Era sencillo, y aquél pensamiento pasaba por la mente de James, aún muchos años después de haberlo comprendido en su totalidad.
¿De qué otro modo podría ser?
El Triángulo había estado detrás de todo eso todo el tiempo. Un viaje, planeado y estructurado por el mundo, para llevar a doscientas personas de diferentes naciones en un viaje. De aquél viaje saldrían algunos Pasajeros que terminarían en una travesía increíble, épica y peligrosa. Finalmente, dos de ellos serían elegidos para, volver en el tiempo dentro de la misma Isla, y ser los primeros en dirigirla, de mano de Elías.
¿Funcionó? Claro que había funcionado. James no sólo había entendido la responsabilidad, el liderazgo, el amor a los demás e incluso el sacrificio, sino que había podido aprender de un líder que tenía dos personalidades por sus diferentes edades. Dylan y Owen. ¿Qué mejor modo de aprender era aquél?
¿Fue un accidente morir? No. Para nada. El Triángulo ya tenía planeado crearlo a él. A él y a Dianne para que pudieran tener cuerpos perfectos y dignos de poder habitar en la Isla, pero primero tendría que detener a Ben.
¿Y qué había sido de Ben? James nunca lo supo, pero no le interesaba. Ahora tenía otro modo de vivir. Y le encantaba.
En esos momentos, estaba sentado en una planicie de piedra, mirando la playa, y a su esposa caminando en ella. Le encantaba caminar, y sentir el agua del mar en sus pies. Su mano estaba sobre su enorme panza.
James sonrió al verla. Serían padres. ¿Cuántos años llevaban en la Isla? ¿Cien? ¿Doscientos? No importaba, era un mundo perfecto. Su mundo perfecto.
Dianne llegó a donde él estaba y le dio un beso en la frente.
—¿Ya decidiste cómo lo vamos a llamar? —preguntó, sonriendo.
—Creo que no logro decidirme…
Dianne se rió.
—Típico.
Se dio la vuelta, y volvió a sumergir los pies en la arena para que el agua del mar la salpicara. Le encantaba, y James lo sabía.
Él bajó la mirada hacia una piedra en forma hexagonal que tenía en la mano. Estaba intentando trazar un triángulo con una cuchilla, y hasta el momento, le estaba quedando bien.
—¿Qué piensas hacer? —escuchó la voz de su mujer.
James alzó la mirada hacia ella.
—Alzaré un muro alrededor del Árbol —dijo—. Poco a poco se está hundiendo la tierra por su peso, y será inmenso. Mucha gente intentará encontrarlo en el futuro… así que necesitará protección.
—¡Eso te llevará siglos, amor!
—¡Como si tuviera algo que hacer más importante! —se rió James, prosiguiendo su trabajo con la piedra—. Pero no planeo empezarlo yo solo. Quizás no en esta década, antes hay algo que tengo que hacer… y eso es fuera de la Isla.
Dianne sonrió. Ya lo habían estado platicando anteriormente, y sabía bien de qué hablaba.
—¿Qué es?
—Pienso traer a nuestra familia a casa —le sonrió.
Por supuesto que sonreía. James sabía lo que el Triángulo hacía, y en un punto del futuro, muchos milenios en el futuro, Scott, Miranda y Han habían despertado en un avión, creados por el Triángulo por haber dado sus vidas en su causa. Estaban vivos, y al igual que Max y Luna, los haría llegar a la Isla. Y esta vez, para siempre.
Claro que lo haría. Claro que los traería a casa.
Fin de esta historia.