Paradoja de una Elección

15

𝟏𝟓

𝐍𝐈Ñ𝐄𝐑𝐎

ᴜɴ ᴘʟᴀɴ ᴍᴀʟ ᴇʟᴀʙᴏʀᴀᴅᴏ ᴛʀᴀᴇ ᴘÁɴɪᴄᴏ ʏ ᴘᴜᴇᴅᴇ ɴᴏ ꜱᴀʙᴇʀ ᴇʟ ᴛɪᴇᴍᴘᴏ ᴄᴏʀʀᴇᴄᴛᴏ

—Es un amigo.

—¿Estás segura de eso? —preguntó con un tono burlesco.

—Sí —contesté y volteé a verlo con una sonrisa.

—Yo creo que deberías dudar, ¿sabes? —Pasó de mí y se dirigió al sofá que se podía ver desde la entrada. Se sentó y dejó caer su cabeza en el respaldo en un acto de cansancio—. Los chicos no son amigos de chicas sin un motivo— dijo.

«Agh, qué pensamiento de mierda», escuché de la voz.

Él tenía los ojos cerrados así que deshice mi sonrisa para luego apretar mis labios en decepción, no por él sino por mí, al sentirme provocada por ese argumento que ya había escuchado muchas veces antes. Aún me provocaba enojo incluso cuando sabía que él diría algo así.

Le lancé una mirada más, analizando su postura cómoda ante un lugar que no era suyo y que parecía rechazarlo al verse tan en contraste con todo alrededor de la casa. Si él fuera un modelo y fuera fotografiado en este lugar, tal vez hubiera comprado esa revista por el hermoso contraste de la imagen, que viéndolo ahora parecía más una mancha.

Notando que parecía no tener intención de moverse donde estaba, caminé hacia la cocina y me serví el almuerzo, que no demoré en comer mientras cada tanto alzaba la mirada para ver qué hacía Jay. No sabía qué es lo que haría ya que cuidaba no seguir el patrón de comportamiento de la protagonista que era el de alguien que se dejaba llevar mucho y no pensaba las cosas antes a tal punto que era cómico, pero que la hacían ver increíble cuando solo la hacían ver infantil. Terminé mi almuerzo, y sin anunciar nada caminé hacia mi habitación.

—¿A dónde vas, eh? —escuché detrás cuando ya estaba entrando al pasillo donde quedaba mi habitación.

—Voy a estudiar —contesté luego de voltear y ver que seguía en la misma posición.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó y dejó de tener la cabeza recostada para mirarme.

«¿Quién lo pregunta?», se rio la voz. «Este tipo incluso quiere abandonar la carrera solo porque no estudia», se burló.

—No, gracias —contesté amablemente.

—Estoy en la universidad, así que puedo ser de gran ayuda, ¿sabes? —. Se levantó del sofá y empezó a caminar hacía mí hasta quedar a un metro de distancia. Contuve las ganas de solo irme a mi habitación, pero no quise mostrar intimidación.

“¿Quien te necesita? Yo no” fue el diálogo con el que la protagonista contestó. Él respondió con picardía mientras se acercaba que sí lo necesitaría y que sería tarde o temprano. Una escena bastante vergonzosa, pero perfecta para un público joven.

—Si tengo un problema te llamo, ¿okey? —contesté sin dejar que la amabilidad en mi voz sea notable. Él pareció algo dudoso en su mirar, pero no dijo nada así que di media vuelta y entré en mi habitación.

«¿Qué pasa si él fuerza la puerta?», preguntó la voz.

No estaba lejos de la puerta de mi habitación así que extendí mi mano y giré el pequeño seguro debajo del picaporte.

«Tendría que cambiar de estrategia, pero no creo que pueda pasar. Su personalidad es molesta, pero no del tipo que forzará una puerta», contesté.

«No olvides que puede salirse de control», respondió la voz.

—La película es apta para todo público. La anterior historia no lo fue —dije.

No quise decir más, así que me senté en mi escritorio. Saqué algunos libros para estudiar, junto a la libreta que tenía escondida detrás de unos libros. Abrí la página de un libro de Historia y tomé un lapicero, lista para empezar, sin embargo el sonido de mi teléfono vibrar en mi cama llamó mi atención.

Tomé mi teléfono y al encenderlo leí el nombre de Manuel. Me sorprendí un poco ya que a pesar de haber intercambiado números, nunca nos escribíamos, pero la sorpresa fue disipada al recordar su rostro estupefacto cuando me vio.

«Sospecha algo», escuché de la voz.

Desbloqueé mi teléfono y pude ver su mensaje en las notificaciones: ¿Estás bien?

Dudé en si debería contestar o fingir que no vi el mensaje hasta unas horas después. Si le contestaba sabía que sería con una afirmación a la vez que sabía que seguiría la conversación hasta llegar a querer saber porque me había tirado.

Me senté en mi cama con el teléfono siendo sujetado por ambas manos mientras pensaba en qué hacer si él llegara a hacer alguna pregunta sobre el porqué no resulté herida. Tal vez ni siquiera lo pregunte y en verdad solo esté preocupado en por qué hice algo así.

De repente un recuerdo algo borroso se mostró en mi memoria. Manuel y yo estábamos ebrios en una fiesta. Ya había pasado mucho desde que había empezado la fiesta así que la gente no estaba tan animada. Algunos hasta estaban dormidos, pero nosotros aún nos mantuvimos con los que se quedaron despiertos. Había dejado de seguir bebiendo así que podía recordar vagamente algunas cosas como por ejemplo que Manuel me haya pedido perdón por siempre preguntar sobre cómo estaba. Él dijo que no quería ser molesto, pero no podía controlarlo y más conmigo que parecía ser el centro de rumores extraños. También confesó con palabras que tropezaban entre ellas que el motivo detrás de esa pregunta era para prevenir que nadie sufriera el mismo destino de su madre que fue el suicidio.

Dado que el Manuel de aquí también pregunta lo mismo, significa que pasaron por la misma situación. Puede que solo pregunte el por qué lo hice, aún así eso conlleva más preguntas que recaen en que estoy viviendo algo irreal.

Necesito más tiempo.

Bezny:

Estoy bien.

Manuel:

Bezny, ¿estás bien en verdad?

Bezny:

Sí, no te preocupes.

Manuel:

Hay algo que quiero preguntar.



#9467 en Novela romántica
#2056 en Chick lit
#4897 en Otros
#562 en Aventura

En el texto hay: romance cliche, chic lit, badboys timetravel

Editado: 24.07.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.