Paralelo [pasajeros #4]

Capítulo 9

Haber salido de la sala de control no fue tan difícil como Dylan lo había pensado. Hacer explotar la computadora, con un disparo de escopeta, provocaría que la bestia, o Cucarachín, como Owen la había llamado, se alejara unos metros. El grupo aprovechó su distracción para salir por la puerta, o sus restos, y perderse en el pasillo para intentar salir del aeropuerto lo más pronto posible. 

Una vez afuera, el traslado fue mucho peor. 

—¡Parece que Cucarachín invitó a su familia! ¡Ese de allá debe ser su hermano! —bramó Owen, esquivando a una larva gigante que pretendía aplastarlo.

—¿En qué demonios pensaba Bill cuando creó todo esto? —exclamó Max, siguiendo sus pasos de cerca.

—¡En matarme, sólo eso!

Dylan, a unos cuántos metros de distancia, corría al lado de Miranda, tratando de evadir a algunas arañas de gran tamaño que emergían de los suelos. Unos poco más y llegarían a la zona habitacional, donde estaba el edificio en el que Dylan y los demás habían descansado dos días atrás. 

Si lograban llegar a él, ¿cómo se defenderían de las bestias? 

—¡ATENTOS! —bramó Owen.

Más y más criaturas de gran tamaño aparecían entre las arenas negras. Los rodearían en cuestión de minutos. Segundos, si no se cuidaban. Necesitaban llegar rápido a alguna zona poblada por edificios y muros. 

Dylan se detuvo a tiempo, antes de caer por uno de los conductos por donde un escorpión gigante intentaba emerger. Por suerte, sujetó a Miranda del brazo antes de que ella cayera. Estaban totalmente atrapados.

—¿Alguien tiene un plan b? —preguntó Dylan.

—Quisiera saber si tenemos alguno que llegue hasta la z —dijo Max.

Una explosión de aire quebrantó el silencio. A unos metros por encima de Owen y los demás, apareció una mujer. La misma que un día atrás se había llevado a Bill. Se había materializado de la nada, y a su lado también se encontraba él. En cuanto aterrizaron al suelo, Aurora soltó un grito demasiado agudo, que soltó algunas ráfagas de energía. 

La mayoría de los insectos gigantes chillaron, y regresaron a sus agujeros, huyendo de la situación.

—Eso fue cool —dijo Bill.

—¿Cool? —graznó Max, emocionado—. ¡ESO FUE INCREÍBLE! ¿Puedes hacerlo otra vez?

Pero antes de que alguien pudiera responder, Owen se abalanzó sobre su hermano, con un puño cerrado, y listo para atacar. Por fortuna, Aurora lo detuvo en seco.

—Basta.

—¡Tú no te metas! —le espetó Owen.

Detrás de él, tanto Dylan como Miranda apuntaban a Aurora con sus armas. Ya la habían enfrentado antes, cuando Pandora se había adueñado de su cuerpo. 

—¿Intentas lastimar a mi hermano? —respondió Aurora, aún con el puño de Owen en su mano—. Puedo hacerte desaparecer si lo quiero.

Ante sus palabras, la frente de Owen se suavizó y dio un paso hacia atrás. 

—Sabes la verdad, entonces —murmuró.

—Claro que la sé —dijo ella—. Ahora, todos queremos detener a Ben. Si dejaras, o intentaran dejar de matarse el uno al otro, tal vez podríamos…

—Owen, ¿de qué demonios está hablando? —preguntó Dylan.

—Aurora es nuestra hermana —explicó Bill, mirando primero al muchacho, luego a su hermano, y finalmente a la mujer—. Descubrí gracias a ella que los tres somos hijos de Pandora.

Por un instante, todo se quedó quieto y en silencio. Dylan recordó el momento en el que descubrió que Owen y él eran la misma persona, dejando por resuelto también el hecho de que Bill era su hermano. Sin embargo, también recordó el momento en el Owen le explicó que Pandora era su verdadera madre.

—¿Lo sabías? —le preguntó Bill a Owen directamente.

—Así es —indicó él, con la voz un poco suave—, pero lo ignoraba. Ya no era importante. Pandora había muerto, y tú… bueno… pensé que también.

—¿Por qué demonios no hablaste entonces? —le espetó Bill—. ¿Pandora? ¿Nuestra madre? ¿Mi madre?

—Ya no es así —indicó Miranda, aún sorprendida por aquellos acontecimientos extraños—. Basándonos en lo que nos contó Dylan, tanto tú —señaló a Bill—, como tú —señaló a Owen—¸no pertenecen a ninguna línea temporal. No existen, por así decirlo. En su lugar están Dylan y… ¿cómo se llama tu…?

—Bradley —terció Dylan.

—Él. Tanto Dylan como Bradley son hermanos, hijos legítimos de Pandora. 

—Eso significa que… —soltó Bill.

—Nosotros ya no somos sus hijos. Somos atemporales, ¿recuerdas? —le interrumpió Owen, con el semblante endurecido—. Nacimos en la Isla, hace bastante tiempo ya; después de que la Ciudadela se destruyó, Robert Lewinsky nos sacó de los escombros y salió al mundo real, para adoptarnos con… olvidemos quién. Crecimos desde pequeños. Tal y como hizo Bradley con él. 

Owen apuntaba directamente a Dylan. 

Él asintió. Lo sabía.

—Sin embargo, al volvernos atemporales —dijo Bill— eso deja a Bradley como el verdadero hermano de Aurora. 

—¿Y yo también? —se rió Dylan, arqueando un poco las cejas—. ¿Aurora es mi hermana?

—¿Tengo dos hermanos Bills? —Aurora no estaba molesta, sino confundida—. ¿Cómo…?

—Prácticamente, sólo tienes a Bradley —le interrumpió Owen—. Bill ya no figura en ninguna dimensión. O tiempo.

—¡Alguien explíqueme qué demonios está pasando! —gritó Max, llamando la atención de todos—. ¡A ver! Esto es de lo más genial, e irreal, que he vivido en toda mi vida, pero no entiendo absolutamente nada. ¿Quieren dejar de discutir de quién es hermano de quien, y decirme qué rayos está pasando?

—Sí, Owen —corroboró Dylan, cruzándose de brazos, un tanto conmocionado—. ¿Podrías decirme qué demonios? 

Owen suspiró, asintiendo con la cabeza.

—En cuanto eres líder de la Isla, tiendes a descubrir ciertos secretos sobre tu linaje. Dylan es heredero de la Isla por su padre, y su padre por su padre. Es como un reino.

—Eso todos lo tenemos entendido —le espetó Bill.

—Mi madre quiso el trono, por así decirlo, para conveniencia propia —intervino Aurora—, era lo que le decía a Bill hace unas horas. Me encerró, bajo un estado de coma, en una pirámide. La de Keops, hace bastantes años. Sin embargo, para no levantar sospechas, escondió a su familia. Dos bebés…




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