Capítulo 5

Yan se tiró al suelo boca arriba y se quedó así un largo rato, con los ojos bien abiertos mirando a la oscuridad del cielo. Sintió un vértigo aterrador, como si su cuerpo estuviese en mitad del universo, muy lejos de la tierra, de la isla, de Bianca y de todo.

   — Me estás asustando mucho Yan. Por favor no lo hagas más. Por favor.

   — Lo lamento. No te preocupes…

   — Me tranquilizaría más si me dijeses qué pasa.

   — No lo sé, ese es el problema. No sé qué pasa. No entiendo porque estamos acá. ¿Qué hicimos para estar acá? No entiendo porque está este habano en mi bolsillo. No…no lo comprendo, no logro asimilarlo.

   — No lo repitas, no me hagas llorar. Ya no quiero llorar más. Estoy cansada de llorar.

   — …

   — ¿Qué tiene ese habano?

   —…no estaba en mi bolsillo cuando llegue acá.

   — ¿Eh? ¿Me… me estás hablando en serio? No puede aparecer de la nada, es imposible eso.

   — ¿Si, no?, es imposible. También es imposible dormirte en tu casa y despertar al otro día en una isla desierta. Sin embargo, acá estamos.

   — …

   — Perdón por responder así, no me hagas caso.

   — No importa.

   — …

   — ¿Estás completamente seguro que apareció de la nada?

   Yan tenía la necesidad de responderle irónica y violentamente otra vez, pero se contuvo por alguna razón. Luego comenzó a recordar el suceso extraño que le ocurrió para poder relatárselo. Mientras elegía bien que palabras usar sintió un escalofrió que le recorrió la espalda. Dio un fuerte suspiro y prosiguió a hablar dando largos resoplidos entre cada oración.

   — Cuando me dormí… soñé con mi casa. Soñé que despertaba en mi casa, que esto era un sueño. Estaba todo como lo recordaba: un desastre, yo con una resaca terrible, lo normal. Pensé que todo fue un mal viaje, y volví a mi vida normal. Me puse a limpiar y encontré una caja de habanos que había olvidado. Me guarde uno en el bolsillo para después y seguí limpiando. Sentía todo el ambiente extraño pero creí que era la resaca. En un momento me desmallé y al abrir los ojos volví a estar acá. Este habano que tengo ahora en mis manos, es el que me puse en mi bolsillo durante el sueño. Esto no tiene explicación, pero así pasó.

   — ¿Es una broma no? Por el amor de Dios… esto no puede estar pasandonós.

   — Mañana temprano vamos adentrarnos en la isla. También voy a ver si puedo pescar algo. No podemos subsistir a base de mangos.

   — ¿Cómo podes estar tan tranquilo? Como si no te afectase nada.

   — Nunca sentí tanto miedo en mi vida, pero ya tuve mi momento de descontrol. Supongo que me descargué. Ahora es momento de tener paciencia. La paciencia es una virtud.

   — ¿Y qué esperas que pase?

   — No lo sé. Sólo pienso en dormir, al hacerlo quizás pase otra vez lo mismo, aprovecharé y traeré para acá todo lo que pueda: libros, comida, alcohol y tecnología.

   — Ojalá me pase lo mismo…

   — Que absurdo, pensando en que pase algo sin explicación otra vez, como si no fuese suficiente. Por el amor de Dios ¿Por qué ocurre esto?

   — Ya está Yan, tranquilo, de nada sirve seguir poniéndonos mal, desesperarnos…

   — …

   — Perdón… no debí acercarme tanto.

   — No me incomoda, pero me sorprende. Y también es curioso, hasta hace rato me tenías miedo, y con razón.

   — …

   — No es que deberías temerme. Bueno… quizás sí, pero yo también a vos. El humano es salvaje, y más ahora que caímos en la desesperanza.

   — Lo sé, es que… te sentía tan poco humano, tan poco vulnerable. Pero ahora te veo y estás igual que yo, pero aún conservando un poco de humanidad. Pero tengo miedo del futuro. Más adelante podrías volverte loco y hacerme mal.

   — Lo mismo digo por vos. ¿Y si me duermo y para salvarte me asesinas por miedo a que lo haga primero?

   — Ya te dormiste y no hice nada.

   — Touche…

   — …

   — Pero seguramente lo pensaste.

   — …

   — ¿Viste? No es tu culpa, somos salvajes. Pero si te tranquiliza un poco, voy a conservar la calma, la razón o la humanidad, como quieras llamarla, el mismo tiempo que vos la conserves.

   — Bueno…

   — Es un trato.