Paralelo [pasajeros #4]

Capítulo 3

James estaba algo confundido. Y cansado.

Sus manos estaban encima de un pasamanos algo oxidado, con vista al tranquilo mar. Al majestuoso Océano Atlántico. Aunque quería sentirse tranquilo, no podía controlar el miedo que sentía en su interior. Las Tinieblas avanzaban, y ellos habían fallado en su intento por detener a Ben de una vez por todas.

—¿Estás bien?

Aquella voz era algo bueno para él. Aunque sabía muy bien que él no era el James que había crecido en Ohio, que había estudiado en las escuelas públicas de más bajo nivel del país, y presumía de haberse titulado en una de las universidades más prestigiosas del mismo, ni el mismo James que en una ocasión jugó tenis con Cooper y le había roto la nariz… poseía los mismos recuerdos de él. Era James sin ser James. Pero aquella voz era un regalo. 

La había perdido cuando ella tenía cuatro años. Sentía el dolor en su interior. Pero un mes atrás, o dos, volvió a verla. A Luna. A su hermana. La única diferencia radicaba en que ella no era su hermana en realidad. Pertenecía a otra dimensión, y eso era un gran abismo entre ellos dos. También había conocido a su contra parte, Jim, un James de la misma dimensión que Luna, donde ellos dos sí eran hermanos. Jim había muerto, supuestamente por un tiro de Blackwood. Semanas después, varias semanas después, James descubrió que él había sido el responsable de aquél disparo, al atacar a Ben en la Isla, y Aurora abriendo un portal en el momento justo para transportar la bala que viajaba por los aires en dirección a su adversario para finalmente aparecer en el corredor del Hotel Park Lane y liquidar a Jim. 

James era el culpable. La pregunta que se hacía, una y otra vez, era si en algún momento le confesaría a Luna que él había sido el verdugo de su verdadero hermano. 

—Eso intento —dijo James, volteándola a ver.

—No es tu culpa —murmuró Luna—. El hecho de habernos equivocado en un principio, y seguir las pistas falsas que dejaba Ben.

—Nunca dije que lo fuera.

—Pero actúas como si sí —le interceptó su hermana—. Cualquiera pudo haber pensado ello. Hasta Owen pensó que Ben iba a llevar a cabo sus planes en esta parte del globo.

James nuevamente frunció el ceño. Ben les estaba ganando, tanto en tiempo como en terreno, y pronto no quedarían muchas opciones para darle fin. 

—Los agentes de la MI6 están contactando a algunos helicópteros —Allori subía las escaleras en dirección a los hermanos—. El avión no podrá regresar, no posee el combustible necesario. 

Su voz había cambiado. Estaba preocupada, devastada, incluso, un poco triste.

—¿Estás bien?

Aunque James estaba pasando por un momento fatal, no podía dejar en agonía a sus amigos. Allori necesitaba apoyo, y él estaría dispuesto a dárselo. 

—No lo estoy —dijo ella—. Mi hermano está ayudando a Ben con todo esto. Es su cómplice.

Patrick. El hombre que había estado hablando con Ben en las alturas de uno de los edificios de Times Square. 

—¿Cómo es que…?

—Patrick siempre quiso saber del Triángulo desde que le conté donde había estado durante algunos años —dijo Allori, colocándose en medio de James y de Luna—. Fue después de la muerte de Dianne. Mi amiga. La Dianne de esta dimensión.

—Lo comprendo —dijo James.

—Pero yo no sabía cómo reaccionar. Había perdido a mi mejor amiga, y Patrick lo único que quería era saber cómo llegar a la Isla. Me negué a compartir esa información con él. Ya sabes… no todos pueden llegar a ella. El camino es estrecho.

—¿Entonces Patrick generó odio contra ti? —preguntó Luna. 

—No un odio como tal —respondió la mujer—, pero sí un rencor de gran tamaño. Supongo que Ben pudo ver eso en su interior en cuanto buscaba a alguien que fuera su mano derecha una vez aquí.

—La verdadera pregunta radica en ¿qué demonios quiere Ben de un ser humano que no posee poderes como él? —Han comenzó a caminar cerca de ellos—. Algo bastante sospechoso.

—Sea lo que sea —Chase iba a sus espaldas, con una mochila, y una pistola ya enfundada en su cinturón—, espero que lo descubramos pronto. 

Algo que James no había visto era que Han llevaba un mapa enrollado en su mano. En cuanto se reunieron, los cinco se dirigieron a una de las habitaciones de mando de control que tenía la estación petrolera. Su interior estaba completamente vacío, ya que los agentes de la MI6 habían evacuado a tiempo las instalaciones; Allori quitó de encima de una gran mesa lo que eran planos de la estación, así como calculadoras, un par de cascos y lápices, para que Han colocara encima los planos. Al abrirlos, James vio un mapa de todo el mundo.

—Estamos aquí —Chase señaló un punto en el Atlántico—, y pensábamos que Ben quería hacer un triángulo en este punto.

Con una pluma, hizo un par de círculos en Londres y en Nueva York. Luego, colocó una equis en donde anteriormente había señalado su posición actual.

—Pero es falso —terció James, cruzando sus brazos—. Su verdadero paradero es del otro lado del mundo. El Pacífico.

—¿Tenemos un mapa que sea al revés que este? —preguntó Luna.

—Así es —Chase metió la mano en su mochila y sacó otro plano. Lo colocó encima del anterior. La única diferencia era el punto de vista. Ahora América estaba del lado derecho, y Asia, Oceanía, Europa y Africa del izquierdo—. Aquí está.

—Ben destruyó Los Ángeles —James dibujó un círculo en aquella parte del plano, para después hacer lo mismo en Japón— y también Tokio. Dijo que había un punto en la Antártida que le sería de ayuda.

—Una pirámide —dijo Luna—. Hay una en la Antártida, ¿no?

—Exactamente —terció Allori—. En todas las dimensiones siempre habrá una pirámide en la Antártida.

—¿Y eso por qué? —preguntó Han.

—El Triángulo —suspiró James—. ¿Eso es?

Allori asintió con la cabeza.

—Hay una en la Antártida, una pirámide submarina en el Mar de las Bermudas, y se cree que hay una en las profundidades del Mar del Diablo. Las tres forman un triángulo perfecto. Sin importar qué dimensión sea, aquellas tres pirámides siempre estarán en su lugar. Es como una especie de Constante. 




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