Con cierta dificultad, Joseph consiguió salir de Le faux. Ya en la calle, notó que había una cantidad de gente mayor a la vista con anterioridad, pues ya era fin de semana y estos lugares recibían muchas más personas en dichas fechas.
A pesar de ello, el hombre pudo abrirse paso e ir hasta el pasillo donde vio a la mujer, mas ahora no había nadie ahí.
Trató de pensar hacia donde pudo haber ido, o a donde algún miembro de Letanía la pudo haber arrastrado. Debía ser cerca, porque la vio al menos hace unos veinte minutos. No pudo haber ido demasiado lejos.
–Maldición. ¿Por qué no lo hizo aquí? ¿Qué hay de malo con este lugar? –Se preguntó Joseph, para luego ver el callejón, atento, y pensar un poco en las posibilidades de qué haya ocurrido antes en ese sitio. –¿Cómo saberlo? –Joseph recordó cuando Annastasia trató de enseñarle hechizos básicos, cosas que incluso Kantry y Ken podían hacer con mucho esfuerzo. El hombre no quiso seguir tratando porque sentía que no llegaría a nada, porque le faltaba fe.
En ese momento, pensó primero en Xeneilky, pues se trata de una bestia sagrada, e intentó lanzar un hechizo que quizás le ayudaría, mas fue inútil. Sólo logró agotarlo un poco.
«Fe. Yo no le tengo fe a nada», pensó Joseph, hasta que recordó que si había alguien a quien le tenía fe ciega, a una persona a la que seguiría a donde sea. Joseph cerró los ojos, se concentró y trató con todas sus fuerzas de usar el hechizo al nombrarlo en voz alta.
–¡Detectar magia! –Un aura blanca surgió de él, misma que se extendió hasta el pasillo y marcó, de manera muy débil, que ahí, en efecto, ya se había efectuado un siniestro. –Mierda… ¡Lo sabía! ¡Lo logre! ¡Maldición! Debo encontrarla. –Emocionado, Joseph usó el nuxon blanco sobre su cuerpo y empezó a recorrer los callejos cercanos, ejecutado «detectar magia» en ellos para verificar si ahí los miembros de Letanía ya habían dejado un mensaje, notado que sí.
Hasta que, luego de unos diez minutos, los encontró. La mujer estaba más tranquila, abrazada de aquel sujeto, el mismo que Joseph ya había visto con anterioridad, hecho que le extrañó mucho, pues nadie, al parecer, había visto dos veces al mismo miembro de dicha secta.
–Adiós, Katherin –dijo el hombre al besar la frente de su víctima y poner su mano sobre ella.
–¡No! –gritó Joseph y se lanzó hacia ellos, conseguido separarlos con la acción de los dos esquivarlo, lanzada la mujer por el desconocido hacia enfrente de él y éste mismo arrojado hacia atrás, hecho un brinco mortal de 360 grados perfectos para reposicionarse y ver de frente a Joseph.
–¡Wow! Me has encontrado de nuevo. Esto debe ser el destino –dijo aquel sujeto, alegre de haber sido descubierto, mientras que el de gorra se recuperaba de aquel ataque, invocada su alabarda para combatir.
–¡Basta! Deja a esa mujer en paz –amenazó Joseph, asustada Katherin de lo ocurrido.
–No. Jamás dejaría que siga sufriendo. Ella va a ser liberada y no hay nada que puedas hacer al respecto.
–¿Ah, sí? ¡Mírame! –Joseph se lanzó una vez hacia el enemigo. Éste lo esquivó con una facilidad increíble, colocada una de sus manos sobre Joseph, cosa que le provocó al agresor perder la vista de manera progresiva, inundados sus ojos de una misteriosa materia oscura hasta que sólo había negrura frente a estos.
Los sonidos también se fueron y parecía como si todo su cuerpo se hubiera dormido. No sentía, escuchaba, olía o veá nada. Todo se había vuelto tinieblas y soledad.
De pronto, se escuchó una voz en la mente del hombre, y junto a esto, un enorme rayo de luz apartó la oscuridad a una velocidad increíble. No obstante, ya no se encontraba en el callejón, ni siquiera estaba en Terra Nova. Joseph se veía a si mismo en su antigua casa, justo como la recordaba. Un poco oscura, algo descuidada y de tonos grises, tristes.
–No fue tu culpa, Joseph –dijo la voz de nuevo, a la par que una figura familiar le llevaba un vaso con agua y se sentaba a su lado, pues el moreno estaba sobre un sofá, con lágrimas en los ojos.
–Sí lo fue. No debí enojarme. Tengo que controlar mis emociones como lo dijo ese anciano. Si quiero ser útil para tu sueño y el de ella, necesito saber cómo manejar mi poder –dijo un Joseph más joven, vestido de negro, arrepentido por lo ocurrido.
–Tu padre fue un abusivo durante muchos años. Te golpeó hasta el cansancio, te humilló y trató como basura todo este tiempo. ¿No crees que se lo merecía? Que alguien lo detuviera –enunció el sujeto al tomar la mano de Joseph, cuya voz parecía tranquilizarlo.
–No lo sé. Tengo miedo…
–No temas, yo estoy contigo. Mientras estemos juntos, debes sentirte seguro. Yo siempre voy a cuidarte, mi pequeño Joseph. –El moreno miró a los ojos de su amigo, quien se trataba de Xeneilky, pero con el cabello color castaño y los ojos cafés. Se notaba más humano, más joven.
–Gracias, sé que así será. Yo también prometo estar contigo siempre y cuidarte de cosas malas –prometió Joseph, cosa que hizo reír un poco a su amigo, para al final los dos besarse en los labios en medio de esa media penumbra.
«Lo prometo, amigo. Jamás voy a apartarme de tu lado», dijo Joseph una última vez antes que todo se tornara oscuro de nuevo, abiertos sus ojos en la actualidad, mareado y notado que, detrás de él, el sujeto ya había asesinado a Katherin, pintada la pared con sus restos.
–¡Maldito! ¿Qué has hecho? –preguntó Joseph con dificultad, puesto nuxon negro en su cuerpo, pues el blanco había desaparecido.
–¿Tan pronto? El nuxon es impresionante. Te protegió demasiado bien. Es una barrera mágica impresionante, aunque parece que ha disminuido en estos momentos.
–Esa vez… Fue una ilusión lo que usaste para huir.
–Sí, justo eso. Soy bueno creando imágenes frente a tus ojos. No necesito tocarte para hacerlo, pero, si lo hago, puedo escarbar en lo más profundo de tu ser. ¿Qué fue lo que viste? ¿Qué es eso que, hasta el día de hoy, te duele en lo más profundo de tu ser? –preguntaba el enmascarado, alegre, algo que molestó bastante al de gorra.