Dylan comenzó a caminar a lo largo de la habitación para satisfacer un poco su curiosidad. Se trataba de la suite más grande del Baptidzo, según uno de los folletos que encontró en el suelo. En aquella dimensión no se había hundido el barco. Al contrario, la Línea Diamante había tenido tanto éxito con su primer crucero de lujo que comenzaron a lanzar más y más barcos similares a los océanos. El futuro en el que estaban, que era al que Owen y Bill pertenecían, había sido borrado de la existencia. Era un futuro que no existiría jamás. En aquél momento debía estar, por lo menos, unos quince años por delante.
—¿La estás pasando de lujo?
Tenía bastante tiempo que no escuchaba esa voz. Al menos no en la misma habitación donde Dylan se encontraba. Habían pasado ya tres años, quizá poco más, poco menos, desde que Owen y él se encontraban en el mismo lugar. Su departamento de lujo en Miami. La batalla contra Bill había terminado, y ambos habían sobrevivido, para encontrarse una última vez antes de que Dylan partiera a la Isla para tomar el lugar que merecía.
La herencia del Triángulo.
—No sé si sea un lujo estar en este lugar.
Cuando Dylan volteó se encontró con Owen. Él ya se había recortado un poco la barba, y cortado el cabello hasta tenerlo corto, tal y como lo recordaba. ¿Hacía cuanto que no lo veía? ¿Tres años? El tiempo pasaba de extraña manera cuando uno se encontraba en los interiores de la Isla. Aquello era bastante raro.
—¿Qué tan peculiar es encontrarte en la misma nave que te llevó al Triángulo por primera vez? —le preguntó Owen en cuanto colocó su mano sobre sus hombros y miró hacia el panorama sobrenatural que rodeaba al Baptidzo.
Dylan se limitó sólo a sonreír. La verdad no tenía una respuesta coherente. Aquello era quizá lo más absurdo que había vivido en su vida. Estar encerrado en el futuro de donde venía Owen, o sea, su propio futuro que jamás llegaría a vivir. Sin duda alguna era un momento crítico. Tétrico. Extraño. Único.
—Sigo sin entender muchas cosas —dijo Dylan, mirándolo.
Encontraba en Owen una figura paternal, por así decirlo, aunque fueran la misma persona. Él siempre había sido un ejemplo a seguir, desde el primer momento en el que lo vio.
—Creo que te lo he dicho muchas veces, pero podrías llenar libros, libros y más libros de lo que sucede con el Triángulo de las Bermudas y aun así nunca acabar. Sólo imagina… seis libros, luego una secuela de cuatro… No lo sé. La gente es rara en extremo —se rió Owen—. Yo tampoco entiendo muchas cosas, y llevo más años que tú.
—Siempre quise llegar a ser como tú —le cortó Dylan—. En cuanto supe que éramos la misma persona, entendí que habías dejado la vara muy en alto. Un líder nato. Un verdadero guardián de la Isla, que no le temía a nada, y que podía solucionar casi cualquier…
—¡No, no, no! ¿Dylan? —Owen retiró su mano del muchacho y lo miró directamente a los ojos—. ¿De qué hablas?
Dylan conocía aquél tono de voz. Owen siempre lo había usado, anteriormente, para darle a entender un sinfín de cosas. Palabras de aliento. Algo que sólo él mismo podía decirse.
—No creo que sea un buen líder…
—Dyl, por favor —se bufó Owen—. ¡Sólo mírate!
—Soy un asco.
—¡Por favor, muchacho! —exclamó Owen—. Cuando llegaste a la Isla por primera vez eras un asco. Tuve que meter una Jeep al río para salvarte la vida de los hocicortos. Matt no estaba haciendo un buen trabajo… sin embargo, fuiste creciendo en el aspecto de ser humilde. ¿Recuerdas cómo eras antes de que Selina te trajera?
El muchacho asintió lentamente. Claro que lo recordaba. Un joven millonario de veinte años con un lujoso yate, amigos por donde fuera, dinero hasta en los calcetines… hacía lo que quería cuando quería. Era una persona nefasta, soberbia, orgullosa… era lo peor de lo peor.
—Lo recuerdo.
—Todo lo que has vivido ha sido para tenerte preparado —Owen lo tomó de los hombros y lo miró directamente a los ojos—. Has sido mejor líder de lo que yo pude llegar a ser…
—Owen, tú…
—¡Tienes veintidós años, o veintitrés! Físicamente hablando, claro está… no sé qué edad tengas en realidad. La Isla cambia totalmente cuando…
—¿A qué quieres llegar?
—A que cuando yo tenía tu edad, ni siquiera había llegado al Triángulo, en primer lugar; tomaste mejores decisiones que yo tomé cuando estaba al mando. ¡Por Dios!, incluso hasta hiciste una especie de alianza con los Habitantes de la Isla hace unos meses, o un par de años. ¡Yo lo logré hasta los treinta, casi!
—No es lo mismo, Owen —Dylan se soltó de él, y se dio la vuelta para salir al balcón de nuevo y mirar su extraño entorno—. Cuando Bill intentaba destruir la Isla, teníamos apoyo. Te tenía a ti. A Selina. Matt, Liam… incluso a Killian y sus piratas. Teníamos todo. Vince… Stephen… —Dylan hizo casi una mueca—. Ahora es diferente. Tenemos todo por perder.
—Eso debe hacer la situación un poco más grave, y con más motivación para llevarnos la victoria —respondió Owen, siguiéndole los pasos—. Además, mi hermano hacía las cosas para la conveniencia de todos. Ben lo hace por sí mismo. ¿O de verdad crees que va a hacer todo esto por el bien de los demás?
—No hay un modo de vencerlo.
—Claro que lo hay —le sonrió Owen—. Estamos nosotros dos. Desde el inicio de esta travesía estábamos en lugares distintos. Tú en la Isla, yo en el mundo real. Todo el viaje nos ha traído hasta este momento. ¿Tenemos las de perder? Sí, pero también las de ganar. Ben no se ha enfrentado a dos Dylans y… bueno, si de por sí yo soy un dolor de cabeza, imagina cuando nos vea unidos para darle donde más le duele.
Dylan rió.
—Ni siquiera yo podría hacer un discurso así.
—Es porque no te has hablado a ti mismo… yo práctico en el espejo, sólo que mi reflejo sigue estando igual de viejo que yo…
Dylan volvió a reír, y esta vez le soltó un golpe a Owen en su hombro. Vaya que lo extrañaba.