Paraíso Podrido

Decimo intento: Ayuda

Declan y Kyle se hallaban en casa de Joseph, en donde parecía que el anfitrión ya se había calmado un poco. Le acercaron un poco de jugo y estaban escuchando lo que tenía qué decir, atentos sus amigos a ello.

–Lo perdí el mismo día que el resto de la Elite. El día que invadimos el castillo de las siete sombras –destacó el moreno, apenado.

–¿Sabes? Ya había notado que estabas envejeciendo, mas no quise decir nada porque entendía que, si habías perdido el sello y no lo habías dicho, era por algo –confesó Kyle, un poco apenado.

–Yo lo supe desde que lo perdió. Obvio Joseph me pidió ocultarlo –explicó Declan un tanto avergonzado.

–Pero, ¿por qué lo ocultaste? Muchas personas están confiadas en que sigues siendo inmortal. Quieren que te lances contra peligros sin temor y ya no puedes hacer eso –explicó Kyle, mortificado.

–Lo sé, es justo por eso que no he dicho nada. Ya de por si me consideran un estorbo, con el sello siento que creen que sigo siendo útil de alguna manera, que por eso no me han corrido de la ciudad –extendió Joseph derramando un par de lágrimas.

–No digas eso. Eres amable, fuerte y un humano que ha vivido más de tres mil años. Por supuesto que las personas te queremos aquí, ayudando a defender nuestra ciudad. Tal vez hay que ser un poco más serios al respecto, pero fuera de eso, estoy seguro que todos quieren que te quedes –dijo Kyle con mucha confianza en su voz, lo que hizo a Joseph sonreír un poco, aliviado.

–Yo quiero que te quedes. No dejaré que nadie te corra –declaró el más joven, seguido de su superior.

–Ni yo. Éste también es tu hogar. Eres un humano como cualquier otro y éste es nuestro reino.

–Muchas gracias, de verdad. Perdona por mentirte, Kyle. He pasado por situaciones muy vergonzosas gracias a esta mentira que se me empezó a ir de las manos. Sabes que confío en ti, es sólo que no sabía cómo decirlo –comentó el anfitrión con la mirada baja.

–Es mi culpa. Me he alejado mucho de mis seres queridos. Necesito ir a casa a ver a mi familia también. Tal vez sea buena idea que vengas conmigo.

–No lo creo. Iré por mi cuenta otro día –alegó Joseph, nervioso y tratando de evadir por completo la situación incomoda de hacer dicha visita al lado de Kyle.

–Oye, ¿qué situaciones incomodas te generó mentir sobre el sello? ¿Con Xeneilky? –preguntó Declan, curioso.

–Son cosas personales. No deberías…

–Está bien, Kyle. Creo que me servirá un poco contarles lo que me ha pasado –dijo Joseph, para luego suspirar e iniciar a contar algunas historias que les revolvieron el estomago a los presentes, sobre todo al del paliacate azul.

–¿Por qué te prestaste a esas cosas? Santo cielo… Sabía que había gente enferma en Terra Nova, pero no creí que tan así. ¿Cuántas veces ocurrió?

–En todo lo que llevo conociendo a la gente de Terra Nova, salieron muchos locos así. A veces sólo era cortarme una mano o una pierna, otros querían hacerlo mientras teníamos sexo. Muchos querían sentir mis intestinos entre otras cosas. Pagaban bien, eso sí. Albert y yo lo hicimos durante mucho tiempo, llegamos a «prostituirnos» de esa forma. Ahora él es un mercenario de lo más bajo y yo, sigo estancado aquí –confesó el anfitrión, impresionados Declan y Kyle por eso–. Lo peor es que Albert me ha estado buscando últimamente. Me parece que quiere que hagamos equipo para que pueda atender trabajos más complicados. No sólo matar humanos, también otras razas y así recibir más dinero. Está loco si cree que voy a acceder –declaró orgulloso, algo que alegró mucho a Kyle.

–Ese es el Joseph que tanto admiro. Decidido y fuerte ante tentaciones tontas como esa. Me da gusto que tengas tus buenos valores bien tatuados. No te dejes llevar por eso, y si quieres, podría apuntarte para que seas un miembro especial de la parvada. Podría hablar con las Shadow layers y…

–No, no será necesario. Chibi jamás me querrá cerca de ellas.

–Eso no es del todo cierto. ¡Mírame a mí! Todos creían que jamás me permitirían ser un cardenal. ¡Y ya soy un arrendajo y del área superior! No pierdes nada con intentarlo –aseguró el de ojos grises, cosa que hizo pensar un poco a Joseph.

–Mi lealtad sigue con la Elite de fuego. Lo siento, pero no puedo. Aunque gracias por la oferta. Créeme que me hubiera gustado mucho trabajar con ustedes.

–¡Sí! Sería increíble, pero entendemos tu decisión, amigo –expresó Declan, animado.

En eso, alguien tocó a la puerta de la casa del hombre, cosa que extrañó a los presentes.

–¿Esperabas a alguien, amigo?

–No, para nada. ¿Quién es? –gritó el anfitrión, respondido aquello desde el otro lado.

–Soy Alexis, vengo a buscar a Kyle por ordenes de mi superior, Kenia. –La voz resultó conocida para todos, por lo que Declan se apresuró en abrir la puerta, encontrado no sólo el que se anunció, sino alguien más.

–Hola, también vengo yo –dijo Emmitt, alegre.

–¿Acabas de entrar, Alexis? Son ya las cinco de la mañana.

–Sí, superior. Nos quedaba cerca de nuestra casa, por eso me eligieron para venir a por usted.

–Y por eso vengo yo también, aunque yo estoy aquí por Joseph –explicó Emmitt luego de Alexis. El patrullero se notaba serio a diferencia de Declan, quien era más relajado a la hora de trabajar, incluso con otros arrendajos.

–Está bien, supongo que quieren que regrese a dar reporte del desastre causado por Letanía.

–Afirmativo, señor.

–Bien, eso significa que debo irme. Declan, tú ya saliste, ¿podrías hacerle compañía a nuestro amigo?

–Ya estoy bien, Kyle. No es necesario –mencionó Joseph un poco apenado.

–¿No te gusta mi compañía?

–Ya te dije que puedes quedarte aquí cuando quieras, bobo.

–Entonces ya es un hecho. Volveré mañana a ver cómo sigues. Por favor, cuídate. –Kyle fue hacia Joseph y le dio un fuerte abrazo, regresado el afecto por el anfitrión, quien no pudo evitar llorar un poco de nuevo.




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