Paralelo [pasajeros #4]

Capítulo 12

—¡Maldita sea, Johnson! —le espetó Owen—. ¡Siempre supe que eras una rata, pero no a este nivel! 

—¡CIERRA LA BOCA, O LA MATO! 

Todo estaba sucediendo tan rápido, que ninguno de los presentes puso la atención necesaria. Johnson traía a alguien a su lado. A una mujer que también había estado en el Baptidzo, junto con los otros doscientos Pasajeros. Se trataba de Dianne. Johnson había tomado a Dianne como rehén. 

Dylan ya estaba sujetando su escopeta de energía, y a su lado, Owen empuñaba una pistola apuntando directamente al traidor. Bill y Aurora, por detrás de ellos, miraban con cierto repudio a su nuevo visitante; Max era el único que no le dirigía la atención requerida a Johnson; al contrario, sus manos habían alcanzado a sujetar el cuerpo, ya inerte, de Miranda. 

—Lo siento, Max —musitó ella, en un último suspiro—. Intenté arrestarte… perdóname por haber sido tan grosera. Tú sólo intentabas ser mi amigo…

Max no supo qué responder. No tenía ni idea de lo que estaba hablando. Pero algo era seguro: Miranda no lo lograría. 

Después de unos segundos, pereció.

—No… ¡NO! 

—¡YA, DEJEN DE HABLAR! —bramó Johnson.

Estaba a sólo unos diez metros de distancia del grupo de Dylan y Owen; Dianne forcejeaba cómo podía, pero no podía soltarse. 

—Bien, Johnson —lo retó Owen, sin siquiera inmutarse—, ya puedes hablar y decirnos qué tanto te metió Ben en esa cosa redonda que llamas cabeza. Tienes dos minutos. Después meteré esta hermosa bala en tu cráneo. 

—¿De qué maldito lado estás? —exclamó Aurora—. Ni siquiera lo conozco. ¿Quién es? 

—¡Vieja arpía! —se defendió Johnson desde el otro lado—; todavía cojeo con la pierna gracias a tu…

—¿Mi madre? —le espetó ella.

—¡CIERREN LA BOCA TODOS O LES JURO QUE LA MATO! —bramó Johnson, forcejeando más con Dianne, quién se estaba manteniendo bastante tranquila. 

Dylan miró a Owen de reojo. Tenía que haber algo que pudieran hacer para quitarse a ese Johnson de encima sin arriesgarse a perder la vida de Dianne. Miranda ya había muerto, Max todavía descansaba al lado de su cuerpo inerte. ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?

—Psst… 

Para el asombro de Dylan, Owen se mantenía tranquilo, a su lado, e intentaba comunicarse con alguien.

—¿Qué planeas? —musitó Dylan.

—¿Crees poder salvarla? —Owen hizo la pregunta al aire—. A Dianne.

—Tendría que ser más rápida de lo que he sido antes —respondió Aurora, en un susurro—. Tendrás que disparar para que no se pierda nada.

—¿De qué demonios están…?

—Bill… —susurró Owen, en un tono más serio—. Tú controlas a las bestias de por aquí, necesito que…

—No creo que…

—¡HAZ QUE ALGO MATE A AQUÉL IDIOTA! —bramó Owen.

—¡SE LOS DIJE! —respondió, también en un bramido, Johnson.

Una ráfaga de aire golpeó a Dylan en la espalda, dándole a entender que un portal se había abierto, provocándole un suspiro por el aire fresco. Frente a él, a diez metros exactos, se abrió otro portal donde Aurora emergió con rapidez para tomar a Dianne entre sus brazos y volver a desvanecerse en el aire. Un segundo después, Johnson jaló el gatillo hacia la nada. 

Aurora y Dianne aparecieron de nueva cuenta detrás de Dylan y Owen, y ambas chicas fueron ayudadas a levantarse por Bill. 

—¡Malditos desgra…! 

—Ahora que ya tenemos el control de la situación, te pediré que tires eso al suelo de un modo amable —terció Owen, caminando hacia Johnson y apuntándole con su arma—. Me agradabas, viejo. ¿Por qué tuviste que hacer eso? 

Johnson no soltó palabra. Frunció el ceño, alzó el arma y disparó hacia Owen. Por fortuna, éste fue mucho más rápido y rodó por el suelo para esquivar las balas. Detrás de él, Aurora alzó ambas manos para rasgar el aire y hacer desaparecer los tiros. 

—¡Ya muérete, maldito desgraciado! —bramó Johnson, retrocediendo, mientras disparaba.

Owen dio un último brinco, y con sólo un tiro, inmovilizó a Johnson, impactando su bala en el mismo hombro en el que le había disparado por primera vez, en Egipto, algunas semanas atrás.

Johnson bramó de dolor, y cayó de rodillas al mismo tiempo en el que Owen llegaba a su lado y pateaba la pistola en su mano. Después, le apuntó directamente en la cien.

—¡ESPERA! 

Había sido Dylan. El muchacho corría directamente hasta donde los dos hombres se encontraban, y alzando la escopeta de energía aún hacia Johnson, tomó a Owen por el hombro y lo obligó a retroceder un metro.

—No hacemos esto —dijo el muchacho.

—¿El qué?

—Esto —señaló a Johnson con el arma—. No somos asesinos.

—Dyl… esta rata mató a Miranda. Intentó matar a Dianne. Te apuesto a que todo lo que he vivido con él, desde que los Pasajeros llegaron a la Isla, fue parte del plan de Ben. 

Johnson esbozó una risita nerviosa.

—Si es así —murmuró Dylan—, su castigo debe ser más justo. No meterle una bala en la cabeza. No somos como él. No nos rebajamos al mismo nivel en el que él se encuentra. 

Había tenido la misma oportunidad con Thiago, semanas atrás, en su submarino. Sin embargo, Dylan optó por dejarlo vivo. No era su naturaleza asesinar.

—¿Qué propones que hagamos, entonces? —preguntó Owen, tomando a Johnson del cuello de su camisa y alzándolo con suma rudeza—. Podemos usarlo como saco de boxeo mientras responde a las preguntas que tengas que hacerle. Pido golpearlo primero —añadió, con una sonrisa.

Dylan soltó un murmullo.

—Esa es una buena idea. 

—Si creen que voy a decir, aunque sea sólo un…

Johnson cerró la boca al momento en el que Owen lo golpeó en el rostro. 

—Respuesta incorrecta, ¿seguimos?

Mientras Johnson escupía la sangre que había salido de su boca, Owen volvió a levantarlo de la camisa para amagar un segundo golpe. 

—No sé si…

Otro golpe por parte de Owen y Johnson cayó de espaldas, siendo soltado por éste, y levantando una capa de polvo del desierto.




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