Paralelo [pasajeros #4]

Capítulo 6

La última vez que James había estado en Egipto no resultó ser un viaje muy motivador. De hecho, ni buenos recuerdos poseía con respecto a aquella visita. En aquella ocasión, Ben lo había dejado fuera de combate con una daga que le perforó el pecho, y después, mucho después, despertó en un hospital habitado por seres extraños denominados como los Salvadores. 

Todo eso era suficiente para que, el simple hecho de subirse a un helicóptero, llegar a España y tomar el siguiente vuelo con destino a la tierra de los faraones fuera un dolor de cabeza, y estómago, para el Pasajero. 

—Podría ser peor —por fortuna, Luna siempre soltaba comentarios que le levantaban el ánimo.

—¿Cómo qué? —le sonrió James.

—Podría ser Rusia… y ahí hace bastante frío. 

A pesar de tener la desventaja en aquella batalla que estaban liderando contra Ben, James se sentía confiado. Sí, tenía miedo, y la preocupación con respecto a salvar al mundo había crecido bastante, pero por cierto lado, su confianza no estaba puesta en él. O en los demás Pasajeros. Sino en lo que el Triángulo podía llegar a hacer. Si todo aquello era verdad, entonces tanto él como Dianne habían sido creados por la Pirámide. ¿El propósito? Lo desconocían por completo. Pero estaba seguro, y James podría apostarle a ello, que descubrirían sus razones más adelante.

En esos momentos, Luna y él estaban sentados en sus asientos del avión, y llevaban ya algunas horas en el aire. Chase, junto con Allori y Han, tenían sus asientos justo detrás de ellos. Al principio del viaje, Luna se colocó sus audífonos y se dispuso a ver alguna serie en la pantalla táctil que tenía al frente; pero al cabo de un rato, se desconectó para mostrarle su apoyo a James, quien se mostraba un poco nervioso por lo que estaba a punto de suceder.

La misión, por así decirlo, era llegar a Egipto e intentar averiguar cómo Pandora planeaba sacar una pirámide creada con base de Tinieblas desde las profundidades del desierto. Eso podría causar un desastre, algo que la gente no estaba preparada para ver. ¿Qué tanto horror causaría? No estaban seguros, pero necesitaban apresurarse si querían evitar un caos a un nivel mucho más grande. 

Muchos de los agentes de la MI6 que los habían seguido en días anteriores ya se encontraban fuera de servicio. Algunos, por heridas físicas, y otros, por haber desaparecido en combate. Eso los ponía aún más por detrás del nivel que Ben estaba manejando. 

Estaban casi por su cuenta.

—Por fortuna —dijo Chase, haciéndose un poco hacia adelante para que James y Luna pudieran escucharlo—, traigo varias granadas de portal, recién hechas. Eso sin mencionar que he estado invirtiendo mi tiempo en colocarle un poco de la membrana de Aurora a las balas que tenemos. Un tiro limpio hacia Pandora y… ¡BOM, nena! Adiós. 

El nivel de su voz alertó a varios pasajeros del avión, pero todos lo ignoraron segundos después. 

—Suena a un excelente plan —dijo Han—, sólo una pregunta. ¿Cómo vamos a evitar que saque un monumento de tal magnitud? 

—No creo que eso sea un monumento —terció James, girando su rostro—. Estamos hablando de algo enorme. Inmenso.

—Y dudo que Pandora quiera sacarlo con una grúa — corroboró Allori—. Va a querer hacer lo mismo que ha estado haciendo en las distintas ciudades. Un caos de Tinieblas.

—Necesitamos estar listos —dijo Chase.

—Sinceramente… ¿cuándo lo hemos estado? —interrumpió Han—. En todas y cada una de las situaciones que hemos tenido para detenerla, siempre terminamos perdiendo. ¿Cuál sería la diferencia en esta ocasión?

James no pudo responder, aunque sí tenía ganas de quitarle ese pensamiento a su amigo. Han tenía razón. Tanto en Londres, como en Nueva York y la estación petrolera, Pandora les había sacado ventaja, junto con Ben y su pequeño ejército de discípulas, sin mencionar el gran número de Pasajeros de Tinieblas que controlaban a su voluntad, y también ignorando el hecho de que el hermano de Allori estuviera apoyándolos con recursos casi ilimitados. ¿Cuál sería la diferencia en esta ocasión? Ni Dylan u Owen se encontraban con ellos. Y muy pocos agentes de la MI6 los estaban acompañando.

Aquél pensamiento comenzó a preocupar a James. ¿Qué harían si no lo lograban? Pandora se llevaría la Pirámide Invertida y Ben la usaría para exterminar la creación por completo. 

—Lo vamos a lograr —susurró Luna, para que ningún otro pasajero del avión pudiera escucharla—. Lo vamos a lograr. 

James no supo qué decir. El optimismo de su hermana era notorio, claro estaba, pero algo había en su voz. Algo que lo convencía por completo de que ganarían esa batalla. Luna estaba convencida. Como si… ella supiera algo que el resto desconocía. 

Fue cuando lo recordó. Muchas semanas atrás, antes de llegar a la Isla por primera vez, Luna iba a confesarle algo a James. Iba a revelarle una especie de secreto, pero todo se detuvo antes de que ella pudiera decir las palabras. 

—Yo…

Era todo lo que había dicho. ¿Y si Luna conocía algún método de vencer a Ben? ¿De detener las Tinieblas? ¿Y si… era su destino?

—¿Te sientes bien, James? 

—Sí, estoy… ansioso. Quiero saber a qué nos enfrentaremos en Egipto. 

En el fondo, James quería saber qué había querido decir su hermana con las palabras que llevaban ya algunos minutos dando vueltas en su cabeza. Y eso no era todo. Si Luna sabía cómo derrotar a Ben, entonces también sería sencillo arrebatarle el poder a Pandora y evitar que manipulara aquella Pirámide Invertida. 

Era un buen plan, sólo hacía falta ponerlo en marcha.

Después de algunas horas, el avión finalmente aterrizó en suelo egipcio. James lideró al grupo mientras bajaban del avión, y al ingresar en los interiores del aeropuerto, la conmoción podía notarse en los establecimientos.

—¿Qué está pasando? —preguntó Han, mirando a su alrededor. 

James no necesitó preguntar lo mismo. Al girar su cabeza, dirigió la mirada a uno de los grandes televisores que colocaban en las paredes del aeropuerto, enseñando videos acerca de turismo, sugerencias de qué visitar, la hora, el clima e incluso hasta reportajes desde la zona arqueológica de Egipto. Sin embargo, en esos momentos, lo único que se podía ver en cada una de las televisiones eran videos desde el Océano Pacífico, a una distancia considerable de la cortina de Tinieblas que abarcaba varios kilómetros hacia el sur.




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