Paraíso Venenoso

1.- FUEGO

Subía las escaleras de dos en dos y a pesar de que tenía las piernas más cortas que un molcajete, lograba alcanzar el siguiente escalón, cada vez más tenía que impulsarme ya que comenzaba a cansarme, hacer eso consumía el doble de mí.

Al llegar al piso, me desabroché la chamarra negra que usaba ese día, ya que el haber caminado, bueno, técnicamente haber corrido y sumándole eso a subir las escaleras, mi cuerpo estaba como el Sol; irradiando energía.

Entré por la puerta del salón y pude ver que en la pizarra ya estaban pegadas algunas carteleras de mis amigos para la exposición.

—¡Buenos días, terroncitos! —canturreé con fingida alegría.

Los primeros ojos que se posaron en mí fueron los de Elizabeth. Su ceño fruncido que mantenía al estar metida leyendo el pequeño trozo de hoja doblada que llevaba en manos, se desvaneció al verme y un alivio la invadió. La siguiente fue Azucena; que tenía una mirada perdida en algún punto, supongo que estaba repasando su parte en su mente. Esa mujer era un puto genio. Y después; el precioso, musculoso e inalcanzable y también imbécil, Ringo.

—Mueve ese culo y pega tus cosas —fue lo primero que lanzó él.

¿A qué es un encanto, no?

Me hice la ofendida.

—Buenos días a ti también —dije.

Y a pesar de que tenía que pegar mis cosas en la pizarra, me pasé su orden por el triunfo y fui a saludar a Eli y a Azu. También a él

—Por favor, díganme que ya llegó Joselyn —mencioné, mientras pegaba mis cartulinas.

A pesar de que había actuado como si ellos solo estuvieran ahí, la verdad es que no. Había otros chicos que anteriormente ya había convivido en unos semestres anteriores de la carrera, sus caras de palo, nunca me gustaron, así que a ellos, ni los buenos días se merecían.

—No, y la verdad me está preocupando. Esta exposición es para la nota final. Si al profe no le da tiempo de hacer el examen es casi seguro que solo nos cuente esto y sabes que si no llega nos va a reprobar —el rostro de Elizabeth, era de espanto que en verdad creí que se desmayaría.

A decir verdad, el profesor era un desgraciado con ganas, de esos que deseas cada mañana que le dé una diarrea infernal. Es un hombre con un título, que parecía que lo había sacado en algún lugar ilícito, porque no se le veía ni la humildad, ni la paciencia. Los adolescentes casi adultos podemos ser unos imbéciles, pero los adultos como estos, son imbéciles a la décima potencia. No puedes hacer nada, porque de algún modo tienen contactos, así que queda rezarle a Diosito que le vaya bien en esta vida y seguir como un buen estudiante.

—En esto tiene razón —Azucena la apoya—. Voy a citar sus palabras. “No me importa quien haya faltado. No me importa quien haya hecho todo el trabajo. No me importa si se le murió su mamá, su abuela, su mascota o su hijo. No me importa. Si uno de los integrantes falta. Todos están reprobados automáticamente. Y sí uno de ustedes expone terriblemente y uno de maravilla, no me va importar, todos van a reprobar”.

Por un momento la miré ceñuda. ¿Cómo es que se aprendió sus palabras? Apenas si me acuerdo de mi edad y esa mujer se aprendió todo eso.

—¿Alguno de ustedes tiene su número? —preguntó Eli.

—Yo que voy a tener su número, ni siquiera viene a la escuela —mencioné.

—¿Entonces por qué la agregamos al grupo? —preguntó Azucena.

Los cuatros nos miramos de hito en hito, buscando respuesta. Y todo llegaba a una: relleno.

Sé que te estarás preguntando, ¿Cómo es eso? Por favor, Edén, explícanos. Y claro que lo haré. Significa que sólo metes a uno para completar el equipo, porque todos nos caen tan mal, no son tan geniales o simplemente porque los que aún no tienen equipo son los irresponsables que tienes que estar detrás de ellos para que mínimo te entreguen una insignificante portada del trabajo, y pues eso no queríamos. Y tuvimos la idea de meter a esta chica que ha faltado. A veces me pregunto si todavía vive.

No sabía que el profe saldría con toda su poética y deslumbrante discurso de: no me importa y me vale un chorizo. Están reprobados, los odio a todos.

—¿Entonces qué hacemos? —inquirió una dudosa y frágil Elizabeth.

A estas alturas de la universidad podría haber sido algo de vida y muerte, porque es una nota. Y esa nota define tu calificación y esa calificación ayuda a tu promedio y eso conlleva a que si sales con un buen promedio también es uno de los factores del porque te contraten en algún trabajo. Claro es sólo un factor. Aunque parezca que todo me vale un reverendo cacahuate, la verdad es que no. Y no quiero reprobar.

—Déjemelo a mí. Yo lo arreglo.

Recuerdo que lo dije sin haber siquiera pensado en algo para hacer, sólo lo había dicho como la impulsiva que soy.

—¿A sí? —enarcó las dos cejas pobladas que tenía Ringo con fingida sorpresa—. ¿Qué harás esta vez? ¿He? Me tienta demasiado saber. La última vez que tuviste una idea maravillosa fue cuando no teníamos pegamento en barra para las imágenes y fuiste a comprar goma de mascar a la cafetería. Eso usaste para pegar. Claro, después de haberla babeado ¿Con qué saldrás ahora?

En mi defensa diré que lo de la goma de mascar fue una idea increíble, nadie se le ocurrió más que a mí.




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