᴏꜱ ᴏʟᴠɪᴅᴀɴ ᴀ ʀᴏꜱᴀʟɪɴᴀ

Quise ignorarlo y fingir demencia. Quise volver a mi casa y ocultarme allí como si fuera una jaula, ya que sabía muy bien que este chico, Jay, sería el siguiente y tendría que pensar en alguna forma de deshacerme de él, pero hoy no me sentía capaz de hacer algo que le llevara la contraria. Ayer estudié e intenté recordar la película, pero sentía que se escapaban cosas, así que me rendí, pero fue suficiente para hacerme sentir exhausta.

Tal vez tendría que seguirle la corriente en cosas no tan extremas hasta encontrar algún momento donde pudiera marcar el fin de la interacción, un momento culmine quién el que tendría que retroceder fuera él.

«¿Y si te dejas llevar?», había preguntado la voz ayer, como sugerencia.

«No estoy demente», fue lo que contesté.

Tomé un respiro y me puse el casco de la motocicleta, con algo de sufrimiento ya que no sabía cómo ponerme una. Sentí un ligero cinturón que supuse tendría que abrochar el casco en mi cabeza, pero mis manos fueron torpes.

Sin tener el visor del casco tapando mis ojos, vi a Jay que aún estaba recostado en su moto, viéndome con sus ojos entornados, indicando que sonreía debajo de su casco; hasta que soltó una risa que tapó con una de sus manos enguantadas en cuero negro. Se acercó y previniendo la situación aguanté una expresión de molestia cuando sin permiso y aviso puso su mano debajo de mi casco.

—Qué tonta —dijo con diversión en sus palabras mientras movía sus dedos en el cinturón del casco para asegurarlo en mi cabeza.

Luego se dio media vuelta y se subió a su motocicleta, la cual al estar él montado en ella parecían complementarse. Tal vez era porque él usaba ropa negra igual que ayer y tenía algunos accesorios de metal.

—Sube —dijo Jay, indicando detrás de él.

Sin rechistar, avancé y me puse delante de donde me sentaría. Vi debajo de mí, buscando una manera de cómo subirme sin dañar algo del vehículo, hasta que Jay dijo algunas instrucciones y subí.

—Agárrate de mí —dijo Jay en un tono bajo.

«Qué gran oportunidad», escuché de la voz.

«Por favor…», advertí.

Sin pensar mucho sostuve las cintura del niñero. La incomodidad fue inmediata y mis manos se hicieron puños que agarraron su camiseta negra.

—Puedes pegarte a mí, eh —dijo él.

—Estoy bien —contesté con la voz alzada debido al casco.

—Es más seguro si te pegas a mí —escuché que exclamó, a la vez que el motor de la motocicleta se encendió.

—Estoy bien —grité debido al ruido del vehículo.

—Te puedes caer…

—Estoy bien —repetí, interrumpiéndolo.

«Qué atrevida».

—¿Quieres morir acaso? —preguntó, sonando con algo de desespero.

«Sí», dijo la voz.

—Así estoy más cómoda —respondí.

Un encogimiento de hombros fue su respuesta y arrancó la motocicleta.

Pensé que pasaría unos minutos hasta que llegara a sentir la sensación de libertad cómo había visto o leído en historias, pero no sucedió. El ruido y el temblor del vehículo me hicieron sentir como una mancha negra en un papel blanco cuando llegábamos a un semáforo rojo y alrededor solo iban vehículos con cuatro ruedas. La sensación del viento pasando por mi cuerpo, también me agarró desprevenida. A la vez que la velocidad y las curvas me hicieron sentir temerosa por sufrir una caída.

«¿No querías morir?», preguntó la voz con diversión.

«Aunque lo hiciera, no serviría», contesté y recordé el intento fallido de atropello.

Cuando estábamos a casi una cuadra de la escuela, exclamé:

—Puedes dejarme aquí.

No tuve una respuesta por parte suya, así que di un ligero tirón de donde lo sostenía y volví a repetir las palabras, pero una vez más no recibí respuesta. Quise volver a repetir las palabras, pero me detuve cuando se pasó la parada que quería. Ni siquiera hubiera pensado en pedirle algo si no fuera por haber considerado la posibilidad de que me vieran junto a él, el chico principal del momento y el que llamaría la atención. No quería ser parte de ese momento y que me relacionaran con él, para que luego usaran mi nombre en conversaciones ajenas.

Lanzarse de la motocicleta ahora parecía una buena idea, pero fue tarde ya que el vehículo se estacionó cerca de la entrada escolar, y como predije, algunas miradas se posaron sobre nosotros.

Bajé rápido del vehículo y busqué el cinturón de mi casco, logrando deshacerlo y cuando quise tirar del casco hacia arriba lo sentí atascado. Vi a Jay bajar de su motocicleta y acomodarla, para luego quitarse su casco, revelando su distintivo color de pelo. Noté como las miradas incrementaron y aunque sentí desespero por estas, fingí tranquilidad.

Una vez más tuve a Jay frente a mí y pude escuchar su risa burlona, hasta que sentí como el casco era retirado en un movimiento hacia atrás, dejando el olor floral que había en el casco sobre el aire. Y en un instante después sentí su mano derecha sobre mi cabeza, para luego sacudir mi cabello, desordenándolo más de lo que el casco había hecho.

«Maldita sea, no el cabello», escuché de la voz.

—Así te ves mejor —dijo con un sonrisa que luego transformó en risa.

—Okey, gracias —dije mientras mantenía mi sonrisa y di media vuelta para entrar a la escuela, arreglando mi cabello con disimulo.

֍

Salí del salón, al igual que muchos, luego de haber terminado el examen teórico de educación física. La materia no era algo de qué preocuparse, así que en esa última hora me sentí menos tensa que la primera materia.

Hoy era el inicio de la quinta semana del mes y el último para pasar a abril, así que la escuela había iniciado su semana de exámenes. Ese evento donde muchos estaban tensos y otros no tanto por recibir las hojas con varias preguntas. Eso a la vez me dejaba en claro que estaba apunto de cumplir un mes en este lugar desconocido.



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En el texto hay: romance cliche, chic lit, badboys timetravel

Editado: 24.07.2024

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