Paraíso Podrido

Décimo Noveno intento: Altanero

Al despertar, Joseph se vio a sí mismo en su cama. Se levantó, desnudo y envuelto en sus cobijas, desorientado por completo.

El hombre trataba de recordar qué había pasado después de haber estado con Letanía, pero no alcanzaba a hilar nada, sólo un par de palabras que el sujeto le susurró al oído.

Las tres de la mañana es la hora perfecta para atacar. Hazlo y yo tomaré los orbes. Gracias por esta noche. Significa mucho para mí, Joseph. –Después de eso, no hay más, sólo oscuridad y una sensación de calidez alrededor de su cuerpo.

Joseph suspiró, sabía que, tal vez, lo que había hecho la noche anterior fue un error fatal. No obstante, no podía dejarse llevar por eso. Debía detener a toda costa a MoA, así tuviera que aliarse con una persona que asesina para «salvar» a sus víctimas.

Lo primero que pensó en hacer fue en hablar con Declan. Deseaba dejar todo en claro con alguien de confianza antes de hacer algo estúpido, por lo que tomó la espada de Gregory y salió de su hogar, dirigido directo al de su amigo que vivía en el centro de la zona Europa.

Fue entonces que le pareció ver a Emmitt, quien estaba con Alexis paseando en la cercanía. Al verlos, Joseph no pudo sacarse de la cabeza lo que Gregory le recomendó al menor hacer para alegrar a Emmitt, así que se acercó a ellos en pro de hablar un poco.

–¡Hey! ¿Cómo están? ¿Qué tal les va, chicos? –preguntó Joseph, alegres ambos de verlo, aunque el rostro de Emmitt se notaba apagado.

–¡Hola! Oye, ¿estás bien? Ayer peleaste y… –Alexis vio la espada de Gregory atada tras la espalda del hombre, lo que le preocupó. –Tú sabes…

–Estoy bien. He vivido cosas mucho peores. Créeme –explicó el moreno, tranquilizado un poco el menor por eso.

–Disculpa que no haya podido estar ahí cuando todo acabó. Nos pidieron tratar de ver hacia donde había ido Mangekyōmaru, pero no hubo ni un rastro –confesó Alexis, apenado.

–Yo salí hacia allá, pero la PR estaba pidiendo a los civiles estar al margen. Te vi de lejos y como no te veías muy bien que digamos, mejor regresé a casa –explicó Emmitt, apenado.

–Oigan, está bien. Gracias por tratar, pero les aseguro que todo está en perfectas condiciones. Nada malo pasó, lo juro. Sí, se llevaron a Gregory y me enojé mucho al pelear contra Albert, pero fue todo –explicó el mayor, un tanto apenado.

–Menos mal. Por cierto: ¿qué pasó con Albert? Nadie lo vio regresar a casa desde anoche –comentó Alexis, preocupado.

–Yo… No quiero hablar de él por el momento. Antes nos hemos peleado igual de horrible, pero esta vez sí se pasó de imbécil –explicó el mayor con un rostro nada feliz, por lo que los jóvenes se miraron el uno al otro y mejor cambiaron el tema.

–Bueno, basta de lo de ayer. ¿Qué haces acá? Nunca vienes a esta zona, según yo.

–En eso tienes razón, Alexis. Vine a buscar a Declan. Necesito hablar con él sobre unos asuntos importantes.

–Oye, entonces te estamos quitando tiempo. Será mejor que te dejemos continuar.

–¡No, Emmitt! Es temprano, seguro está dormido porque salió de trabajar hace tres horas. Déjenme acompañarlos un rato, ¿qué les parece? –Ambos amigos se vieron y sonrieron entre ellos, asentido a la propuesta de Joseph.

La triada se paseó por la zona comercial del lugar, la más famosa de toda la metrópolis. Ahí puedes encontrar ropa, comida y muchos artículos de gran calidad. Un poco costosos a comparación de otros sitios en la ciudad donde los puedes hallar a menor precio, aunque valía la pena cada centavo que gastaras ahí. Todo funciona a la perfección y tiene una buena longevidad de utilidad.

Los chicos compraron algunas cosas, comieron algo en el interludio de las vueltas que tenían planeadas hacer y, al final, se pasearon un rato más a ver qué podían obtener con el dinero que les había sobrado. Hasta Joseph se compró un par de cosas para él y unos regalos para Declan.

Ni siquiera se dieron cuenta que, de tan bien que la pasaban, la tarde estaba a punto de ceder a la noche, señal puesta en los ojos de los tres al ver que el crepúsculo estaba próximo, por lo que las despedidas comenzaron, de no ser que Declan se acercó a ellos ya vestido y bien despierto, impresionado de encontrarlos ahí.

–¡Hola! No me digan que salieron sin mí. ¿Por qué no me invitaron? –dijo el hombre con una cara llena de tristeza, escuchadas las risas de Joseph, quien lo tranquilizó.

–Nada qué ver. Yo iba a verte y me topé con ellos. Pero se nos fue el tiempo dando vueltas por ahí. Lo bueno es que ya estás despierto y llegaste a nosotros. Eso es bueno –emitió el de gorra, cosa que puso alegre a Declan.

–¡Ya veo! ¿Y ahora hacia dónde irán? Veo que ya compraron muchas cosas. ¿Cenarán de una vez?

–De hecho, ya almorzamos juntos hace un rato, con todo y merienda. Estábamos despidiéndonos para que Joseph ya fuera a tu casa a alcanzarte –explicó Emmitt, triste Declan de saber que ya se iban a separar.

–Bueno, supongo que está bien. Igual podemos salir luego los cuatro juntos. Si quieren.

–¡A mi me encantaría! –mencionó Alexis, cosa que hizo sonreír mucho a Joseph y a Declan, extrañado un poco su mejor amigo–. Sólo es cuestión de ponernos de acuerdo. Podría ser este fin de semana. Vamos a Le faux a divertirnos un rato –propuso el menor de todos, lo que emocionó a la mayoría, menos a Emmitt, que parecía sin ánimos de hacer algo más.

–Podríamos hacer otra cosa también –dijo Joseph, dirigida la mirada de Emmitt a él–. Tengo películas y series en casa de mis épocas. Antes de los juicios. Declan ya vio algunas y puede que también les gusten. No todo tiene que ser antro, baile y degenere. Puede haber días de amigos tranquilos, como el de hoy. Si gustan. –Esas palabras hicieron sonreír de forma grata a Emmitt, el cual asintió con la cabeza, feliz, y respondió.

–Eso sería lindo. Gracias. Esperamos verlos pronto. –Se despidió el de anteojos, seguido por su mejor amigo, perdidos a la distancia por Joseph y Declan.




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