Capítulo 51

La suave brisa que golpeaba el risco era lo mejor que Dylan había sentido en mucho tiempo. Semanas, sin duda. Y, honestamente, no se podía quejar de la vista que ahora tenía.

El sol, en su ocaso, resplandeciendo como lo hacía día con día, y el mar brillando ante su hermoso y único reflejo. Las aves cantaban, y la brisa le daba la calma y la paz que había esperado. Aquél risco era casi perfecto, por la hermosa vista, y desde ahí podía llegar a cualquier punto de la Isla en poco tiempo. ¿Su defecto? Las dos horas que tardaba en llegar hasta su punta.

Habían pasado ya cinco días desde que colocó el Ladrillo de Cristal en la Pirámide, y fue testigo de cómo ésta desaparecía en un gran retumbe de suelo. Después, la Isla comenzó a moverse, y aunque no podía explicar aquél sentir, en el fondo sabía que lo habían logrado. 

Poco a poco, el equilibrio interno del Triángulo fue recuperándose. Los raptores regresaron a su zona de dominio, los hocicortos se refugiaron en sus cuevas, y la reconstrucción de la Fortaleza se llevaría a cabo en las siguientes dos semanas. 

—Aquí estás —Selina llegó a sus espaldas, sentándose a su lado, y mirando el atardecer con cierta tranquilidad—. Traje un par de colchas, para pasar aquí la noche. ¿O vas a querer descender hoy?

—No, estoy perfecto —dijo Dylan—. Siempre me ha gustado este lugar. 

No mentía. Quizás era la Isla en sí la que convenció a Dylan de renunciar a todo lo perfecto de una vida temporal. En lugar de eso, decidió lo mismo que Cooper. Algo que él necesitaba. Que él anhelaba. Algo eterno. 

—Cooper sigue en sus cursos con Liam para conocer a fondo la Isla. Las reglas, los sitios peligrosos… y hace unas horas montó su primer caballo. Lloraba de alegría.

Dylan sonrió. La primera vez que llegó a la Isla, Liam también fue quién lo instruyó en todo eso. ¿Tanto tiempo había pasado ya?

—Le sienta bien —musitó.

—Y hablando de eso… Audrey me contó que cierto líder de la Isla hoy entró al Desierto sin Gravedad…

—Emmmm… ¿Owen?

—¡Hablo de ti, tonto! —Selina lo empujó con cariño, mientras él reía—. Te dirigías hacia el Árbol.

—Sí, es verdad —respondió el muchacho—. Fui en la mañana. Necesitaba retomar algunos asuntos. 

Cuando habían estado ahí la última vez, Dylan había dicho que se encargaría de su hermana perdida en cuanto todo aquello con Ben terminara. Y ahora que ya había sucedido, tenía mucho por hacer.

—¿La encontraste? —preguntó Selina.

Dylan asintió con un poco de lentitud. 

—Se llama Isabella, en la dimensión a la que pertenezco —dijo mirándola—. No sé en qué parte, pero eso no es problema. 

—Tendrás que buscarla, ¿cierto?

—Owen, Bill y Aurora trabajaron de un modo espléndido, aunque nunca en el pasado lo habían hecho de ese modo —explicó el muchacho—. Owen y Bill se separaron por años, y cuando trabajan juntos por primera vez, Aurora llega, sin conocerlos en lo absoluto. Tendrán su oportunidad, lo sé. Sin embargo… Bradley…

—Tienes que ir por él también —comprendió Selina—. Es tu hermano. Tienes que ir por los dos.

—Es algo complejo, pero sí —Dylan volvió a colocar la mirada en el ocaso, intentando no pensar demasiado en las cosas.

—Y hablando de cosas complejas… ¿James lo supo?

—¿El qué?

—Su propósito —dijo Selina—. El porqué fue creado.

Dylan sonrió por lo bajo, mirando hacia la primer costa que encontraron sus ojos.

—No —murmuró—. Dejé que lo descubriera por su cuenta. 

—¿Y lo descubrió?

Dylan tomó la piedra que tenía entre sus piernas, la misma piedra de forma hexagonal con un triángulo trazado en ella.

—Claro que lo descubrió —dijo Dylan—. Y estoy seguro de que lo entendió en su momento. Todos lo entendimos en su momento.

—¿Y crees que haya hecho bien su propósito? —Selina le sonrió.

El muchacho entendía a qué quería llegar, y le devolvió la sonrisa.

—Tendremos que volver a recorrer la Isla en su totalidad para verlo.