Madrid pasó como un suspiro para James durante el único viaje que realizó a dicha ciudad. Recordaba cómo, llegando al aeropuerto, había escuchado por primera vez a los Susurradores, y junto con Cooper y Allori, se habían puesto en movimiento para intentar encontrar a Dianne. En aquellos días, las preocupaciones del Pasajero tenían que ver con los reportes de la oficina, las llamadas o mensajes que no respondían de la misma, el hecho de que su tarjeta de crédito estuviera obsoleta, o reportada como robada, así como la simple incógnita de quiénes eran los hombres que los perseguían, que más adelante se revelarían como miembros de la MI6 comandados por un tal Blackwood, y la pregunta del millón: ¿qué había sucedido durante los tres minutos de turbulencias mientras atravesaban el Triángulo de las Bermudas?
Ahora la situación había cambiado bastante. Todo había cambiado por completo. James había vivido tanto (incluso había muerto), que el Triángulo ya tenía otro significado para él. Había conocido a tantas personas que cambiaron su modo de ver las cosas que James ya no se sentía como el de antes.
Sus preocupaciones eran diferentes. Ya no le interesaba, en absoluto, saber qué tantos reportes le hacía falta llenar para su jefa Montserrat en la oficina. Ya no quería saber quién había ganado el Super Bowl de ese año. No le interesaba en absoluto si tenía o no cuentas en el banco. No, todo eso ya había pasado a planos muy por detrás de lo que de verdad le importaba.
Su verdadera preocupación estaba en la gente y en su situación. El mundo pendía de un hilo. No. No sólo el mundo. No sólo ese mundo. Sino todos los demás. Todas las dimensiones, toda la creación estaba en un peligro inminente. Si Ben llegaba a unir ambas Pirámides, tanto la Invertida como la que estaba en la Isla, entonces sería el fin. Todo desaparecería, y el muchacho gobernaría la Isla para volver a crear todo de nuevo, a su gusto y voluntad.
Qué cambio de pensamientos. ¿Cómo se podía comparar una cuenta bancaria con saldos inexistentes con el hecho de que todo dejara de existir? Era un cambio muy radical.
Incluso los sentimientos que tenía James habían cambiado por completo. Su vida, antes de aquél viaje iniciado el 21 de enero del año en curso, no incluía a una mujer que estuviera a su lado sin importar las causas, o consecuencias. Ahora eso era diferente. Dianne había resultado ser mucho más que una compañera en todo el peligro que habían vivido hasta la fecha. Lo había apoyado desde el inicio, y aunque por unos momentos ella no había querido que James le explicara en qué trabajaba, sintió una conexión fuerte y estrecha. ¿Dónde estaría en esos momentos? Apostaba que a salvo, con Dylan. Habían desaparecido tras una capa de Tinieblas, en Time Square. Debían estar bien. Confiaba en el líder de la Isla.
Y por otro lado, Luna. Su hermana de aquella dimensión. Desde la noche que ella, junto con Jim, los habían rescatado del condado en Londres, James supo que había recuperado una parte de su vida. A pesar de sus diferencias, y de que ella en realidad no era la persona a la que James había perdido tantos años atrás, significaba mucho para él que todo aquello hubiese sucedido. El único problema era que… el asesino de Jim no había sido Blackwood. Sino él, James, en un intento fallido por detener a Ben. Algo que lo mataba por dentro. Que lo rodeaba de una culpa de gran peso. ¿Sería capaz de decírselo a Luna en algún momento? ¿Cómo reaccionaría?
También en su mente se atravesaban todos los Pasajeros que habían compartido con él aquella aventura. Max, sobre los demás, se había vuelto un buen amigo, y aunque James fuera quince años mayor que él, se sentía a gusto. Si tan sólo se hubieran conocido antes de todo aquél viaje, no tendría el temor de que su aventura terminara sin que compartieran más momentos juntos. También Cooper, su mejor amigo. ¡Cómo lo quería! Una gran persona, al igual que Miranda. La detective que había ayudado bastante, tanto en la Isla como en el mundo real. Sin embargo, también habían tenido pérdidas. Scott. La misma persona que golpeó en el aeropuerto de París se había vuelto un buen amigo a la hora de los problemas. Alguien que superó sus miedos para ayudar a sus amigos, y finalmente, dar su vida por ellos.
¿Cómo olvidar a Owen y a Dylan, que resultaban ser la misma persona? Los dos le habían dado lecciones de vida muy importantes. Ambos, siendo uno mismo, le dieron a entender que la Isla, el Triángulo, y todo lo que lo rodeaba era algo vital para la vida. Ambos habían cambiado a James en su interior. De hecho, Dylan creó una pregunta dentro de James que hasta la fecha no había respondido: ¿sería capaz de liderar la Isla? Por un momento, semanas atrás, el muchacho le dio a entender que si perecía, tendría que dejar la batuta en manos del Pasajero. ¿Aquello sería lo correcto? ¿James podría hacerlo?
Y por último, el propósito por el cuál fue creado. El Triángulo no cometía errores y James confiaba que él no fuera el primero. Todo era perfecto. Todo estaba calculado. Y la hora de descubrir el porqué se acercaba.
El viaje estaba terminando. Finalmente.
—James, ¿quisieras por favor sujetar esta venda?
James volvió en sí. Tanto pensar lo habían alejado por completo de la realidad.
Estaban en Madrid, y a esas altas horas de la noche, el grupo llevaba ya un par de horas en el hospital.
Después de haber salido del desierto, en Egipto, Chase logró pedir un helicóptero. Llegaron rápidamente al aeropuerto de El Cairo, sólo para descubrir que un avión comercial que viajaba desde Nueva York a Inglaterra sufrió un pequeño, gran, percance debido a los puntos de Tinieblas que aún quedaban en las ciudades que Ben había atacado junto con Pandora.
Tal vuelo, después de las turbulencias y el descontrol, tuvo que aterrizar forzadamente en suelo español, ocasionando un choque con otro par de naves. ¿El costo? Algunas bajas, cientos de heridos, y por supuesto, un caos a nivel no sólo nacional, sino global.