Albert y Joseph peleaban contra el gigantesco juggernaut como podía, cada uno por separado. Sabían que, si se reunían, el monstruo iría con todo tras ellos y, en un descuido, sería el final del combate en un parpadeo.
La criatura, que no era para nada tonta, notó que Albert mantenía una distancia mucho mayor a él, además que, a pesar de poseer una espada, no parecía querer acercarse a atacar como Joseph lo hacía con su alabarda. Por eso, cuando consiguió alejar al moreno, se lanzó a gran velocidad hacia Albert.
El hombre, al notar esto en un segundo, no hizo otra cosa más que sonreír y la criatura consiguió partirlo a la mitad con un simple zarpazo, como si de mantequilla se tratase. Joseph vio aquello y se preparó para un embate, nada preocupado, extrañado el oponente en sus momentos que seguía en el aire.
Como si fuera una bomba, Albert abrió los ojos tanto como pudo y sonrió de oreja a oreja, expulsado un brillo carmesí de su cuerpo que cegó al ser en el acto, además que recibió un poco de daño mágico por ello.
A su costado, el verdadero Albert trató de rebanarle un brazo con su espada bañada en un aura roja que parecía un vapor sanguinolento, conseguida una gran herida en la axila del ser, mas nada más que eso, pues Albert previno un ataque de la cola y pudo evadirlo con un buen salto, lanzadas muchas más dagas a la extremidad que lastimó, cosa que le hirió todavía más, como si deseara deshacerse de dicha extensión de su cuerpo.
–¡Ya veo que intentas! ¡Buena cruz de odio! –destacó Joseph para lanzarse y embestir en las costillas al monstruo usando el nuxon blanco. Una vez hecho contacto, cambió al nuxon negro y trató de cortarle la misma pata con su alabarda, pero el juggernaut se dio cuenta de sus intenciones y cubrió dicha con la otra extremidad que tenía encima, lo que sólo permitió a Joseph lastimarle un poco ésta.
–No cantes victoria tan pronto. Recuerda que esa cosa puede entendernos –destacó Albert, disparadas dos cuchillas de aura carmesí desde su espada que dieron en la cabeza del monstruo y lo lastimaron un poco, arrojado el oponente hacia Albert de nuevo, expresada la misma cara del hombre, lo que hizo al monstruo detener su ataque y voltear hacia otro lado, visto que ahí estaba la otra figura del humano que, al ver que fue avistado, cambio su expresión a una de terror.
A medio camino, el juggernaut saltó hacia Albert y consiguió aplastarlo con dos de sus patas, sólo para que, una vez más, una cruz de odios se activara, cegado el juggernaut no sólo al momento, sino que, esta vez, iba a perdurar la ceguera.
–Bueno, no es tan listo cómo creía –mencionó al que iba a atacar, quien es el verdadero Albert.
Joseph saltó tan alto pudo y cayó sobre la criatura, clavada su alabarda en su espalda, pues se movió para que esto no fuera en su cabeza, lastimada por el embate.
Albert aprovechó y creó una gran cantidad de dagas que lanzó a sus patas traseras, lastimadas por esto, lo que hizo enojar al juggernaut que continuaba ciego, hechos movimientos bruscos para bajar a Joseph de su cuerpo, puesto sobre dos patas y lanzado su hechizo atemorizador, cubierto Joseph del nuxon blanco para defenderse, mas no alcanzó a cubrir a Albert.
Al verlo, el moreno se dio cuenta que el hombre ni siquiera se inmutó. El hechizo no le haca ningún efecto.
–Esa estuvo buena, pero necesitas más que eso para asustarme. –La criatura, al escuchar la voz de Albert se lanzó hacia él, detenido en el aire por Joseph, quien lo empujó a medio camino lejos de su camarada usando alabarda de nuxon negro.
Los ataques continuaron y parecía que, lento pero seguro, iban a derrotar al juggernaut quien no estaba dando un sólo golpe efectivo contra ninguno de sus dos oponentes.
El problema es que, tanto Joseph como Albert, ya se notaban agotados. Las técnicas que estaban usando gastaban una cantidad de aura impresionante y se estaban quedando sin recursos. Si, el monstruo se notaba lastimado y cada vez más lento, pero parecía que no sería pronto su caída.
«Con un demonio. ¿Qué tanto aguantan estas cosas?», se preguntaba Albert con la respiración agitada y sudando, pues sabía que sus reservas estaban ya algo bajas.
Joseph continuaba dando golpes certeros y bastante poderosos al juggernaut y éste tenía una resiliencia impresionante, como si pudiera seguir durante más horas. Por desgracia, se les adelantó a los humanos, pues en un descuido la cola pudo golpear a Joseph, lo que alarmó a Albert, lanzadas varias dagas hacia el enemigo para distraerlo, evadidas aquellas por él sin problemas y lanzado con todo a Joseph.
Albert trató de detenerlo, pero al irse en contra de él, el juggernaut abrió su hocico y disparó su rayo que casi da de llano en Albert, de no ser porque interpuso su espada, lo cual terminó por arrojarlo hasta chocar contra un edificio, golpeado también Joseph por un cabezazo del monstruo, lo que casi le apaga su nuxon, clavado en el suelo.
El juggernaut iba a disparar otro rayo, ahora hacia el moreno, y en ese momento un par de balas de aura le dieron justo en los ojos, cosa que le hizo retroceder.
–Ni creas que vamos a dejar que ustedes sean los héroes de nuestra ciudad, tontos –exclamó Jarm, acompañado de varios clérigos de MoA, así como varios miembros de la PR que, de inmediato, lanzaron varias balas de aura al monstruo.
Kyle, quien era el más habilidoso del grupo, se acercó y desenfundó su látigo blanco. El juggernaut lo vio y trató de golpearlo con un zarpazo, pero el hombre lo evadió con un rápido salto y lanzó su arma hacia el brazo de Joseph, sujetado y lanzado el herido hasta los brazos de Declan, mismo que lo capturó, pero cayo al suelo sentado gracias a eso.
–¡Menos mal llegamos a tiempo!
–¿Dónde mierda están las perras de las Shadow layers? –preguntó Joseph, molesto y abatido.
–Ni idea. Todo mundo las está llamando y no contestan. Esto está en nuestras manos por ahora.