Paraíso Podrido

Décimo Séptimo intento: Arresto

El amanecer de un nuevo día llegó a Terra Nova. Joseph y Gregrory se levantaron, se ducharon y desayunaron. Estaban listos para un nuevo día. No obstante, deseaban empezar sus planes a la invasión de MoA, y para ello, debían regresar a alguna zona céntrica de la metrópolis si no querían ser escuchados. Por lo que a las tres de la tarde salieron de casa del moreno para caminar directo a dicho lugar, distraídos en el camino por varios conocidos y personas que no sólo agradecieron ambos por salvarlos, sino que pidieron a Gregory les hablara un poco de sus aventuras.

Entre ellos, apareció César. Éste iba con su madre y se le notaba nervioso, mas la mujer lo alentó a que se acercara al par para hablar.

–Hola, buenas tardes –dijo tímido el joven.

–Buenas tardes, César –respondió Joseph, al igual que su amigo.

–¡Qué coincidencia que nos encontremos aquí! ¿Van a comer a algún lado?

–No, en realidad iremos al centro de la ciudad. Estamos investigando en la neblina –comentó Joseph, cosa que hizo reír a Gregory un poco.

–¿Qué? ¡Eso es muy peligroso! No deberían siquiera acercarse allá –mencionó el joven, asustado.

–No te preocupes. Estaremos bien, aunque gracias por preocuparte –resaltó Gregory al acercarse –. Te prometo que regresaremos sanos y salvos para que puedas llevar a este guapetón a comer como le prometiste.

–¡Sí! Estaré esperando –dijo emocionado el hombre de anteojos, retirado del sitio.

–Sigues dándole esperanzas.

–No lo son. Prométeme que saldrás con él y tratarás de ver lo bueno que tiene.

–Gregory.

–Prométemelo. –La insistencia del mayor hizo que Joseph suspirara fastidiado, mas aceptó al final.

–Lo prometo.

–Muy bien, continuemos, que ya casi son las cinco.

Durante el camino, el crepúsculo comenzó a hacerse presente. Tanto Joseph como Gregory estaban ya en soledad. La única persona que se observaba cerca era un patrullero de la PR que vigilaba la zona aledaña, mas estaba muy lejos como para escuchar al par.

–Bien. ¿Cuál es el plan además de patearle el trasero a Jarm? –preguntó Gregory, más que listo.

–Jarm puede parecer un imbécil, pero es un buen hombre. El tonto se ha dejado engatusar por MoA y no tiene idea de lo que pasa. Me lo demostró con un circulo de la verdad –respondió Joseph ante lo dicho.

–¿En serio?

–De verdad. No lo vayas a matar, sólo déjalo fuera de combate. ¿Queda claro? –Eso pareció decepcionar a Gregory, mas no le quedó de otra.

–De acuerdo. ¿Qué más?

–Buscamos las esferas que los guían a los Inquisidores rojos. Deben contener una cantidad de magia impresionante guardada con información de los abusados. Estoy seguro que con una que tengamos, será suficiente para que podamos ir con las Shadow layers en compañía de Annastasia y detener esta locura.

–Muy bien. –En ese momento, desde la niebla, se escuchó un terrible chillido, llamada la atención de los presentes, asustado Joseph de momento. –¿Qué rayos?

–Me pregunto: ¿Qué habrá detrás de la niebla? –Se cuestionó Joseph, pensativo.

–¿Nunca has tratado de atravesarla?

–Sí, pero las visiones que percibí fueron horribles. Esos espíritus o demonios dentro de la niebla son espantosos. Ni siquiera Annastasia ha podido cruzar. Sólo una persona que conozco lo ha logrado. –Eso impresionó a Gregory, el cual no se resistió en preguntar lo obvio.

–¿Quién?

–Xeneilky. Mas dice que sólo son más casas y ya. No hay nada extraño detrás –explicó el de gorra, decepcionado y nostálgico. De alguna manera, sabía que detrás de la niebla había algo de interés. Algo que deseaba ver con muchas ganas, mas no tenía idea de qué era.

–Tal vez Xeneilky te miente. ¿Sabes? Las bestias sagradas no son cien por ciento honestas, como los dragones. Mira cómo le mienten sus hermanos en la cara a nuestro ex camarada –dijo la voz de Albert desde el lado opuesto de la niebla, puesta la mirada del dúo en él, observado que iba caminando hacia ellos con las manos dentro de los bolsillos, nada feliz Joseph de verlo.

–¡Hey! Albert, ¿qué haces aquí? ¿Nos espías? ¿Quieres unirte a nuestro asalto? –preguntó Gregory, cosa que hizo reír a su antiguo camarada.

–No, en realidad no tengo interés de ayudar en lo que sea que Joseph haya descubierto en MoA. Son un grupo religioso, obviamente tienen cochambre dentro de sus paredes. Seguro es un problema ya muy cerdo para que tú aceparas, mas no es mi plan de hoy –confesó el hombre, alegre.

–Entonces: ¿Cuál es tu plan? –cuestionó Joseph, molesto. Sabía que Albert no planeaba nada bueno, por lo que lo confrontó de una vez.

–Vine para arrestar a Gregory y entregarlo a Grimhergard. –Por unos momentos hubo silencio. Ambos amigos estaban atónitos ante lo dicho, mas luego el caballero negro rio a todo pulmón. Se burló de la declaración de Albert tan fuerte que ya se notaba que exageraba. Por su lado, Joseph se notaba preocupado. Albert era una persona de armas tomar. Si tenía esa seguridad, era por algo.

–¿Y se puede saber cómo piensas hacer eso, flacucho? –preguntó el caballero oscuro al acercarse unos pasos a Albert. Él ya se había detenido a un par de metros de ellos.

–Yo vengo de escolta. El que lo va a hacer, en realidad, es él. –Albert señaló a la niebla, y tan pronto tanto Gregory y Joseph voltearon, pudieron ver que, desde el interior, caminando hacia ellos con un ritmo pacifico una figura delgada de ropas holgadas.

Una vez fuera del banco de vapor, la dupla se quedó pálida al observar de quién se trataba. Un hombre de edad joven, piel pálida oriental, largas garras, pelo anaranjado casi amarillento con las puntas blancas; usadas ropas comunes, debajo de un haori grande y holgado que tenía pintado varios zorros entre la nieve, jugando; resaltando por encima de la cabeza del sujeto dos orejas vulpinas cuyas puntas eran de pelaje oscuro, mientras que los ojos del sujeto eran tan rasgados, que daba la impresión de que estaban cerrados, acompañados de una ligera sonrisa siniestra.




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