Paraíso Venenoso

7.-ESPIAR

Respiro profundamente antes de entrar al club. Sé que debería estar en mi pequeño cuarto realizando mis tareas pendientes, sin embargo, estoy afuera del club.

Para mi buena suerte sale Julio a dejar bolsas en los tambos de basura. Cuando se percata de mi presencia me sonríe. Se lleva una mano a la frente intentando cubriese del sol que le da directamente en los ojos.

—Hola —dice acercándose, mientras se limpia las manos en el mandil que lleva puesto—. Ya se me hacía raro que no estuvieras con tus amigos. Están ensayando.

—Sí, me atrasé en la universidad. Ya estoy aquí —al ver que no agrega nada más, me encamino a la entrada que ha dejado abierta—. Nos vemos luego.

—Claro, Ed.

Al entrar tengo que parpadear varias veces ya que el cambio de luz me ciega por unos segundos. El sonido leve de una canción inunda mis oídos, algo baja de lo que usualmente se usa cuando son las presentaciones.

—Yo digo que podemos reciclar algunos pasos —la voz de Héctor llega a mí.

—¿Qué temática usaremos? Ya fuimos bomberos, policías, boxeadores y un sinfín de cosas. ¿Qué nos falta por ser? —está vez opina Ringo.

De algún modo tiene esa forma de hacer callar a los demás cuando habla y le pongan toda la atención. Y es exactamente lo que está haciendo ahora.

No me ha visto ya que está de espalda, y los otros no se han percatado de mi presencia ya que como dije; toda la atención la tiene Ringo.

—Podríamos por fin darle significado a nuestros apodos de planetas —Víctor indica lo obvio, rascándose la barbilla en un acto descuidado.

—Bueno, entonces ya está la temática —finaliza con el punto—. ¿Qué usaremos? ¿Qué música elegimos? Y ya hay que apresurarnos porque no hemos hecho nada —dice Ringo, tomando una pequeña toalla de su mochila para pasarla por su cuello y cara.

—Los pasos siempre los sacamos, el problema es la música. Edén siempre nos ayuda con eso, podríamos pedirle una opinión sobre nuestros trajes —alega Dustin, con el torso desnudo. De hecho, de los cinco es el único que lleva el torso descubierto con su pantalón azul marino y botas café.

—Edén no creo que nos ayude —dice con un deje de tristeza y una pizca de enojo mi amigo y compañero de universidad.

—Deben arreglarlo, y no la dejes sola con su novio con tendencias locas al escribir un diario muy bizarro.

Sólo necesito saber aquello para caminar embravecida al escenario. No sé en qué momento solté la mochila ni el cómo brinqué al escenario de golpe, cuando tuve a Ringo frente a mí y este abrió los ojos con sorpresa genuina, empuje su pecho.

—¡¿Por qué carajos se los dijiste?! ¡Te dije que tú no te metieras y los acabas de embarrar a ellos! ¡¿Acaso estás imbécil?!

—Edén, tranquila…

—¡No me voy a calmar, Héctor! —me vuelvo a girar al encuentro de mi amigo que ahora su mirar es de enojo.

—Me vale una mierda lo que pienses, así a ver si captas que no sólo está tu vida en peligro, sino también la de ellos.

—¡Es qué estás tonto o qué! —lo vuelvo a empujar—. ¡¿Por qué demonios no puedes cerrar la boca?!

—Te dije que no te iba a dejar sola.

—Sí, baboso, ¿pero para ello tenías que decirles a ellos? ¿Por qué no también se los contaste al portero, el de la limpieza o del bar? Para tener a todos en mira.

—Chicos, cálmense —intenta interferir Dustin, se caya cuando le miro.

—Espero que sean unos cabrones con cerebro y se hagan de oídos sordos. Esto no les incumbe.

—Por favor, cálmate —Víctor alza las manos indicándome que me serene.

Al haber un ligero silencio, puedo percibir como el aire caliente sale de mi nariz.

—Gritando, no vas a llegar a nada. Tus amigos lo saben, ¿y qué?

—Dios, Serni, acabas de encender la pólvora —le susurra Héctor.

El mencionado no se inmuta. De hecho, me encara con los brazos cruzados y con una ligera sonrisa de lado que apenas es visible.

Lo miro de soslayo recordando al nuevo integrante. Mendigo chismoso.

—No te incumbe —espeto entre dientes, aguantándome las ganas de golpearlo.

—Por supuesto que no —dice obvio, resoplando—. Llegas aquí como una desquiciada golpeando a mi compañero y gritándole. No tengo ni la menor idea de qué sucede, por otro lado, es notable su preocupación. Aquí eres tú la imprudente.

Por la exasperación y una forma de modular mi enojo, mi lengua juega con mis dientes traseros, logrando una mueca de desagrado que no pasa desapercibida. Y tengo mi rostro cuando lo veo sonreír al muy desgraciado.

—Eres demasiado chismoso.

—No puedo ser chismoso si llegas gritando.

Miro por el rabillo del ojo que Dustin intenta tocarme, pero Héctor lo manotea para que no lo haga.

—Parece que tienes problemas al no poder resolver tus problemas sola y tener que arrastrar a Ringo a esto. Tu insípida relación ha llevado a una infidelidad, ¿qué más debo decir?

Mi boca se ante abre ante la asquerosidad de cinismo y atrevimiento de este sujeto. Mendigo desgraciado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.