Paraíso Podrido

Cuarto Intento: Abandonado

Decepcionado, Joseph corría hacia Terra Nova por el desierto. Recordaba cómo era su vida al lado de sus amigos, incluida su verdadera líder, la mujer que fundó la Elite de fuego, la misma que le inspiraba y le generaba respeto como para seguirla sin dudar.

Todas esas alegrías pronto se volcaron en desgracias al ver dentro de su mente cómo una gigantesca llamara púrpura caía sobre un mar de fuego azul. Un choque de colores fríos que terminó en una tragedia que lo sigue hasta el momento. La desaparición de su líder.

Desde entonces, Annastasia fue ascendida en lugar de su amiga, ordenado que se buscara señal de la pelirroja perdida. Con el tiempo, las decisiones de la nueva cabeza fue mermando las relaciones entre los miembros de la Elite de fuego. Se esperaba que ella asumiera el papel como tal, que se enfocaran en lo más importante, en el objetivo principal de la organización. No obstante, sólo la mitad pensaba eso. Había otros que nada más le eran fiel a quien ya no estaba. Por lo tanto, el no buscarla sugería que se habían rendido en la esperanza de recuperar lo que la Elite era.

El tiempo, mil años ya, creó una brecha entre los miembros de la organización. Tan grande era, que acabaron por desertar de la organización. Aunque prometieron que, si la líder original regresaba, lucharían a su lado una última vez.

Fue así como sólo quedaron Ken, Kantry, Herald, Joseph y Annastasia como miembros de la Elite de fuego. Los demás se esparcieron por Gaia II, en Vitanovus, y empezaron a llevar una vida desinteresada, así como caótica, hasta que les mermaron su poder de manera drástica.

Fue eso mismo lo que hizo que Joseph terminara por abandonar el hogar que habían construido sus amigos juntos. Más porque él se culpaba de ese incidente, aunque la respuesta que encontraron valió toda la pena del mundo, en palabras de la misma Annastasia.

De pronto, Joseph cayó por el Abismo del sueño. Estaba tan enfadado y metido en sus pensamientos que olvidó saltar. El vacío del cañón lo veía de frente, asustado el hombre por llegar al fondo, así que, de inmediato, invocó su alabarda y la estiró tanto como pudo, encajada en la pared que pasó de largo al introducirse en dicho agujero.

La herramienta parecía que iba a detener su caída, pero cerca del filo de ésta hay una grieta, debilidad que ocasionó se rompiera el arma, continuada la caída de Joseph.

Por unos segundos, el hombre contempló el cielo desde el abismo, la brecha que se iba cerrando a su perspectiva, y pensó: «¿No sería mejor caer aquí y ahora de una vez?»

La tentación inundó su mente y comenzó a cerrar los ojos, pero entonces escuchó una voz. Un recuerdo familiar le acogió el cuerpo, le ruborizó las mejillas y le hizo sonreír deforma cálida. Lágrimas fueron despedidas de los ojos del hombre mientras levantaba sus labios y recordaba el calor que sintió en sus momentos más felices, lo que activó el poder del nuxon negro sobre su cuerpo, lanzada una patada giratoria hacia el vacío, lo que lo impulsó un poco hacia la superficie.

Joseph pateó y golpeó el aire en dirección al suelo tantas veces pudo, elevado su ser poco a poco hacia la salida del Abismo del sueño, agotado rápido por el uso de su increíble poder para elevarse de esa manera tan poco convencional.

Al final, los gritos del hombre se hicieron presentes, pero consiguió llegar hasta la pared que estaba cerca del borde, donde cambió el color de su nuxon a blanco, usado el montículo de tierra tras su espalda como plataforma y conseguido salir disparado del cañón, cuyo aterrizaje del lado de Terra Nova fue torpe y escandaloso, rodando en el suelo y golpeándose con tanta cosa se encontrara en el camino, deshecho el nuxon alrededor de su cuerpo, sudado por completo y casi abatido por la hazaña que había logrado.

–Eso estuvo muy cerca. –Se dijo a sí mismo entre jadeos, puesto de pie con mucha dificultad, observada la ciudad que estaba ya a unos cuantos pasos.

Joseph no apresuró su andar. Lo anterior lo dejó sin muchas reservas, por lo que caminó hacia su casa de ahí en adelante, notado que las personas ya estaban fuera de sus hogares, transitada la metrópolis como lo era en los años antes del tercer juicio, aunque el ambiente se percibía más sombrío de lo que fue alguna vez.

La gente de Terra Nova siempre estaba alerta. Era normal porque la metrópolis era un blanco sencillo de muchos males, la mayoría de los humanos no tienen habilidades desarrolladas, aunque podrían entrenarlas, sólo los miembros de la Parvada roja, algunas personalidades de CES y los clérigos de MoA estaban capacitados en la magia por medio del aura. Los demás habitantes eran sólo civiles, incapaces de lanzar el hechizo más común que era luz. La habilidad de crear una esfera luminosa con tu aura o darle brillo a un objeto pequeño con ella.

Esto es la razón por la cual, a pesar de ser de día y de haber mucha gente en la calle, así como miembros de la Parvada roja, los habitantes del reino se veían inseguros, asustados o incluso apáticos. Vivir ahí no era fácil, pero era lo mejor que la humanidad tenía.

También dependía de la zona donde se estuviera. Hay unas más alegres que otras, pero ninguna lo suficiente como para compararla con el pasado.

Después de caminar durante una hora, Joseph notó que, a lo lejos, iba Declan corriendo hacia él, apresurado, por lo que el hombre se extrañó y trató de buscar su T-Pad para ver si había olvidado ver algún mensaje que el joven le hubiera enviado. Fue hasta entonces que se dio cuenta que había dejado olvidado el dispositivo en su casa.

–¡Joseph! Por fin te encuentro. ¡Dejaste tu T-Pad en casa! –dijo Declan, agitado por correr hasta su amigo.

–Sí, me acabo de dar cuenta. ¿Pasó algo malo?

–¡Al contrario! Vinieron a la catedral varios miembros de la familia D’Arc. Entre ellos está Xeneilky. –Lo revelado provocó que Joseph se envolviera por completo en nuxon blanco, despegado de donde estaba para ir hasta el lugar dicho. –¡Espera! Maldita sea. ¿Por qué es tan desesperado? –Se quejó Declan al no poder seguirle el ritmo, a lo que se agarró a correr para alcanzarlo.




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