–Imposible… –mencionó Albert al ver la figura del hombre a la distancia. Aquel, con una tranquilidad impresionante caminó hacia la criatura que había eliminado.
–Es extraño. Nunca había visto que un juggernaut se perdiera en el desierto por tanto tiempo. El cambio en el color de su piel verdosa indica que lleva, al menos, unos dos meses aquí cerca. ¿Qué habrá ocasionado que viniera hasta acá? –Se preguntaba el hombre, avistado por Joseph, mismo que se levantó un poco con sus brazos para observar lo que pasaba.
–¿Gregory? Gregory… ¿Eres tú? –preguntó el hombre con lágrimas en los ojos, atendido de inmediato por Ashanti, hecho acto de presencia junto a Jarm, quien no dejaba de apretar sus pistolas y no le quitaba la vista al sujeto que los salvó.
–¿Quién más podría tener una entrada tan impresionante como esa?
–Sólo tú, amigo. Me da mucho gusto verte. Gracias por salvarme.
–Salvarnos, querrás decir. –Albert interrumpió a su camarada, con una sonrisa en el rostro, acercado a Gregory para saludarlo con un fuerte apretón de manos. –Hace mucho que no te veíamos. Creí que seguías huyendo.
–La mala fama me persigue. He estado viviendo en la Sierra del alba, pero me cansé de estar allá y decidí visitar a quien pudiera encontrar aquí en Terra Nova –confesó el hombre, alegre.
–Gregorio Salazar. Eres un criminal de clase superior buscado por los seis de los siete reinos. Estás condenado a cadena perpetua en Grimhergard. Debes tener muchas agallas para mostrarte en Terra Nova así nada más –expuso Jarm, cosa que hizo a todos cambiar su forma de ver al hombre de inmediato.
–Es verdad. El único reino al que no he causado problema es Terra Nova, y soy un humano. Pido asilo en la ciudad, como lo merezco. Creo que ya probe que soy de fiar –explicó Gregory al ver el cadáver del juggernaut, molesto Jarm por ello.
–Es bienvenido en la ciudad, señor Gregorio. Por favor, siéntase como en casa –dijo Ashanti al terminar de curar a Joseph, el cual todavía estaba algo aturdido por el golpe, ayudado por Declan a ponerse de pie.
–Con cuidado. Fue un buen azote. Deberías descansar.
–Supongo que les dijiste como para que vinieran, ¿no? –preguntó Joseph a su amigo, mas fue respondido por Ashanti.
–Ya lo sabíamos. Se nos fue informado hace poco menos de un día. Lamento que tu secreto ya no lo sea.
–Está bien. Ahora, tenemos que encargarnos de eso –resaltó Joseph al apuntar al juggernaut muerto, acercados algunos sacerdotes de MoA a él.
–MoA se lo llevará para su estudio. Una criatura tan poderosa no debe ser dejada así nada más como si fuera cualquier bestia –reclamó Jarm, a lo que Gregory sonrió.
–¿Y quién te dio derecho sobre este ser? Fui yo quien lo eliminó. De no ser por mí, todos ustedes estarían muertos. Los juggernaut absorben todo tipo de energía, excepto el aura. Parece una ventaja, pero en realidad tienen una resistencia bastante grande ante el daño contundente, como el de sus balas. No había absorbido la energía de Joseph porque no entendía lo que era el nuxon, hasta el final. Estaba ya tan recargado de energía luminosa, que podría deshacerlos a todos en un parpadeo. Tienen suerte de que estuviera presente –enunció el hombre de capa, cosa que molestó todavía más a Jarm.
–¿Quieres decir que estuviste viendo desde un inicio y no hiciste nada?
–No, venía en camino y escuché que cantaban «Holding out for a hero» de Bonnie Taylor y me pareció alucinante, por lo que corrí. Al llegar vi que Joseph le lanzó la bola nuxon al juggernaut. Tan pronto vi que mi amigo estaba en peligro, actué. –En ese momento, Joseph se lanzó a Gregory para abrazarlo, regresado el saludo por su amigo.
–Gracias por venir. No sabes cuánto te extraño.
–Yo también te extrañé mucho, amiguito. Es por eso que vine, a visitarte a ti, y por supuesto a Albert –comentó Gregory, regresada su mirada a Jarm–. Esa cosa se irá a donde quiera Joseph que la lleven.
–¿Eh?
–¿Qué te gustaría que hiciéramos con ella? –preguntó el caballero de ropajes negros, lo que dejó pensativo a Joseph.
–Hablaré con Herald para que se lo lleve a Maynard. Creo que él hará muy buen uso de él.
–¡Me parece perfecto! Así que aléjense de él, por favor –dijo esto último a todos los clérigos que estaban cerca del cadáver, retirados de aquel al momento.
Jarm, por su lado, no se notaba nada contento. Apretaba con mucha fuerza sus pistolas y hasta temblaba un poco, sin dejar de ver un sólo momento a Gregory.
–Jarm. Vámonos –ordenó Ashanti, mas el hombre no se movió un centímetro.
–¿Qué pasa, Jarm? ¿Tienes algo qué decir? ¿No estás de acuerdo conmigo? –Al decir eso, Gregory clavó su gran sweihänder en el suelo, delante suyo, sonriente y retador. El hombre de cabello bicolor vio eso y el cadáver partido a la mitad del juggernaut, para luego suspirar.
–Buen día, Gregorio. –El pistolero se dio la vuelta y pasó a retirarse junto a Ashanti y los demás clérigos de MoA, impresionados los miembros de la PR por eso.
–¡Wow! Se nota que no has cambiado ni un poco.
–Sí he cambiado, pero mi esencia sigue donde mismo –contestó Gregory a Joseph, bastante alegre.
–¿Cuánto tiempo te quedarás? Dime que más de un día.
–Sí, quiero estar aquí al menos una semana. Vengo de vacaciones. Sólo tengo deseo de rondar por la ciudad, convivir contigo y pasarla bien. ¿Qué dices?
–¡Me parece perfecto! –exclamó Joseph bastante emocionado, notado por Gregory que Declan no dejaba de verlo, emocionado.
–¿Te conozco?
–No, pero ha oído sobre ti desde que era pequeño –respondió Kyle al acercarse, percibido por todos que la PR empezó a retirarse, mientras Joseph llamaba a Herald para que se llevara el cadáver del juggernaut.
–¡Kyle! Vaya que has crecido bastante. ¿Cómo está tu familia? –preguntó el forastero después de darle un abrazo amistoso al patrullero.