Paralelo [pasajeros #4]

Capítulo 38

La verdadera razón por la cual Owen decidió ir solo hasta China para recuperar el inmenso Atlantic 316 no era porque su entrada estaba prohibida en cualquier dimensión existente. Aquello era fisicamente imposible, a menos que existiera una persona que pudiera viajar mentalmente por las dimensiones, y aunque Owen conocía a alguien así, aquella era otra historia para otro momento.

El verdadero motivo de su viaje solo era porque necesitaba un tiempo para reflexionar acerca de lo que venía. Tener en cuenta que la existencia tuviera la posibilidad de que fuera borrada para siempre, dejaba mucho que pensar. Mucho que planear por si lograban sobrevivir a eso.

En un resumen de los hechos, Owen llegó a Beijing a través de portales que los mismos Salvadores iban colocando en su camino, y solicitar una revisión del avión fue más sencillo de lo que él había esperado. Claro, contando con la ayuda de decenas de hombres vestidos de traje, piel pálida, el cabello peinado y una actitud un tanto seria, cualquiera que estuviera cuerdo no se opondría ante tal petición. 

De nueva cuenta, los mismos Salvadores abrieron portales desde China hasta San Francisco. Como no se podía ir directamente por el Pacífico, debido a la nube de Tinieblas y los peligros que podía haber, Owen decidió cruzar las tres cuartas partes del planeta que lo separaban de su destino. Los portales no eran como ya se había acostumbrado. Estos tendieron a ser inmensas nubes, o tormentas que salieron de la nada, para sumergir el inmenso Atlantic 316 en otro lugar de aquél mundo. 

A partir de ahí, el camino no fue tan difícil. Los Salvadores eran los encargados de manipular los controles de la cabina de mando para así poder pilotear el avión. Desde un principio, Owen insistió en que podía hacerlo. Ya había robado un avión en una ocasión, junto con Xavier Bletnner; pero Gabriel se negó, argumentando que aquella había sido una experiencia donde había trabajado codo a codo con otra persona, y que no permitirían que volviera a suceder. Serían ellos los encargados de llevar la nave hasta San Francisco, descender en su aeropuerto, recoger a Chase, Luna y Cooper, para luego partir directamente a la oscuridad. A las Tinieblas. Al fin del mundo, un lugar bastante peculiar. 

—¿Estás bien, viejo?

Cooper lo miraba directamente, y a pesar de que Owen intentaba ocultar mucho lo que pasaba por su mente, se le veía un tanto preocupado.

—No sé qué sucederá en unas horas —musitó—. El verdadero fin del mundo.

—Pero ya lo has vivido, ¿no es así? —susurró Cooper.

Estaban sentados en los primeros dos asientos del tercer piso. Detrás de ellos, Luna dormía tranquilamente en un sillón bastante grande y extenso; Chase estaba mucho más atrás, en una mesa de negocios, ajustando los últimos aparatos de armamento de los cuales se había encargado de hacer desde que salieron de San Francisco. 

Aquél era un mundo increíble, inmenso, único. Owen nunca había estado en un avión así de lujoso. Recordaba haber leído algo, al momento de despertar en Rusia, unas semanas atrás, antes de toparse con James y Max. Sin embargo, estar ahí era diferente, era algo… extraño. Los pasillos, los lujos, los sillones y camas, las escaleras que llevaban de un piso a otro. Aquél era un diseño extraordinario, y para haberse construido en tan solo unos años, era bastante asombroso.

—Sí, lo viví una vez, no pensé en volverlo a tener ante mis ojos.

—Saldrá bien —musitó Cooper, mirando al frente y suspirando por lo bajo—. Sucederá lo que tenga que suceder.

Aquellas palabras eran fuertes, profundas, inspiradoras. ¿Cooper hablando del descanso en el destino?

—Has pasado por tanto —Owen no entendía cómo era que el Pasajero que estaba a su lado supiera acerca de él—. Con la historia que nos contó Dylan, lo que viviste, lo que ambos están viviendo… es increíble.

—He vivido mi vida, Cooper, hasta el punto de saber que, cuando el final está cerca, lo mejor que puedes hacer es esperar por él —respondió Owen—. No queda más por hacer. La muerte puede ser ganancia.

—¿La muerte puede ser ganancia? —saltó Cooper—. ¿Qué clase de ganancia puede…?

—Baja la voz, o despertarás a Luna —lo calló Owen.

—Ustedes pueden seguir hablando —se dio a notar la chica—. Los vengo escuchando desde que Cooper vio el final de su serie. Por cierto, a mí tampoco me gustó.

El hecho de que Luna estuviese despierta provocó un poco de risa en Owen. Aquél grupo tan peculiar de Pasajeros habían sido bastante de su agrado. Aunque Scott y Miranda habían caído en el camino, también formaban parte de su estima general. James, Dianne… Max era casi su favorito. Comentarios sarcásticos y relajantes en una situación bastante peligrosa. Owen había conocido a muchas personas así en el pasado, y compartió situaciones similares en la Isla con muchos que ya no se encontraban ahí. Estaban Dylan y Selina, por supuesto, Liam, pero faltaba Matt que había decidido regresar por un tiempo al mundo real; Brad que era un completo idiota, pero le agradaba en lo profundo; Aarón, que disponía de dones muy extraños, como los de Luna o Tessa; pero también había otras personas que, aunque durante un punto de la aventura le habían fallado a todos, supieron hacer lo correcto al final. Dwayne, Eddie, Caleb… 

—¿Sabes qué opino? —preguntó Owen, bajando un poco la voz.

—¿Qué opinas? —quiso saber Cooper.

—Deberías quedarte en la Isla, una vez que todo esto termine. Lo necesitas. Necesitas lo que te puede ofrecer.

—¿Y eso qué es? —inquirió el Pasajero.

—Eso te tocará responderlo a ti.

 

 

El sol apenas era notable en uno de los extensas junglas de la Isla, y Dylan supo a qué se debía. A sus espaldas iban Bill y Aurora, atentos por si algún mercenario aparecía entre los arbustos, árboles o troncos caídos. 

—Tienes como tres radios —murmuró Bill—. ¿Cómo sabes cuál es cuál?




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