¡Deja de llorar maricón! ¡Deja de llorar! ¿Te duele? ¿Eh? ¿Te duele? ¿Crees que lo hago porque me gusta? No, Yan. Lo hago por tu culpa. Todo esto es tu culpa porque eres débil. ¡Débil! Por eso te castigo. Por tu bien, para que seas fuerte. ¡Deja de llorar! Tienes que ser fuerte. El mundo es malo, muy malo y siendo débil no vas a sobrevivir. Por eso hago todo esto y te castigo cuando fallas. Metete bien en la cabeza que esto es tu culpa. ¡Es culpa tuya! ¡Deja de llorar hijo de puta! Tienes que ser fuerte. ¡Fuerte física y mentalmente! Por eso todo esto. Por eso. Vas a dejar de sufrir cuando pierdas miedo. ¡Maricón! ¡Deja de tener miedo! ¡El miedo es malo! ¡Se valiente o vas a seguir sufriendo! ¡Te voy a seguir castigando! ¡Deja de llorar!
Bianca despertó cómoda y no podía creerlo. Hace días que no se acostaba ni despertaba como ella quisiera. Pero al fin se había acostumbrado. El sol le dio de lleno en la cara como siempre y agradecía otro día más que despertaba y se encontrara vestida y sin rastros de que Yan hubiese abusado de ella. Por un lado cada día sin que la ultrajara era uno en que ella confiaba más, pero no en su totalidad porque aún existía la posibilidad de que que solo le dé una falsa confianza para que baje la guardia y luego se aproveche de su vulnerabilidad.
Yan despertó de un sobresalto producto de una recurrente pesadilla, e incómodo como la vida lo ha mantenido acostumbrado. No agradecía otro día en esa isla, de igual manera en que tampoco solía hacerlo cuando despertaba en su propia cama o en cualquier lugar de la casa donde reposaba luego de una jornada habitual, en la mayoría de las ocasiones ebrio. Se levantó una vez que la fiaca había desaparecido, lo que ocurrió después de un periodo considerable. La abstinencia ya le estaba costando, y no encontraba alguna idea sobre cómo detenerla. Por lo pronto comenzó a buscar todo tipo de actividades con las que obtenía algún tipo de distracción. Lo primero que hizo al levantarse fue dirigirse al manantial y saciar su sed. Luego a paso lento y constante en ese irregular y estrecho camino, fue a la playa. Durante todo el trayecto rompió ramitas y hojas contando mientras lo hacía como si de una especie de juego se tratase. También se comió un mango. No se percató de la ausencia de Bianca, tan acostumbrado a pensar en sí mismo y cuidarse a sí mismo que no se puso a pensar si ella estaba o no cerca de donde despertó. Llegó a la playa y comenzó a sacarse los zapatos y la ropa quedando solo en bóxer. Su cuerpo enflaquecido por la falta de comida, dejaba a la vista la armonía de los músculos que le daban forma a un físico ejercitado de manera muy natural y ordinaria. Apenas se mojó los pies sintió el frío que lo llenó de un gozo mínimo. Sentir algo lo llenó de gozo aunque fuese mínimo, porque desde hace días que el tiempo y espacio le eran indiferentes. Se hundió hasta el cuello, aunque terminó bañándose por completo. Se quedó un rato pensativo semiflotando, pero temió volver a tener otra crisis similar a las anteriores por tanto pensar en su nefasta situación, así que buscó en que entretener su mente aunque sea en un corto lapso. Entonces, luego de revisar que Bianca no estuviera ni cerca, con el mayor cuidado que alguna vez haya tenido comenzó a masturbarse para acabar un poco con tanta tención que tenía desde hace días. Al terminar se quedó relajado en las aguas unos momentos, sintiéndose extraño y avergonzado, como si fuese un niño en plena inocencia, que no sabe con exactitud la razón de sus acciones pero sabe que son incorrectas. Luego salió a secarse al sol. Temía que en algún momento aparezca Bianca y lo viera desnudo, (más por el espanto de ella que por su propio pudor) pero con sorpresa el sol de lleno lo secó rápidamente, tanto así que al llegar a su ropa ya estaba seco y listo para volver a vestirse y no humedecer nada.
Comenzó a emprender el viaje de regreso pensando en la estrategia para cazar algún pez o algún ave que anduviese volando o caminando cerca si es que llegaba a divisarlos. Pero su caminar se vio interrumpido, porque a sus oídos llegó un extraño sonido que no alcanzó a reconocer. Yan, era un muchacho que desde su niñez aprendió a no temer, o a fingir no temer a nada. Y con el correr de los años, aprendió a no temer a cosas irracionales, a no dejarse llevar por su imaginación como quien mira un filme de terror y luego enciende las luces o pide compañía porque su psiquis se ha afectado a tal punto que cualquier ruido o cualquier cosa le parece sospechoso y de temer. En esta ocasión, al escuchar ese extraño sonido, se le heló la sangre, y de haber seguido caminando en vez de quedarse parado e inmóvil como lo hizo, las piernas no le hubiesen respondido. Volvió nuevamente esa sensación de terror, y mucho más cuando ese ruido desconocido se volvió a posar en sus oídos estremeciéndolo. No pudo evitar cerrar los ojos con pavor al escucharlo por segunda vez, pero los dibujos de su mente lo asustaron mucho más que lo escuchado. Al cerrar los ojos con miedo, se le vino al instante el recuerdo de su abuelo. Así, a pesar de su terror, resurgieron esos instintos que tenía y comenzó a buscar bruscamente el origen de ese ruido. Poco le importó el escándalo que estaba armando y su imagen bestial que podían asustar a Bianca si lo viese. Poco le importo sus gritos guturales y el terror que a Bianca le causasen si los escuchase. Poco le importo lastimarse con las ramas y espinas de los matorrales que estaba atravesando a ciegas siguiendo esos sonidos que cada vez se escuchaban más constantes y cercanos. Y poco importó que su vista se volvió nublosa, su respiración se agitó, y que comenzó a sufrir un mareo insostenible que lo llevaron directo al suelo, donde quedó inconsciente.
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Editado: 06.02.2020