Paralelo [pasajeros #4]

Capítulo 17

Owen sacudió su cabeza por unos segundos. Aún le zumbaban los oídos, y apenas había recuperado el control de la mitad de su brazo izquierdo. No podía sentir sus dedos, ni mucho menos su otro brazo.

—Nunca creí que volvería a tomar un tornado como medio de transporte —dijo unos segundos después.

Dylan apenas podía mantenerse de pie. Su cabeza daba vueltas sobre sí, y le costaba bastante trabajo poder dejar la mirada fija en un solo lugar. 

—Veo dos Owen…

—¡Entonces ya somos tres! —se bufó éste.

Dylan rió por lo bajo, pero intentó no darlo a notar demasiado, aún se sentía muy mareado. ¿Quién demonios viajaba por tornados de ese modo?

—Tenemos que buscar a los demás… —logró decir.

—Kevin Smith ya está haciendo eso —le repitió Owen—. Al menos a los doscientos que vienen con él.

—¿Qué hay de los nuestros?

—Primero dejaré que tu pierna se despierte; luego podremos ponernos en camino.

Owen tenía razón. Dylan apenas y podía mantenerse de pie, y no era sólo el mareo lo que estaba obligando al muchacho a detenerse cada medio metro que caminaba, sino también el hecho de que su pierna izquierda estuviera entumida. El viaje a través del tornado lo había dormido casi por completo.

La buena noticia de todo ello era que Dylan no tendría que volver a viajar en tornados de nuevo. El único que podría ser un posible medio de transporte sería el Torbellino, en las afueras de la Isla, pero dudaba bastante que, en algún punto de su vida, optaría por tomar aquella opción. 

—¿Ya estás listo? —le preguntó Owen al cabo de unos minutos—. Creo que ya siento mis dedos de los pies.

—Sí, ya lo estoy —dijo Dylan, estirándose un poco—. ¿Qué vamos a hacer?

—Movernos un poco —respondió Owen, marcando el paso más adelante, entre un par de arbustos—. Quiero ver qué tan peligrosa es esta isla. 

Se mantuvieron juntos a lo largo de su exploración. Los árboles seguían siendo del mismo color, en un tono muy oscuro. A diferencia de cualquier otro árbol que Dylan u Owen hubiesen visto a lo largo de sus vidas, los de la Isla Opuesta tenían algo diferente. De sus troncos manaba un líquido mucho más oscuro, que al momento de tocar el suelo se evaporaba, provocando una gran capa de neblina que cubría los alrededores. 

Más delante de donde estaban, Dylan dio con un claro lo bastante grande como para albergar a un gran número de personas. Max estaba allí, junto con Cooper.

—¡Chicos! —bramó Cooper al verlos.

—¡MENOS MAL! —añadió Max—. ¡Bill, Aurora! ¡Los encontramos! 

—¡Silencio, o vas a llamar la atención de las bestias! —Dianne apareció detrás de algunos matorrales, junto con Kevin Smith, y otro de los Pasajeros de la Dimensión Dos. Un hombre de piel negra, vestido con ropa deportiva, y con un pequeño rasguño en la mejilla.

—Qué bueno que estamos nosotros aquí —dijo Owen—. ¿Qué ha sucedido?

—Todos hemos despertado en diferentes lugares —dijo Kevin, rascándose la barbilla—. Klebber encontró a algunos de los nuestros. Veo que ustedes ya encontraron a… ustedes, pues.

Un portal se abrió a un costado de ellos, y Aurora emergió de él con una sonrisa notoria. Detrás de ella apareció Bill, con una rotunda cara de desprecio.

—¿No te gustan los portales? —preguntó Dylan.

—Este lugar me recuerda… a muchas cosas —respondió Bill.

Dylan lo entendía. En aquella isla extraña y maligna había vivido por un tiempo, y en aquél mismo lugar había nacido Ben. ¿Qué clase de recuerdos tendría? Seguro algunos muy oscuros y llenos de rabia o rencor. 

—Cerremos el albúm de los recuerdos por un momento y pongámonos a trabajar. Tenemos cosas importantes que hacer —Owen dio un aplauso e intentó reunir al grupo que había—. Necesitamos poner las cosas en marcha. Por un lado, deben reunirse tú y los otros ciento y tantos Pasajeros —dijo mirando a Kevin—. Por otro lado, nosotros debemos hacer lo mismo.

—Reunir a todos los que Pandora no mató estando en control de mi cuerpo —corroboró Aurora—. Entendido.

—Deben estar en todo el mundo —se quejó Max—. ¡Eso es mucho trabajo! 

—Habrá que comenzar por ahí —dijo Bill—. ¿Qué sigue?

—Iré a la Isla —Dylan alzó la voz para que pudieran escucharlo—. Antes de cualquier otra cosa, debemos hacer un funeral a Miranda. 

Por suerte, Bill se había encargado personalmente de aferrarse al cuerpo de la detective. Quizás había sido lo más raro de todo lo que había vivido, pero era una suerte contar con ello. El cuerpo de Miranda, en esos momentos, estaba sobre el césped negro, aún cubierta por las chamarras de Max y de Bill. 

—Iré contigo —dijo éste último—. Tal vez me desvíe un poco para hablar con el Pirata Geoffrey. Vamos a necesitar toda la ayuda posible. 

—¡Momento! —exclamó Max—. ¿La Isla? ¿Qué no…?

—En cuanto Pandora abrió los portales de Tinieblas, la Isla Opuesta fue succionada hacia este mundo —explicó Owen—. La Isla Opuesta y la Isla tienen una conexión mediante el Torbellino. Eso atrajo ambas islas a este mundo. 

—¿Y dónde está? —preguntó Cooper.

—Supongo que en los interiores de la Isla Opuesta —musitó Bill—. En su centro había un lago, o mar, lo bastante grande para albergar una isla de ese tamaño. Debe estar ahí.

—Me llevaré a Bill y a Aurora —dijo Dylan—. Debo asegurarme de que todo está en orden allí.

—Nosotros iremos a buscar… a quien quiera que siga vivo —indicó Owen—. Me llevaré a los Pasajeros. Veremos si todavía hay alguien en la MI6 que quiera arriesgar su pellejo. 

—Nosotros… supongo que buscaremos a los nuestros —dijo Klebber, indicando a Kevin y a sí mismo con el dedo.

—Su avión estaba aquí, ¿no? —preguntó Owen—. Pueden reunirse ahí. 

Kevin asintió con la cabeza. Luego metió las manos a su mochila y sacó un par de walkie talkies. Le entregó uno a Owen, y el otro lo guardó en su bolsillo.




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