Paraíso Podrido

Sexto intento: Absurdo

Joseph continuaba viendo en su mente lo que le había ocurrido a Efraín. Cómo aquel miembro de «Letanía», los cuales se creía era una secta conformada por personas que vestían igual que a quien vio el hombre, volvía machacado en instantes al miembro de la PR hasta que no quedó nada de él más que retazos de su ropa y las manchas en la pared. Hasta sus huesos fueron licuados entre la mezcla.

–¿Seguro es todo lo que viste, Joseph? ¿Algo que haya distinguido a este sujeto de los demás? –preguntó un oficial de la PR, pues el moreno los había llamado a escena para que investigaran sobre el siniestro, dada la declaración formal de los hechos por él para ayudarles tanto como pudiera.

–No, ya les dije que todo lo que pasó. No hay más evidencia, sólo esta mancha sacada del infierno. ¿Siempre pasa así, Caín? –pregunto Joseph a quien lo entrevistaba, pero el hombre sólo suspiró y vio al de gorra con algo de pena.

–Sabes que no puedo compartirte esa información. De todas maneras, muchas gracias por tu ayuda. Por favor, si vuelves a ver a alguno, avísanos para apoyarte. No hagas esto solo –sugirió Caín, lo que molestó un poco a Joseph, pues parecía que le daba a entender que fue su culpa que el criminal haya huido.

–Lo tendré en cuenta. –Sin otra cosa qué decir, Joseph pasó a retirarse del lugar con el nuxon blanco, pues ya se le había hecho tarde para encontrarse con Declan.

De todas maneras, el joven no se movió de donde acordaron, y al ver llegar a su amigo, se alegró mucho, emocionado de poder ver, por fin, las películas y series de la época de Joseph.

–¡Ya era hora! ¿Trataste demasiado en encontrarla y para nada? –Se burló Declan de su amigo, quien no se veía de humor–. ¿Pasó algo?

–Si estuve con la Princesa, pero no vi su rostro. Al menos eso creo –confesó el moreno, impresionado el menor de aquello.

–¡I-impresionante! ¡Tienes una suerte tremenda! ¿Por eso tardaste?

–No, vi a un miembro de Letanía camino a acá. Efraín está muerto. El sujeto que vi lo hizo pure y pintó la pared con sus restos apenas en segundos. Fue horrido de ver.

–Sí, hay reportes de ello. No eres el primero que ve eso –admitió el chico, sorprendido Joseph–. ¡Ups! Se supone no debería decir eso.

–¡Muy tarde! ¿Qué más saben?

–Bueno, creemos que los miembros de Letanía son vampiros. Parece ser que la magia que usan para derretir así a los cuerpos es sin duda «sangromancia».

–¿Tú crees? Pero de muy alto nivel, ¿no?

–No lo sé. No soy experto en vampiros. De hecho, me dan algo de miedo –confesó el chico, cosa que hizo pensar unos momentos al moreno.

–Esto es una locura. Nunca pensé que fueran tan poderosos. No creo que siquiera Viorica fuera capaz de algo así. Al menos no recuerdo que le haya hecho eso a una persona. La vi explotándolos o dejándolos secos, pero nunca pulverizándolos a tal grado y con tanta rapidez.

–Es increíble, ¿verdad? Sigue siendo un misterio que no resolveremos hasta atrapar a uno. Se te escapó, ¿no?

–Literalmente se volvió aire detrás de una pantalla de humo negro que invocó. Tal vez tengas razón, me parece que sus ojos eran rojos y pudo convertirse en rata o murciélago para escabullirse. También puede ser que haya sido una ilusión de muy alto nivel. ¡Maldita sea! Lo tuve acorralado. –Se quejó Joseph, frustrado y decepcionado de sí mismo.

–«Si lo viste una vez, puede que lo halles de nuevo». Es algo que Sakari nos dice seguido cuando se nos escapa un criminal o criatura maligna –citó Declan a una vieja enemiga de Joseph, cosa que le provocó sonreír un poco, abrazado su amigo al momento, regresado el afecto por aquel.

–Gracias, pequeño. No sabes cuánto ayudas.

–No, gracias por confiar en mí. Sabes que me gusta mucho ayudarte, Joseph.

–¡Bueno! Basta de posponer cosas. Ya me entretuvo media hora tu gente, no vamos a perder más tiempo acá, ¿no lo crees? –dijo el moreno al separarse de su amigo, animado.

–¡Sí! ¡Películas! ¡Películas! ¡Películas! –enunciaba emocionado el menor al introducirse ambos al edificio y de manera posterior al departamento de Joseph, en donde Declan se detuvo un momento al caer en cuenta de lo que había dicho su amigo–. ¡Oh! La parvada fue la que te distrajo de más.

–Sí, Caín me entrevistó y estuvo terco con que le diera más detalles, cuando no había nada más qué contar. –Se quejó Joseph al momento de cerrar la puerta detrás e invitar a Declan a sentarse, acción que el pequeño hizo de inmediato, tomado de la alacena palomitas, salsas y recipientes por el anfitrión, además de otras frituras que consumirían mientras vean el televisor.

–Primero que nada, gracias por reportarlo. En segundo, ese sujeto es un dolor de huevos. Siempre exige mucho a los testigos hasta el punto de estresarlos. Ya le dije a Kyle que hable con él, pero se niega a hacerlo –comentó Declan al recibir un recipiente y una bolsa de frituras que él compró y dejó ayer en la mañana, sentado a su par su amigo y encendido el televisor con su T-pad.

–¿Crees que haya una razón en especial?

–Ni idea. Kyle es muy paciente con muchas personas. Sobre todo, de los que vienen de otros gremios.

–¿De dónde era Caín?

–De MoA, igual que Efraín. De hecho, me parece que eran algo cercanos o tal vez sea mi imaginación por los nombres –destacó el chico, abiertas sus frituras y comenzado a consumirlas.

–Creo que si eran cercanos. Cuando le dije quién era, se detuvo a ver la mancha en la pared y me pareció que lo vi temblar unos segundos. Tal vez sepa algo.

–¿De qué o qué?

–Cuando los encontré, Efraín estaba hincado y llorando enfrente de su asesino, rogando por que le diera «paz». Quería que lo matara, me parece. –Dicha aclaración dejó anonadado a Declan durante unos segundos, paralizado, luego tomó más frituras y se las llevó a la boca, devorándolas.

–¡No manches! ¡Qué feo! ¡Pon la película, ándale! –pidió el chico, lo que dejó a Joseph un tanto extrañado de ver que le importaba poco a Declan su ex compañero.




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